El tema nos vino de una columna de opinión publicada por eldiario.es –que aquí transcribimos- y obviamente que lo hemos pensado a diario. ¿Está el periodismo en crisis? ¿Ya nadie quiere pagar por el periodismo? ¿El periodismo será un hobbie para profesionales que ocupen su tiempo libre escribiendo notas? ¿Qué opina del periodismo cultural por Internet? ¿Lee por Internet?
Ciudad de México, 8 de julio (SinEmbargo).- Trabajamos en un periódico digital, un proyecto periodístico que busca hacer periodismo en momentos en que todo es información que da vueltas y vueltas, como si fuera siempre el mismo rumor, dado vuelta por alguna mesa de redacción.
La periodista española Cristina Fallarás, autora de su propio desahucio en un libro titulado A la puta calle, dice que el periodismo ha muerto en tanto no cotiza como bien de mercado.
Las personas que leen periódicos o revistas, los que buscan saber qué pasa mirando los noticieros o leyendo esas notas neutras y mal redactadas de las agencias de noticias internacionales se conforman con cualquier realidad. Y realidades hay muchas.
Esa virtual, hecha a base de acumular la misma noticia muchas veces, como en una cadena de montaje a veces fascinante, casi siempre terrorífica, le bastaba al ciudadano de medio pelo para sentirse “informado”.
Pero el periodismo es la historia que descubres pateando las calles y que llegas a mostrar a tu editor con una sonrisa por un lado y un machete escondido entre las ropas por si no se deja convencer.
¿Qué pasará entonces con el periodismo en la era de Internet?
¿Qué pasará sobre todo por nuestros intereses con el periodismo cultural?
Neus Molina, nacida en Barcelona en 1983, se pregunta por el tema en un sistema donde quizás importen otras cosas, al punto de que son muy pocos los medios –este es uno- que promueve y guarda sus espacios culturales.
Molina es cofundadora de La Tremenda, una cooperativa de comunicación y prensa cultural.
EL PERIODISMO CULTURAL EN LA ERA DEL CLICKBAIT
«Ser noticia» en el mundo cultural, decía Juan Goytisolo, puede resultar «un hecho de actualidad efímera o bien de modernidad atemporal, donde las obras están destinadas a perdurar» La noticia sería el poema, estaría en el poema. La noticia no era el cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, la noticia estaba en Don Quijote de la Mancha, estaba en lo que sucedía dentro del libro de Cervantes.
El hecho cultural destinado a sobrevivir a las efemérides. La noticia cultural persitente. Lástima que en la era del clickbait, los mediapartners, la precariedad del sector y el multitasking pocos periodistas busquen la noticia en la cultura «per se»
Rueda de prensa a las 10 de la mañana, un miércoles. Nota de prensa que una agencia de comunicación envía a un editor de un medio cualquiera. «Pásate a ver qué dicen». El periodista va, pero no se queda toda la rueda. No hay tiempo y posiblemente habrá mil noticias más importantes que el último estreno de una compañía de teatro que muy precariamente intenta subsistir.
La pieza está incompleta, poco análisis, errores gramaticales, errores en los nombres de los artistas, errores en los días de funciones. Se publica. Sin comprobar las fuentes, sin profundizar en el contexto. Sin que nadie se dé cuenta. Ni el lector, ni el periodista ni el editor.
Durante el centenario de la muerte de Oscar Wilde, en una entrevista para un medio mexicano, un periodista le pidió a José Emilio Pacheco qué recordaba de su trato con Oscar Wilde. Pacheco, ante lo absurdo de la pregunta, puesto que se estaban conmemorando los cien años de la muerte del poeta, empezó a hacer una larguísima digresión sobre su amistad con Wilde: que si cuando se vieron en París visitaron juntos la gran Exposición Universal donde Wilde se interesó muchísimo por el pabellón de México, que sí que tenían grandes conversaciones… y un largo etcétera de anécdotas inventadas. La entrevista salió tal cual, sin ninguna edición, y no fue precisamente un acto de periodismo literario, sino la velocidad y la falta de rigor del redactor pero también de su editor.
Que la crisis del periodismo es un hecho harto conocido no se les escapa a casi nadie, pero que revierta en la cultura y, por lo tanto, en el periodismo cultural sí que es algo que nos debería empezar a preocupar.
