La lista es muy sencilla: Se trata de una los libros que todo aspirante a gobernar a los mexicanos debe manejar al dedillo. Aportan conocimiento pero también sensibilidad; aportan cultura y además ofrecen herramientas para gobernar.
Quizás entre estos 25 podrían encontrar uno o dos libros –de una lista mínima de tres– que marquen su vida.
1. «El laberinto de la soledad», Octavio Paz (1950). Un libro del ganador del Premio Nobel de Literatura que consta de nueve ensayos: «El laberinto de la soledad parte de una opinión trágica e irrevocable: en el ser mexicano está presente, aún después de muchas generaciones, el hecho de que se trata de un pueblo surgido de una violación. En todas sus dimensiones, de frente y de perfil, en su pasado y en su presente, el mexicano resulta un ser cargado de tradición que, acaso sin darse cuenta, actúa obedeciendo a la voz de la raza…», dijo Paz en entrevista que el autor concedió a Claude Fell, publicada en el número 50 de la revista Plural en noviembre de 1975.
2. «La sombra del caudillo», Martín Luis Guzmán (1929). Basada en hechos que acontecieron en México después de la revolución mexicana y después de los asesinatos de Madero, Villa, Zapata y Carranza. La época histórica reflejada en la novela se relaciona con el período presidencial de Elías Calles, el cual impuso como sucesor a Obregón, después de que asesinaron al General Serrano junto con sus partidarios en Huitzilac, en 1927. Fuerte crítica al caudillismo que imperaba en México después de la revolución y que marcó el inicio del poder dentro de las esferas militares. Critica con sarcasmo las formas que tomó el movimiento revolucionario; al mismo tiempo, hace evidentes las malas prácticas de Álvaro Obregón.
3. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (1917). Carta magna que rige actualmente en México. Es el marco legal para la organización del país. Es una aportación de la tradición jurídica mexicana al constitucionalismo universal, dado que fue la primera constitución de la historia en incluir los derechos sociales, dos años antes que la Constitución de Weimar de 1919. Fue promulgada por el Congreso Constituyente el 5 de febrero de 1917 y entro en vigor el 1 de mayo del mismo año. Su contenido ha sido reformado casi 200 veces y es muy diferente al original de 1917. Cuenta con 136 artículos y 19 artículos transitorios.
4. «Los de abajo», Mariano Azuela (1915). El argumento se desarrolla en el contexto de la Revolución Mexicana y se le considera como la obra más representativa de esa época. Un campesino rebelde, Demetrio Macías, tiene que huir de su casa ante la llegada de una tropa del gobierno. Los soldados allanan su morada, donde se encuentra su hijo y su mujer, y abusan de ésta, pero la súbita aparición del marido, rifle en mano, ahuyenta a los soldados.
5. «La muerte de Artemio Cruz», Carlos Fuentes (1962). Presenta una visión panorámica de la historia del México contemporáneo tal como la rememora un industrial y político agonizante. Mal hablado, audaz, corrupto, oportunista, Artemio Cruz representa las paradojas de la historia reciente de México, el sistema político mexicano que aún gobierna, las costumbres de la clase media y de la clase alta arraigadas en el poder. En resumen, La muerte de Artemio Cruz es una radiografía de la historia de México.
6. «El político», Baltasar Gracián (1640). Título completo es «El político don Fernando el Católico», es una obra literaria perteneciente a la prosa didáctica de Gracián en la que, bajo la forma de una tesis que defiende que Fernando el Católico fue el mayor rey de la monarquía española, se describen sus dotes políticas y sus virtudes como ejemplo a emular para el hombre. En el libro, Gracián quiso presentar al monarca aragonés, que según el jesuita, fundó la mayor monarquía hasta la fecha, de reinos hasta entonces separados, como modelo de excelencia para oponer a los presentes, a Felipe IV y al Conde-Duque de Olivares.
7. «El rey Lear», William Shakespeare (1605). Esta tragedia narra la vida del Rey Lear, un hombre ya muy viejo, que decide dejar la dirección de su reino a sus tres hijas, con el fin de poder vivir tranquilo sus últimos días; para ello las somete a prueba. Sin embargo, pronto se sentirá amenazado por ellas al verse absolutamente abandonado. Sólo algunos fieles al rey intentarán devolver el reino a su antiguo propietario. La obra describe las consecuencias de la irresponsabilidad y los errores de juicio de Lear, dominador de la antigua Bretaña, y de su consejero, el duque de Gloucester. El trágico final llega como resultado de entregar el poder sus hijas malvadas por partes iguales y no a Cordelia, quien manifiesta un amor capaz de redimir el mal por el bien; sin embargo ella muere al final, brindando la idea de que el mal no se destruye a sí mismo; no obstante acaece el funesto destino de las hermanas de Cordelia y del oportunista hijo bastardo del conde de Gloucester.
