Martha Santillán Esqueda, doctora en Historia por la UNAM, habla para SinEmbargo sobre su más reciente libro Mujeres criminales (Planeta), en donde narra la historia de cinco mujeres quienes se enfrentaron a un sistema penal mexicano más injusto que el actual.
Ciudad de México, 8 de agosto (SinEmbargo).– Clementina asesinó a su esposo cuando él le dio una golpiza; María Antonieta terminó con la vida de su agresor después de años de hostigamiento sexual; Carmen asesinó a golpes al dueño de una cantina para robarle; Amelia y Teresa abortaron, la primera para salvar su vida y la segunda para ocultar la pérdida de su virginidad luego de una violación. Estas cinco historias de casos reales son narradas en el libro Mujeres criminales (Planeta) de Martha Santillán Esqueda.
Su investigación recupera y analiza procesos judiciales que ocurrieron entre 1930 y 1940 y que en su momento aparecieron en la nota roja de los periódicos, pero también son casos que exponen temas relacionados con la mujer que en la actualidad siguen sin resolverse como la violencia doméstica y sexual, aborto y corrupción.
«En términos técnicos lo que tenían (estos casos) era un proceso judicial completo y muy nutrido registrado en el Archivo de Cárceles y que además estuvieron en la nota roja, eso era fundamental. Por otro lado manejan temas pendientes por resolver en la actualidad como violencia domestica, sexual, aborto, corrupción y sexualidad femenina», explica en entrevista la doctora en Historia por la UNAM.
Martha Santillán señala que en términos legales se ha avanzado en materia de derechos para las mujeres, es decir, desde el cambio del marco jurídico posrevolucionario hay igualdad en el hogar, por las causales de adulterio, derecho al trabajo, al voto, a la educación, sin embargo reconoce que hay algo que cuesta mucho trabajo cambiar, incluso en la ley, y es lo referente a la sexualidad.
«En el Código Penal de esa época, que es un código muy progresista, muy moderno para ese entonces, con una igualdad de genero aceptable, los únicos delitos donde no ha cambiado absolutamente nada son los delitos donde la sexualidad femenina está en cuestión, eso dice mucho porque eso nos habla cómo el patriarcado sigue sosteniéndose en una idea de feminidad acotando la sexualidad femenina a cierta acción», señala la también autora de Delincuencia femenina. Ciudad de México, 1940-1954, (Instituto Mora/Inacipe, 2017).
Mujeres criminales es un libro que narra las historias de cinco mujeres sin caer en el morbo, contando cómo eran sus vidas antes de cometer el delito, durante y después.
«Este libro es una deuda que to tenía con las delincuentes de esos años, lo que busco es quitarle esa frialdad a la historiografía, ciñéndome a las fuentes y darle densidad y dimensión a las mujeres», destaca Santillán. «Por otro lado entender también las tensiones que existen en la construcción de la feminidad, en un contexto que las acota, somete, las margina, pero no sólo como víctimas del sistema».
La autora propone con este libro una guía sobre los retos por superar en la construcción de una sociedad más equitativa y justa; ayuda a comprender la lucha feminista contemporánea y algunos de los casos expuestos son similares a los que viven actualmente muchas mujeres.
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–Mujeres criminales es un libro que narra la historia de cinco mueres que si bien cometieron un delito también fueron víctimas de todo este sistema de justicia patriarcal que operaba en México en los años 1930 y 1940, y aún sigue vigente. ¿Qué fue lo que la llevó a abordar este tema y plasmarlo en un libro?
–Yo tengo muchos años estudiando la delincuencia femenina, me especializó en estos años. Este libro es una deuda que yo tenía con las delincuentes de esos años, lo que busco es quitarle esa frialdad a la historiografía, ciñéndome a las fuentes, y darle densidad y dimensión a las mujeres. En este caso escogí cuatro casos, pero son cinco mujeres porque en el caso de aborto hay dos. Estas mujeres son el resultado de un proceso amplio político y social. Por otro lado entender también las tensiones que existen en la construcción de la feminidad, en un contexto que las acota, somete, las margina, pero no sólo como víctimas del sistema. Dar cuenta de que la violencia no nada más es el resultado de un sistema patriarcal ajeno a las mujeres, sino que las mujeres formamos parte de ese sistema en donde somos violentadas y violentamos.
Los años posrevolucionarios me han interesado porque es un momento de mucha tensión en la construcción de la feminidad, el patriarcado ha recibido una patada en la espinilla, por decirlo de alguna manera, con la modificación del marco jurídico posrevolucionario, es decir, las mujeres adquieren derechos para su desarrollo social y personal fuera del ámbito doméstico, eso jurídicamente es tremendo, es decir, en 1950 van a poder votar, pero desde antes tienen derecho a la educación primaria obligatoria, derecho al trabajo, seguro social, es decir, están asando muchas cosas que van a cobijar la acción femenina fuera del espacio doméstico. Pero por el otro lado las mentalidades, que tardan tanto en cambiar, ese lugar que se supone que tiene la mujer de sumisión está ahí y eso es la cotidianidad de estas mujeres.