LA TIRANÍA DEL CLICKBAIT
La tecnología e Internet han puesto en alerta el papel y las viejas formas del periodismo abriendo un escenario (de buenas a primeras) mucho más democrático en las temáticas y las voces. Internet ha sido el protagonista de la segunda gran revolución en la democracia comunicativa, después de la invención de la imprenta.
Ya lo decía Víctor Hugo en El Jorobado de Notre Dame, donde dedicaba todo un capítulo a hablar de las posibilidades que abría el libro. Este se convertía en un elemento personal e íntimo para llegar al conocimiento alejado de las paredes colectivas de las iglesias y de los sermones aleccionadores, con historias interpretadas y leídas por el poder eclesiástico. Internet, en su concepción de herramienta democrática, ha sido en buena parte la víctima y el verdugo del fin del rigor periodístico.
La gratuidad y la inmediatez han convertido a los medios digitales, y especialmente sus secciones de cultura, en contenedores de soft news y titulares engañosos que arrastran al click intuitivo y morboso.
Así, la supuesta libertad de acción, lectura, goce e interpretación que ofrecía el libro, se ve en la era digital truncada por el algoritmo. Facebook escoge las noticias que piensa que tú quieres leer, tú haces click, el medio suma lectores y cuanto más lectores (o gente que abre la noticia, leer ya es otro tema) más alto es el coste monetario de la publicidad: los adds y los molestos banners o incluso aquellos anuncios de 30 segundos.
La cultura que dio lugar al periodismo –grandes escritores y críticos como Dickens publicaron en los primeros diarios existentes– vuelve por la puerta de atrás.
Cultura entendida como sociedad y espectáculo, donde la farándula y el amarillismo se mezclan con noticias inverosímiles de titulares llamativos dispuestos a que «piques», a que hagas click.
El clickbait abandona la tesis que el lector tiene que ser un ente exigente y con ganas de estar informado. Lo ningunea. El lector para la prensa digital es un curioso dispuesto a pasarse el rato mirando gatitos o haciendo chascarrillos sobre la última separación de Hollywood.
La publicidad y la inmediatez condicionan la profesionalidad y la elección de las temáticas, condenando a la precariedad económica a los redactores y a la precariedad cultural a los lectores.
Si la cultura tiene que ser una arma transformadora, una guerrilla desde donde practicar cambios de paradigma, hace falta que se le otorgue el valor de ágora, de espacio de debate y de intercambio.
Hace 80 años Harold Ross director del The New Yorker inventó el concepto «literature of fact». Nada se publicaba si no había pasado un control riguroso (fact check) sobre las fuentes, los hechos, las fechas… Los textos eran editados y corregidos hasta el más mínimo detalle. El lector recibía unos materiales periodísticos contrastados donde el engaño o la manipulación no tenían cabida, o al menos esa era la intención.
EL PERIODISMO ES DE QUIEN LO PAGA
El fracaso de los medios gratuitos en términos periodísticos está dando lugar a que una serie de publicaciones reivindiquen el papel y otras maneras de subsistencia basadas en estructuras cooperativas, donde los socios y subscriptores ocupan un lugar central. El papel y la imprenta como herramienta para ser cuidadosos. La belleza del tacto y los tiempos de reflexión, de análisis, de pensamiento y de corrección. La importancia del lector como ser con conciencia crítica.
El periodismo es de quien lo paga. Hará falta por lo tanto que reflexionemos sobre el precio del trabajo y sobre la economía del periodismo. Si queremos ser lectores y periodistas respetados tendremos que entender que economizar en periodismo quizás es aceptar la manipulación de los poderes fácticos que operan bajo la publicidad.
La objetividad informativa y la elección de temas en la esfera cultural no pueden venir condicionadas por mediapartners que son bancos, marcas alcohólicas o instituciones públicas. La cultura, como el espíritu de Don Quijote debería ser libre. Libre para pervivir.
PERIODISMO CULTURAL EN MÉXICO
El futuro del periodismo cultural en México es el Internet y las redes sociales ya que vivimos en una sociedad sumamente tecnológica en donde las revistas y los suplementos culturales se vuelven insostenibles por los costos, coincidieron Pilar Jiménez Trejo, René Avilés Fabila, José Luis Martínez y Vicente Francisco Torres, participantes en la celebración del 64 aniversario de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, en 2013.