8. «Don Quijote de la Mancha», Miguel de Cervantes Saavedra (1605). Una de las obras más destacadas de la literatura española y la literatura universal, y una de las más traducidas. Don Quijote fue la primera obra genuinamente desmitificadora de la tradición caballeresca y cortés, por el tratamiento burlesco que da a la misma. La novela consta de dos partes: la primera, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, fue publicada en 1605; la segunda, Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, en 1615. Como primera novela verdaderamente realista, al regresar Don Quijote a su pueblo, asume la idea de que no sólo no es un héroe, sino que no hay héroes. Esta idea desesperanzada e intolerable, matará al personaje que era, al principio y al final, Alonso Quijano, conocido por el sobrenombre de «El Bueno».
9. “Breviario de los Políticos”, Julio Mazarino (1648). Atribuido al muy poderoso cardenal Mazarino, regente de Francia en la niñez de Luis XIV, hábil diplomático y político, primero al servicio del papa y más tarde al servicio del reino de Francia. Fue el sucesor del cardenal Richelieu como primer ministro. Es un descarnado y cínico manual de comportamiento para conseguir el poder y conservarlo. Y es también sátira de un mundo en el que las virtudes que tradicionalmente habían sido ensalzadas en los políticos parecen verse sustituidas por otras nuevas, en las que la consecución de los objetivos personales eclipsa cualquier consideración de orden moral.
10. «La fiesta del chivo», Mario Vargas Llosa (2000). El libro se ubica en la República Dominicana y retrata el asesinato del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, y sus secuelas, desde dos puntos de vista con una generación de diferencia: durante e inmediatamente después del asesinato en sí, en mayo de 1961, y treinta y un años más tarde, en 1992. En todo, también hay una amplia reflexión sobre el apogeo de la dictadura, en la década de 1950, y su importancia para la isla y sus habitantes.
11. «El príncipe», Nicolás Maquiavelo (1513). Esta obra supone un ejercicio de ironía que «desnudaba» a la luz pública lo que eran las verdaderas prácticas del poder. Maquiavelo lo escribe está escribiendo para mostrar a Lorenzo II de Médici como debe desempeñarse si es que quiere unificar Italia y sacarla de la crisis en la que se encuentra. Maquiavelo aclara también que puede existir un hombre cuya virtud política (saber aprovechar los momentos de fortuna y escapar de los desfavorables) supere a la república en conjunto pero dicha virtud política morirá con el mortal que la posea, cosa que no ocurriría en una república bien organizada. El Príncipe presenta analogías con la figura romana y republicana del dictador, investido de poderes absolutos durante un breve período y teniendo que rendir cuentas posteriormente ante la república.
12. «Discursos sobre la primera década de Tito Livio», Nicolás Maquiavelo (1512). Fue escrito entre 1513 y 1519, no de una sola vez, sino en dos fases bien distintas; entre ellas escribió, sin interrupción alguna, El Príncipe. Discursos sobre la primera década de Tito Livio aparecería póstumamente en 1531. Maquiavelo contempla siempre apasionadamente la vida política, no desde el punto de vista de los diversos partidos y grupos, sino desde la perspectiva general del estado: el interés de éste, no el de los particulares, constituye el punto de partida maquiavelista. El autor aprueba así la lucha entre los plebeyos y patricios en Roma, no porque considere justo que se deje a cada cual expresar sus opiniones, sino porque juzga que dichas luchas fueron la primera causa de la libertad y la grandeza de la República, valorándolas por su efecto benéfico para el Estado, y no basado en un principio de derecho individual.
13. «El espíritu de las leyes», Montesquieu (1748). El autor escribió sobre el modelo político inglés de separación de poderes y monarquía constitucional, al cual considera el mejor en su tipo como garantía contra el despotismo. Montesquieu plantea que el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial no deben concentrarse en las mismas manos. Esa es una teoría de contrapesos, donde un poder equilibra al otro. Montesquieu aseguró que en la monarquía, los poderes intermedios –nobleza, clero, parlamentos- actúan como equilibrios que impiden excesos del poder del monarca como también del poder del pueblo.
14. «Fouché, retrato de un político» o «Fouché, el genio tenebroso», Stefan Zweig (1929). Es un libro biográfico del escritor austríaco Stefan Zweig en el que se narra la vida del político francés Joseph Fouché. Este libro es la particular visión de Zweig acerca de la vida del influyente político francés José Fouché, que desempeñó un papel importante en la Francia de finales del siglo XVIII y principios del XIX, es decir, en el convulso periodo que media entre la revolución francesa y el imperio napoleónico, y la vuelta a la monarquía por la que el estado francés pasó durante esos años. En el estudio sobre Fouché, Zweig realiza el retrato del arquetipo político que vive de la acción y de la ocupación. Su oficio no es pensar, sino actuar. Su temperamento es puro nervio, excitación extrema. La constitución que lo estructura, y hace de él un animal político, es básicamente fisiológica.