En este libro estoy hablando de las mujeres cotidianas, no son las grandes criminales que transitan por la nota roja, son mujeres más que delinquieron en este contexto de violencia en donde ellas también ejercen violencia. Entonces los años 1940 y 1950 me permiten ver esas tensiones sociales y culturales de las formas de pensar que se están viviendo en esos años en carne y hueso, es decir, en los zapatos de estas mujeres. El libro no se trata de contar ciertos casos con morbo, es entender que estos procesos de configuración de la identidad son complejos, que los actuales se deben a ese pasado inmediato y que la forma de acción de las mujeres se debe a un contexto, que en este caso ese contexto de los años 1940, un contexto de muchos cambios también culturales, con cine, prensa, nota roja, hay teatros, es decir, hay cambios y ahí hay que ser una mujer que se está modernizando, una mujer que es más coqueta, más seductora, pero también una mujer que debe ser virgen, no demostrar su sexualidad, tender hijos, someterse al marido. Entonces es una época de mucha tensión.
El caso se vuelve una mirilla para observar más cosas del pasado que tienen que ver con este presente, es uno de los retos del libro y por ello me tomo la libertad de trabajar una narrativa un tanto atípica en la historiografía, salirnos de este acartonamiento. Mi idea es escribir con una pluma más suelta, con un afán de reconocer que estos personajes que estoy historiando sufrieron, vivieron, mataron, fueron golpeadas, golpearon, es decir, que hay sufrimiento ahí, y sufrimiento que se nos hereda.
–Aunque María Antonieta, Amelia, Teresa y Carmen son de diferente clase social y características, las cuatro tienen algo en común, y es que les tocó vivir en un época en la que la mujer tenía un papel diferente en México, con pocos derechos. Usted, como académica y analista, ¿qué tanto se ha avanzado en materia de derechos hacia las mujeres en el país?
–En términos legales se ha avanzado muchísimo, es decir, desde el cambio del marco jurídico posrevolucionario, hay igualdad en el hogar, por las causales de adulterio, derecho al trabajo al voto, la educación. Después hay un pequeño impasse en donde no pasa mucho y van a venir cortos cambios importantes en los años 70, sobre todo en lo constitucional de la igualdad jurídica de 1974, eso no es poca cosa. En los 90 ya viene una cascada de cambios. Los cambios son fehacientes, ahí están y es lo que hago yo al final del libro en esta línea del tiempo.
Sin embargo hay algo que cuesta mucho trabajo, incluso en la ley, y es la sexualidad. En el Código Penal, que es un código muy progresista, muy moderno para la época, con una igualdad de genero aceptable, los únicos delitos donde no ha cambiado absolutamente nada, no sólo con respeto al Porfiriato, sino a lo largo del Siglo XX, son los delitos donde la sexualidad femenina está en cuestión, eso dice mucho porque eso nos habla cómo el patriarcado sigue sosteniéndose en una idea de feminidad acotando la sexualidad femenina a cierta acción, o sea a la procreación en el ámbito conyugal.
Están todos los cambios legales, pero el tema de las prácticas sexuales tardan mucho en cambiar, pero justo tardan tanto porque las mentalidades tardan mucho, nosotros no le podemos decir a una mujer de 1940, «no Teresa, tú tienes derecho a ejercer tu sexualidad y si te pasó tal cosa, pues es tu cuerpo». No hay manera, hay que esperar 70 años para que las mujeres digan “este cuerpo es mío”, y mira que en los 70 ya lo decían, pero como se dice con la fuerza de hoy no, y eso es gracias a que hubo una generación antes, que es la de los 90. Las acciones de estas mujeres van evidenciando cambios, pero también la lentitud de los mismos.
Estas mujeres dicen yo soy casta, pura y virgen porque lo creen, porque para ellas la virginidad las hace ser mujer y esto es tremendo, pero más tremendo cuando nos damos cuenta de que la compañera de la universidad también lo cree y entonces la idea de este libro es dar cuenta de la dificultad que implica los cambios en las mentalidades y de la configuración de la identidad femenina. Ahí es donde podríamos pensar que ha habido cambios y que es un proceso con mucha tensión. Yo llegué a tener estudiantes en la universidad donde cuando estaba la discusión del aborto me decían “es que el problema de que pase la Ley del aborto es que ahora todas se van a ir de zorras y van a andar abortando”, es decir como si viviéramos en 1940, y la gran pregunta es por qué, pues porque las mentalidades tardan mucho en cambiar. Ha cambiado la ley, pero no en todos los aspectos.