Reunidos en la mesa de “Periodismo cultural y literatura”, José Luis Martínez, cronista de Milenio, recalcó la importancia de la literatura en el periodismo, enfatizando que “el periodista debe leer más de lo que escribe” y que la prensa escrita debe tener una característica: estar bien redactada con rigor y calidad.
En el Primer Seminario Iberoamericano de Periodismo y Patrimonio Cultural 2011, en Palenque, Chiapas, Eduardo Fabregat, redactor y editor de la sección Cultura y Espectáculos del diario Página/12 de Argentina, manifestó que la manera de enfrentar la tarea periodística no cambia pese a la transformación de las plataformas tecnológicas en que puede ser presentada la información, el riesgo que sí establece “el imperio de Internet y la interconexión es el de la denigración del lenguaje.
“Internet es tan veloz, tan rápido, nos pone en el aquí y en el ahora, que se comete el error de que el lenguaje también debe ser igual y atendemos a fenómenos de escritura que son una aberración, de acuerdo a nuestros estándares de periodismo. ‘Un párrafo de dos frases, punto aparte. Dos frases, punto aparte’. Y se terminó la nota.
“El tema de ser rápido y veloz, y enganchar al lector bajo la aprehensión de ser ‘brillantes’ para que el internauta no haga clic en otro portal, lleva a una situación algo frenética y, por tanto, a descuidar el lenguaje, en el peor de los casos. La q y la k terminan convirtiéndose en palabras. Creo que en estos momentos tenemos que volver a dotar de vida a la palabra que fue sacrificada en el altar de la información veloz, de lo audiovisual”.
Alonso Arreola, habitual colaborador del Suplemento Cultural de La Jornada, se siente «afortunado» por poder colaborar con este medio, que «a pesar de todos los problemas que está teniendo por estos días, todavía privilegia el espacio de reflexión propio para este género».
Músico, escritor y periodista, Alonso considera que «en el periodismo cultural por Internet se hace cada vez más difícil profundizar. Todo cae a un pozo y luego se hace un lago donde todos nos podemos inundar. Claro, hay excepciones que van mucho más allá de los 140 caracteres, pero la moda es lo superficial, lo banal».
Para Paola Tinoco, escritora y promotora cultural, «no es necesario volver al papel, sino proponer temas de interés en ambos formatos. Por otro lado, se alcanza un mayor número de lectores en Internet porque el target es de personas de entre 15 y 65 años y alcanza a varios países. En el papel se limita a una ciudad o un país y el promedio de edad oscila entre los 30 y los 80 años. Son menos, pues».
«Las resistencias de hace algunos años de aceptar los espacios digitales como lugares donde es posible una crítica y discusión seria se han disipado. Creo que la posibilidad de foros y réplicas instantáneas disponen ya de otra manera al periodista o crítico frente a los temas que trabajan. En mi propia experiencia, hacer crítica cultural en periódico me parecía arrojar una botella al mar. Ahora se producen diálogos inmediatos, en donde el lector puede hacerte notar aristas sobre el tema que tú mismo no habías percatado. La hondura en el tratamiento de un tema no está en el soporte, sino en quien lo escribe», opina Felipe Ríos, escritor y académico.
«La diversificación del periodismo cultural mediante internet me parece valiosa, porque permite a diversos medios construir propuestas que, cuando no siguen las directrices de las grandes transnacionales, realizan proyectos muy interesantes y diversos. El problema es que hay una relación directa entre «virtualidad» mediática y «flexibilización laboral», que es más bien precarización generalizada. Hace pocos días cerraron Terra y muchos contenidos quedaron, tal vez, sin respaldo. Cómo movernos en una cultura de este tipo? Cómo consulto en un futuro posible los archivos de Terra, por ejemplo? La información no solo sirve a un hiperpresente, sino también construye realidades mediante análisis posteriores donde lo material cumple un rol, creo yo, muy importante», se pregunta el escritor chileno Emilio Gordillo.