15. «Fenomenología del espíritu», Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1807). En esta obra se discuten problemáticas filosóficas anteriores al materialismo alemán, como son el ideal del absoluto, el espíritu humano como amor a la sabiduría en lo práctico, entre otros. Para Hegel, las ramas del saber sufren una crisis de disparidad, puesto que las disciplinas se han encargado de dividirlas para su aprehensión teórica. Mas en la práctica, el problema de los absolutos entra en juego, pues es difícil intertextualizar conceptos. La fenomenología del espíritu no parte del saber absoluto, pero conduce necesariamente a él.
16. «De la Guerra», Carl Von Clausewitz (1830). Fue un militar prusiano, uno de los más influyentes historiadores y teóricos de la ciencia militar moderna. Es conocido principalmente por su tratado «De la guerra», en el que aborda a lo largo de ocho volúmenes un análisis sobre los conflictos armados, desde su planteamiento y motivaciones hasta su ejecución, abarcando comentarios sobre táctica, estrategia e incluso filosofía. La obra, cuyo título original es Vom Kriege, fue escrita en su mayoría tras las Guerras napoleónicas, entre los años 1816 y 1830, y es en realidad una obra incompleta; Clausewitz se propuso revisar sus propios manuscritos en 1827, pero murió antes de poder finalizar la tarea, y el libro fue publicado póstumamente por su esposa en 1832. Ha sido traducido a numerosos idiomas, y es uno de los libros más conocidos mundialmente sobre estrategia y táctica militar, además de ser de lectura obligada en varias academias militares.
17. «El arte de la guerra», Sun Tzu (500 a de C.). Es un libro sobre tácticas y estrategias militares. Posteriormente a su escritura fue compilado en trece tomos por Sun Wu, uno de los discípulos de Sun Tzu, y finalmente el texto que se conoce en la actualidad fue escrito por Sun Pin un descendiente de Sun Wu. Probablemente fue escrito hacia el año 500 a de C. El arte de la guerra es uno de los libros más antiguos que se han escrito. Fue el primer intento conocido sobre lecciones de guerra. Sin embargo, es todavía frecuentemente utilizado en la actualidad debido a que sus enseñanzas pueden ser aplicadas en muchas otras áreas donde está involucrado el conflicto.
18. «Diálogos», Platón (sin fecha). El conjunto de las obras más famosas de Platón se han denominado Diálogos, debido a su estructura dramática de debate entre interlocutores, si bien varios epigramas y cartas suyos también han perdurado. Todas las obras de Platón, con la excepción de las Cartas y de la Apología están escritas –como la mayor parte de los escritos filosóficos de la época- no como poemas pedagógicos o tratados, sino en forma de Diálogos; e incluso la Apología contiene esporádicos pasajes dialogados. En ellos sitúa Platón a una figura principal, la mayor parte de las veces Sócrates, que desarrolla debates filosóficos con distintos interlocutores, que mediante métodos como el comentario indirecto, los excursos o el relato mitológico, así como la conversación entre ellos, se relevan, completan o entretejen; también se emplean monólogos de cierta extensión.
19. «La Política», Aristóteles (330 a de C.) Para Aristóteles el hombre es un «animal político» por naturaleza. Sólo los animales y los dioses pueden vivir aislados. La fuerza natural hacia la reproducción y la conservación inclina a los hombres a vivir unidos, primero en la familia, luego en la aldea (unión de varias familias) y finalmente en la ciudad-estado (ni muy pocos, ni demasiados habitantes). El buen funcionamiento de una ciudad-estado no se asegura solamente por aunar voluntades hacia un mismo fin; se requiere también de leyes sensatas y apropiadas que respeten las diferencias y eduquen a los ciudadanos para la responsabilidad civil dentro de la libertad (Aristóteles, en su mentalidad clasista griega, no concibe el derecho de ciudadanía ni para las mujeres ni para los esclavos). Existen tres formas de legítimo gobierno: monarquía (gobierno de uno), aristocracia (gobierno de los mejores) y república (gobierno de muchos). A esas formas rectas de gobierno se oponen la tiranía, la oligarquía y la democracia (Aristóteles entiende por «democracia» el gobierno de los pobres). Aristóteles recogió y estudió las constituciones de 158 estados.
