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Darío Ramírez

08/09/2016 - 12:00 am

Jotas y nacas

El texto escrito por Nicolás Alvarado no es discriminatorio. No es racista. Es clasista únicamente porque así lo asumió el autor. Y el contenido del texto está dentro de los límites a la libertad de expresión. La presentación de la renuncia de Alvarado a la dirección de TV UNAM por presión social debido al contenido […]

La Inmadurez De Nuestra Democracia Versa En La Falta De Debate Abierto Y Franco Preferimos Lo Políticamente Correcto La Hoguera Fácil Y La Destitución Como Botín Foto Cuartoscuro
La Inmadurez De Nuestra Democracia Versa En La Falta De Debate Abierto Y Franco Preferimos Lo Políticamente Correcto La Hoguera Fácil Y La Destitución Como Botín Foto Cuartoscuro00

El texto escrito por Nicolás Alvarado no es discriminatorio. No es racista. Es clasista únicamente porque así lo asumió el autor. Y el contenido del texto está dentro de los límites a la libertad de expresión.

La presentación de la renuncia de Alvarado a la dirección de TV UNAM por presión social debido al contenido de su columna sobre Juan Gabriel es un desenlace desafortunado que afila la tentación de censura e inhibición de expresiones por estar en desacuerdo. Y eso debería preocuparnos a todos. Nos haya gustado o no el texto.

Tan debemos de proteger discursos como el de Nicolás Alvarado como el de todas aquellas voces que criticaban el contenido del periodista. Ambos son parte del diálogo político social de una democracia. Criticar a Alvarado es fundamental pero tener como impacto que la UNAM le acepte la renuncia aduciendo que el contenido era contrario a los principios de la institución es incorrecto. La universidad debería haber alentado un diálogo plural y sucumbir ante la presión políticamente correcta.

Por otro lado el papel del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) es una vergüenza. Ahí tenemos a una institución de estado, perdida e inútil, buscando regular y calificar el contenido de una opinión. El Consejo admitió la queja contra Alvarado y dictó medidas precautorias solicitando que el autor se disculpe por su opinión. Es un escándalo el actuar de esta institución. No es la primera vez que se lanza en tan desafortunada odisea. Su ineficiencia para debatir lo lacerante y a su vez legal de expresiones es notoria. Dicho sea de paso podríamos debatir la conveniencia de tener el Conapred sobre todo si la CNDH hiciera mejor su trabajo. Pero bueno, esa es otra discusión.

La discriminación es un tema sumamente serio en México, las absurdas acciones del organismo que buscan aprobar o censurar contenido legítimo –que no quiere decir otra cosa más que legal en términos de la ley- solamente banalizan lo que debería ser una lucha seria e institucional a favor de la no discriminación.

Ante toda la discusión que se ha generado –la cual celebro aunque no su desenlace- aporto algunos puntos:

Las palabra en sí no discriminan. Para que una expresión constituya discriminación debe de haber un nexo causal con el impedimento al goce de derechos. Es decir, que la expresión impida derecho a la salud, a la honra, a la educación, a una vida libre de violencia. El artículo III de la Ley Federal dice a la letra: “III. Discriminación: Para los efectos de esta ley se entenderá por discriminación toda distinción, exclusión, restricción o preferencia que, por acción u omisión, con intención o sin ella, no sea objetiva, racional ni proporcional y tenga por objeto o resultado obstaculizar, restringir, impedir, menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos humanos y libertades, cuando se base en uno o más de los siguientes motivos: el origen étnico o nacional, el color de piel, la cultura, el sexo, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, económica, de salud o jurídica, la religión, la apariencia física, las características genéticas, la situación migratoria, embarazo, la lengua, las opiniones, las preferencias sexuales, la identidad o filiación política, el estado civil, la situación familiar, las responsabilidades familiares, el idioma, los antecedentes penales o cualquier otro motivo; …”.

Ojo en ninguna parte se afirma que la ofensa, burla mofa sean parte de esta ley. O peor aún que “naco” sea por si mismo discriminatorio. En otras palabras, la ofensa, la burla y la mofa, en principio si no impiden otros derechos, son lenguaje protegido.

Las expresiones que irrumpen en la sociedad son expresiones que debemos de cuidar para garantizar la diversidad de ideas y opiniones. Son fundamentales.

Entonces, las expresiones de Alvarado no son discriminatorias y mucho menos clasistas salvo, repito, por el hecho que el mismo las clasificó de esa manera. Pero sí son burlonas y, tal vez para algunos, ofensivas. Pero hasta ahí.

Nicolás Alvarado tiene todo el derecho de burlarse de un muerto famoso. Si él, ahora, considera que cometió un error por hacerlo mientras había un luto generalizado es únicamente un dato más. Insultarlo por naco es solamente eso: insultarlo. ¿O acaso queremos erradicar de nuestra cultura la ofensa y los insultos? Confundir discriminación con insulto es un error de novatos.

Diversas voces asumieron que como era servidor público su libertad de expresión estaba acotada. Con pinzas debemos de tomar este afirmación. Obviamente si un servidor público hace aseveraciones a favor de la tortura contra homosexuales el escenario sería diferente. El punto central es si Alvarado siendo funcionario de la UNAM podía (el debería es otra discusión desde una plataforma subjetiva) expresar sus ideas en una columna de opinión argumentaría que sí. Y por una sencilla razón. Su opinión no tergiversó en ningún sentido la responsabilidad de su trabajo. Inclusive en su texto narra cómo su primera instrucción fue elaborar un programa homenaje para el cantante llorado. No importa si es el “naco de Juárez”, TV UNAM reconoció la importancia de la figura y procedió en ese sentido. Otro escenario muy distinto hubiese sido si por opinar que Juanga es un naco de lentejuelas, la televisora universitaria hubiese ignoraría su papel en la escena popular.

Discutir la prudencia o conveniencia de una expresión controvertida (más no ilegal) es otro terreno. Bienvenida las opiniones que juzgan su conveniencia. Muchas de ellas versan sobre si aporta al debate, a la democracia etcétera. Yo no entiendo por qué toda expresión tiene que cumplir con esos estándares, no estoy de acuerdo. De hecho me parece que el cuidado de esas expresiones es fundamental. Por ello, el argumento de que no era momento de lanzar dichas expresiones en una columna es sumamente relativo

La inmadurez de nuestra democracia versa en la falta de debate abierto y franco. Preferimos lo políticamente correcto, la hoguera fácil y la destitución como botín. Debemos de aprender a lidiar con la incomodidad de expresiones que nos parecen absurdas, dañinas y ofensivas. Son tan valiosas como cualquier otra. A todo esto, sugiero un poco de piel más gruesa.

@dariormrs

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Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.
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Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.
Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.
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