«Otra cosa es la información periodística twiterizada, donde siempre es muy difícil huir de lo inmediato. No soy un enemigo de estos medios, en absoluto, pero imagino que el mismo mercado irá necesitando suplir los espacios que la twiterización del periodismo cultural ha hecho proliferar de tics, muletillas o información poco reflexiva acerca de temas, proyectos o discusiones que, antes, si bien eran más lentas en su difusión, permitían un mayor grado de profundidad. Yo, la verdad, ya estoy aburrido de estos moldes de «las diez cosas importantes para…». Ha llegado el punto en que me las salto, veo pasar información y no la leo, no la abro. Tampoco esas noticias manipuladores que en la bajada te dejan un enigma mezquino. No pongo atención en absoluto a esta circulación de info», concluye.
«Veo dos vertientes. La primera de ella es muy rescatable, casi cualquiera puede montar una entrevista, una revista, ya no se tiene que ser un gran medio para poder llegar a más lectores. La parte menos rescatable que yo creo que hay que regresar al papel, hay que redignificar la fotografía impresa, las palabras que se vuelen, los espacios comunes que sólo se dan en el papel», advierte Alejandro Cárdenas, cineasta.
«Personalmente sí leo Internet, leo algunas revistas culturales, sobre todo nórdicas, que tienen una gran movida, pero también es cierto que soy un enamorado de ir al Sanborns y de leer las revistas en forma gratuita, soy un enamorado de la nostalgia que significa tomar el periódico y leer un ensayo literario, o una crónica cultural», añade.
Para el director de la revista Horizontum, Roger Vilar, «piensa que en unos 20 años ya no habrá periódicos impresos».
«Revistas creo que sí, pero se irán convirtiendo, las que queden, en una especie de objeto de lujo, superbien diseñadas, vamos, que puedas presumir en la sala de tu casa», agrega.
«Considero que el periodismo cultural por Internet es una necesidad, derivada de la constante (y permanente) proliferación de lo que a regañadientes señalo como “productos culturales”, así como de la necesidad de una sociedad que se acostumbra cada vez más a absorberlos y consumirlos con igual rapidez. Hace frente a una demanda que nació con las redes sociales, la de mantenerse “informado” en torno a los últimos acontecimientos y las tendencias más actuales. Esto se hace en un contexto, sin embargo, en donde su apertura y disposición (cosa que se mantenía dentro de un círculo más o menos cerrado en la era dorada del periódico o suplemento cultural impreso) hace más democrática la discusión, pero por otro lado, se presta a una simplificación tanto de los contenidos (por la prisa de la lectura en línea) así como de la profundidad de las discusiones, de modo que tienes, en las redes, a los creadores en intenso y preclaro debate sobre sus obras o las obras de otros, a los diletantes que generan sus críticas en tiempo real (desde la comodidad de sus aparatos electrónicos) y a una bandada de trolls – que surgen de los rincones y las cloacas de este mundo tan extraño—dispuestos a ridiculizar, minimizar o simplemente molestar a los participantes», opina el escritor y académico Alejandro Espinoza.
«No obstante esta dinámica, la presencia del periódico cultural en línea hace mucho más accesible el encuentro con la obra de artistas, músicos, escritores, cineastas, etc., de lo que habíamos gozado en el pasado. ¿No es necesario volver al papel para alcanzar la profundidad y reflexión que hace falta en el género? Creo que es una problemática de doble partida. Por un lado, tenemos que el periódico cultural en su fase impresa (que a mi parecer fue la extensión de la sección editorial de los antiguos periódicos, así como de las charlas de Salón o de café en el siglo XIX), constituyó una suerte de hegemonía del campo cultural, de donde surgieron figuras de autoridad que legitimaban o denostaban el trabajo de los creadores (y que muchos de ellos actualmente sufren enormes dolores de cabeza, porque no entienden los modos como un comentario, observación o columna editorial es desmenuzada actualmente en las redes)», agrega el autor de la novela En los tiempos de la ocupación.