20. «El contrato social», Jean-Jacques Rousseau (1762). Para Rousseau, el hombre primigenio (el que estaba en el Estado de naturaleza) es un ser sin maldad, en el que predominan dos sentimientos básicos: el amor de sí, es decir el instinto de auto protección, y la piedad (repugnancia por el sufrimiento ajeno), pero a medida que va creciendo la población se van juntando grupos, esa unión crea falsas necesidades, para cubrirlas el hombre inventa la agricultura y la ganadería, pero cuanto más tiene el hombre más desea, y ciertas personas acumulan riquezas, éstos sufriendo por sus vidas y por sus riquezas debido a los recelos creados promueven un pacto, este pacto será el primer código jurídico. A partir de su observación de la sociedad, constituida en ese entonces por masas sometidas al Rey, discurre acerca del vínculo que existe entre el soberano y los súbditos. Descarta que el vínculo se halle en la fuerza o la sumisión, sino que por el contrario, los hombres voluntariamente renuncian a un estado de natural inocencia para someterse a las reglas de la sociedad, a cambio de beneficios mayores inherentes al intercambio social.
21. «Diálogo de los oradores», Tácito (102). Es un breve libro en forma de diálogo, sobre el arte de la retórica. La base de toda la obra de Tácito es, quizá, la aceptación del Imperio como el único poder capaz de salvar al estado del caos de las guerras civiles. El Imperio redujo el espacio de los oradores y de los hombres políticos, pero no había alternativa viable a él. A pesar de todo, Tácito no acepta el gobierno imperial de manera apática, y muestra, como en Agrícola la posibilidad que quedaba de hacer elecciones que son dignas y útiles al estado.
22. «Ecce homo. Cómo se llega a ser lo que se es», Friedrich Nietzsche (1888). Es uno de los últimos libros del filósofo alemán. En él, Nietzsche, casi al borde de la crisis que le llevará a ser internado en un hospital psiquiátrico, pretende realizar un último intento por dar a conocer su filosofía, presentándose a sí mismo como autor de las obras que, según él, cambiarían la historia del pensamiento y quizá el curso de la Historia misma. El filósofo alemán se descubre a sí mismo como portador y emblema del valor dicotómico que distingue su filosofía: describe y relee toda su vida bajo la feliz óptica de lo dionisiaco. En este sentido, terminará su autobiografía con una pregunta: «¿Cristo o Dioniso?», identificando al Cristianismo con la negación extrema de los valores vitales postulados por él en su concepción del Übermensch (superhombre o suprahombre). Nietzsche en una parte de la obra, se declara mensajero del apocalipsis, lo cual define como una guerra espiritual entre la mentira milenaria, cristianismo, y la verdad eterna, la voluntad de poder o simplemente voluntad que se deduce en nietzsche influido por Schopenhauer es el grado de espíritu más alto. Afirma que llegada esa hora primero sucederían las guerras como nunca antes vistas en la tierra y terremotos y espasmos que destruirían todas las instituciones de poder que para él es la burocracia cristiana.
23. «Homo videns. La sociedad teledirigida», Giovanni Sartori (1998). Sartori analizó a finales de los años noventa la influencia de la televisión en la sociedad moderna y las consecuencias que se derivan de la supremacía de la imagen sobre la palabra escrita. Diez años después, el brillante ensayo del politólogo sigue vigente y muestra signos de convertirse en una sólida llamada de atención sobre el futuro de la sociedad digital ¿En qué nos estamos convirtiendo?. Sartori pone nuevamente de manifiesto cómo el discurso televisivo ha invadido y condicionado paulatinamente la cultura contemporánea en su predominio del ver, gestando así un efecto colateral: la atrofia de nuestra capacidad de entender.
24. «Cuatro ensayos sobre la libertad», Isaiah Berlin (1969). Cuatro ensayos está considerado un clásico del liberalismo político. No es un extenso libro de texto, sino un compendio de conferencias que impartiera en distintos momentos como catedrático de la Universidad de Oxford. Berlin lo consideraba su obra más importante. «La libertad de la que yo hablo es tener la oportunidad de acción más que la acción misma (…) Decir que la libertad es la actividad en cuanto tal es hacer que este término tenga demasiada extensión, lo cual tiende a oscurecer y a diluir la cuestión fundamental: el derecho y la libertad de obrar, sobre lo que los hombres han discutido y por lo que han luchado durante casi toda la historia que hemos conservado», dice Berlin.
25. «La política como vocación», Max Weber (1919). En esta obra Weber definió el Estado como una entidad que detenta el monopolio de la violencia y los medios de coacción, una definición que fue fundamental en el estudio de la ciencia política moderna en Occidente. Todo está determinado por el medio específico utilizado por la política, es decir, la violencia. «Lo que determina la singularidad de todos los problemas éticos de la política es ese medio específico de la violencia legítima como tal en manos de las asociaciones humanas», dice Weber. Afirma que «quien busque la salvación de su alma y la de otras almas no la busque por el camino de la política, que tiene otras tareas muy distintas, que sólo se pueden cumplir con la violencia».