En los años 40 la tensión giraba hacia el conservadurismo, hacia mantener a las mujeres en un espacio acotado con respecto a su sexualidad, quizá hoy en día la tensión va hacia otro lado, pero la tensión existe y ese patriarcado está cambiando, no sé si se va a caer o va a desaparecer, pero sí ha cambiado y eso ha sido un trabajo de las feministas desde los años 90.
–La semana pasada se dio a conocer el caso de Roxana, una joven de 21 años originaria de Oaxaca quien ahorita se encuentra presa debido a que mató a su violador. Ella ha denunciado irregularidades en su proceso y al ver su historia y leer su libro es imposible pensar en que Roxana bien pudo ser una de las mujeres que usted relata en éste, es decir, aunque son épocas distintas, la justicia le sigue fallando a la mujer.
–Irregularidades siempre va a haber y sesgos, en términos de género, hay muchísimos, una mujer carga con un doble señalamiento, el del delito cometido y el de ser mujer. No es lo mismo que una mujer borracha choque en un poste en la madrugada a que lo haga un hombre; tendría que ser lo mismo, pero no lo es, la mejor sigue vista como un objeto sexual, una mujer todavía denosta a otra mujer de zorra, eso sigue ahí y la justicia es la justicia de los hombres, patriarcal, son seres humanos que están jugando desde sus valores. De ahí que la lucha de muchas feministas en la actualidad sea dar cursos para que los jueces tengan una sensibilidad de género y de derechos humanos, eso quiere decir que todavía hay un reto.
Por otro lado, un caso como el de Roxana sería impensable en 1940, impensable que en 1940 llegara una chica y dijera «maté a mi violador», o sea, de entrada era muy complicado, ahora hay un atrevimiento a decir “me violaron y lo tuve que matar”, y eso está bien. Hay una mirada de suspicacia hacia las mujeres, sobre todo si hay sexualidad de por medio, que en el caso de la violación lo hay.
–En su libro expone las historias de mujeres cuyos crímenes se cometieron entre 1930 y 1940, ¿planea en un futuro retomar historias actuales?
–Yo lo que creo es que sí es importante ver patrones de repetición o continuidades, tardan en cambiar, pero mientras lo hacen va desapareciendo lo que había, y apareciendo algo más. En la actualidad eso lo hace mejor un antropólogo, criminólogo o sociólogo. Yo creo que lo ideal sería fortalecer el diálogo entre las disciplinas que se ocupan del presente y la historia que se ocupa del pasado.
En mi caso, sí tengo pensado el viajar más hacia el presente, pero como historiadora nos debemos a las fuentes, es decir, yo no puedo hacer historia sino hay documentos; la antropóloga pueden ir a la cárcel, ese es su documento vivo. Quiero llegar a los años 70, me parece que es una época importante en la modificación del patriarcado, no sólo porque está el feminismo, sino porque las mujeres tienen una consciencia de sí, hay una acción más politizada, está la guerra sucia, el 68 y las mujeres ahí andan, pero me debo a las fuentes, los archivos del Cisen los abrió Fox, los cerró Peña nieto y el Presidente actual prometió abrirlos, pero luego vino la pandemia y entonces cerraron los archivos. Sí pretendo viajar a esas épocas y hacerles justicia a muchas mujeres que se la rifaron, como las que andaban en la guerrilla, las mujeres que torturaron en los años 70 a través de violaciones.
–¿Cómo escogió, de entre tantos casos revisados, estas cinco historias?, ¿tenían una situación en particular que no tenían otros casos de mujeres?
–En términos técnicos lo que tenían era un proceso judicial completo y muy nutrido, que además estuviera registrado en el Archivo de Cárceles y que estuviera en la nota roja, eso era fundamental. Por otro lado que manejara temas pendientes por resolver en la actualidad como violencia domestica, sexual, aborto, corrupción y sexualidad femenina. El último capítulo es muy interesante porque lo que trato de ver ahí es ese temor a la modernización de la mujer que existe hoy en día. Por ejemplo en el caso de Carmen, una mujer que es diferente, que exige otras cosas y sólo por eso hay una criminalización de ese acto, de ser una mujer distinta.
El caso de aborto lo tomé porque es una redada judicial, que es la única que han registrado los historiadores en México. Creo que es un buen caso para reflexionar todo lo que ha pasado con el aborto. Cuando le puse punto final al libro estaba despenalizado en la Ciudad de México y Oaxaca, hoy se suma Veracruz.
En este libro aprovecho esto de la narrativa, sí hago un esfuerzo en donde me aventuro a darle dimensión, a narrar de una manera distinta la historia sin desapegarme de los hechos y que no sólo esté el libro, también que enseñe y que le interese a la gente a entender que el pasado sí nos da cosas. Yo aquí hago todo lo posible por salirme del acartonamiento, narro los casos con suspenso, es una narración desestructurada, no es lineal, viajo del presente al pasado. Que le den una oportunidad al libro y que ojalá les guste.