La falta de dinero para pagar un gimnasio, lo lejano de una zona de aparatos al aire libre y la constante discriminación de la que era objeto por su discapacidad, se convirtieron en las principales motivaciones de Paul, primero para salir adelante de la depresión y las drogas y luego para darle vida a «su» gimnasio, prácticamente de la nada.
Por Juan Manuel Ramírez G.
México, 8 de agosto (EFE).- Aun con una sola pierna, Paul Villafuerte entrena duro en Barras Praderas. En Naucalpan, Estado de México, uno de los municipios con más delincuencia en la entidad, se ubica este gimnasio callejero «sui generis» que promueve la actividad física para rescatar a niños y jóvenes de las drogas y la delincuencia.
Un lote baldío, que era utilizado por el vecindario de Praderas de San Mateo como basurero, fue transformado gracias al empuje y sueños de Paul Villafuerte, quien a los 23 años, hoy tiene 35, perdió una pierna (la izquierda) en un accidente, situación que lo deprimió y lo hizo caer en alcohol y drogas.
«Cuando caes tocas fondo, en el alcohol o en las drogas, tu vida no vale nada y un día dije: hasta aquí», relató este sábado en entrevista con Efe Villafuerte, un joven dicharachero, de hablar cantado y malhablado. Un tipo «de barrio», como él mismo se define.
Paul contó que el deporte siempre le atrajo pero tras el accidente, lo dejó de practicar y subió de peso, tanto que llegó hasta los 120 kilos. «Y en un pierna (…) no podía hacer mis cosas bien, me sentía un inútil y una carga para mi familia», rememoró.
FALTA DE RECURSOS Y DISCRIMINACIÓN
«Para mí siempre fueron críticas, la gente me decía: ‘tú ya no puedes, eres un discapacitado, ya no hagas esto u lo otro’, y esas palabras me dieron la fuerza para no detenerme», expuso.
«Yo hubiera querido escuchar: ‘¡Si se puede!, ¡Vas a poder!, ¡Échale ganas cabrón!’, pero no fue así», contó Villafuerte, quien presume un cuerpo trabajado tras miles de horas en el gimnasio.
El hombre, quien a la menor oportunidad deja lucir sus músculos, suelta interjecciones y frases chuscas como: «Uhlalá», un símil del francés «Oh la la» o «mira nada más este chuletón», que utiliza en referencia a sus bíceps.
La falta de dinero para pagar un gimnasio, lo lejano de una zona de aparatos al aire libre y la constante discriminación de la que era objeto por su discapacidad, se convirtieron en las principales motivaciones de Paul, primero para salir adelante de la depresión y las drogas y luego para darle vida a «su» gimnasio, prácticamente de la nada.
Recordó que un día llegó al gimnasio que asistía y pidió la oportunidad de entrar sin pagar, pero se la negaron. Molesto, regresó a su casa y al pasar por el terreno baldío, a unos pasos de su hogar pensó: «Lo voy a limpiar y voy a poner unas barras (paralelas)».
MANOS A LA OBRA
Aunque en un principio la gente se reía de él, Paul siempre tuvo «el sueño de poner un ‘gym’ gratuito».
Relató que cuando comenzó a retirar la basura y animales muertos del lugar como perros, gatos y hasta un caballo, sus hermanos Arturo y Juan, al verlo motivado y decidido a llevar a cabo un cambio en su vida, le ayudaron a limpiarlo y ya despejado lo primero que instalaron fueron una barras paralelas con tubos reciclados.
De hecho, Arturo contó que Paul estaba tan emocionado por las barras que no dejó fraguar el cemento donde las «plantaron».
Y al día siguiente las «estrenó», pero terminó por aflojar los tubos los cuales esa noche reforzaron para convertirlo en el aparato con el que arrancaron el gimnasio y que luce, como monumento, a la entrada de «La Perrera», como le llaman a este peculiar gimnasio.
«Paul fabricó las barras con sus propios recursos y le sirvieron para ejercitarse», contó Arturo, y recordó que al inicio todos los materiales que ocuparon para «diseñar» los aparatos «era pura chatarra» que, por ser económica, compraban en una recuperadora de metales cercana.
En el lugar se pueden ver bancos de pesas fabricados con vigas y viguetas de acero, además de los tubos para trepar que son los que le han dado identidad al gimnasio Barras Praderas y al que Paul y sus amigos llaman el «Valle del Mamado» (como llaman popularmente a los hombres musculosos en México).
SIN MIEDO AL ÉXITO
Precisamente, algunos vídeos publicados en redes sociales sobre cómo los deportistas cargan pesas y trepan tubos rectos e inclinados fueron los que detonaron la popularidad de Paul.
Para motivar a los jóvenes, Paul ha acuñado una frase que ha sido toda una sensación viral: ¡»Sin miedo al éxito, papi!», una arenga que los impulsa a dar el extra en un momento clave.
«Esa una frase del barrio para el barrio, para todos los que se rompe la cara trabajando todos los días en México. La frase viene de enfrentar sin miedo la adversidad, cualquiera que esta sea», dijo.
Pero además, Villafuerte utiliza una jerga que en México circula en los barrios con palabras y frases como «agárrese machín» (sujétate fuerte) o «eres el perrote mayor» (eres el más grande o el mejor)» y un sinfín de ocurrencias que impactan en los asistentes al gimnasio a quienes de cariño les dice: «mis chavos» (mis hijos) y quienes ven en Paul un ejemplo de superación una motivación.
Por eso en cada oportunidad que tiene, y tras un ejercicio bien logrado, alienta a los jóvenes que asisten al gimnasio que abrió en 2014 y al que regularmente asisten unas 100 personas y que registra hasta unas 600 visitas a la semana.
Además de ejercitarse diariamente, durante dos horas, Paul, sus hermanos y otros asistentes asiduos, se han instalado como los instructores y consejeros de los practicantes, quienes se sienten cobijados bajo su conocimiento y supervisión a la hora de cargar peso, trepar o ejercitarse.
Villafuerte también tiene el objetivo de especializarse como instructor además de estudiar el bachillerato y la universidad.
«La labor de Paul por la comunidad es única, creo que a nivel país», dijo a Efe Francisco Torres, quien asiste regularmente con sus tres hijos al gimnasio y más en tiempos de pandemia «porque en la casa estamos sin hacer nada».
«Es un concepto único, es un gimnasio urbano y aunque está en un barrio difícil -considerado un punto rojo en Naucalpan- es un ambiente sano, nadie se droga, nadie fuma y nadie dice malas palabras», añadió Torres, mientras el resto de asistentes al gimnasio entre sin parar con cubrebocas y a una distancia prudencial.