«Se extraña, en cierto modo, dicha hegemonía, puesto que el ejercicio crítico y de análisis era delegado a quienes se legitimaban como los especialistas en el ramo y le otorgaba certeza al lector sobre los rumbos que estaba tomando la cultura y las artes en su momento. Pero el proceso democratizador que menciono antes, también ha traído consigo una manera más abierta, más incluyente, de formar parte de la discusión. Por otro lado, debido a las dinámicas de lectura que se han desarrollado en las redes sociales, surge otra problemática: ante la proliferación de un periodismo cultural que proviene de muy diversos espacios (desde la oferta que emana de periódicos que migraron a las redes, pasando por el periodismo extendido y comprometido de SinEmbargo, hasta los blogs personales de críticos y opinólogos de muy diversa índole), el ejercicio de difusión y de captura de públicos lectores hace casi imposible la generación de un contenido profundo, extendido y, sobre todo, que pueda alojar una perspectiva mucho más sensible al tiempo y a la posible trascendencia de lo que en la cultura y las artes se produce».
«Todos los días, toda clase de publicaciones, aunque evito la sección de comentarios, porque la experiencia es similar a la de arrojarse desnudo y de cuerpo entero a un alambre de púas», dice a la pregunta de si lee por Internet.
«Leo frecuentemente en internet, pero debo confesar que cuando se trata de textos largos me cuesta más trabajo. Prefiero cosas más gráficas, y si es posible, con video. Sin embargo, esto no quiere decir que las piezas que leo en internet (éstas con vídeo y fotos, y textos más breves) no sean profundas y serias, bien reporteadas. Creo que el periodismo hoy exige manejar más lenguajes; en los talleres que doy les digo a mis alumnos que ya no es suficiente con escribir un buen texto, que ahora tienen que saber hacer fotos, gráficos, vídeo, etc. No podemos seguir haciendo periodismo como hace 20 años, o incluso 10, porque entonces sí lo estamos condenando a muerte.», dice la reconocida periodista Irma Gallo.
Abocada a su Libreta de Irma en la red, dice que «en cuanto a lo de volver al periodismo en papel, te voy a decir que también disfruto mucho leer las historias de 7 páginas (a tres columnas) de The New Yorker. Y esto tiene que ver con que están muy bien escritas. Y ahí sí no extraño imágenes (aunque tienen unos caricaturistas prodigiosos), ni vídeo, ni gráficos ni nada.
Me gustan también las historias que publica Gatopardo, aunque aquí sí las fotografías juegan un papel trascendental. No son adornos, sino un lenguaje periodístico que corre al parejo del texto».
«¿Me estoy contradiciendo con lo que escribí al principio? No. Creo que el periodismo diario, el de la nota, la entrevista de coyuntura, la crónica de la marcha o del funeral (otra vez, coyuntural) ya no sobreviven sin lo que mencioné antes. ¡Qué aburrido es leer la nota de la inauguración de una exposición sin ver las imágenes de las obras, aunque sea una o dos! Pero el buen periodismo narrativo, ése que cuenta historias (en el uso del término que le dan los gringos: reportajes amplios de investigación, perfiles a profundidad, etc.) si está bien escrito y bien investigado no necesita más que el papel. Y así se disfruta mucho», concluye la periodista de Canal 22.
«Creo que el periodismo cultural puede perfectamente sostenerse en las plataformas digitales, lo han demostrado medios nacionales e internacionales. Leo sobre cultura en Internet, lo hago con frecuencia y mucho más de lo que leo sobre cultura en impresos. No me parece que sea necesario el medio impreso para dar hondura, profundidad, contrastar visiones, añadir puntos de vista», opina la poeta y periodista Julia Santibáñez.
Para el periodista y escritor venezolano Daniel Centeno Maldonado, director de la revista Coroto, leer por Internet «en algún momento pensé que era una herejía. Yo, que siempre he sido de la vieja escuela de tener el soporte en papel, consideré que este cambio nunca sería posible ni tan efectivo. Creo que de forma un tanto involuntaria me he percatado de que todo tipo de periodismo (no sólo el cultural) ya ha alcanzado un buen desarrollo en Internet. Sólo fue cuestión de tiempo para que se perfeccionaran los soportes y comenzara a andar el hábito lector».
No cree que es necesario volver al papel. «Yo no lo creo. Es obvio que prefiero tener un libro en papel que un ebook, con lo cual mi primera oración es un tanto contradictoria. Pero, tal como dije antes, involuntariamente me he dado cuenta de que en muchos momentos me he vuelto afín a leer en la pantalla. Te pongo el ejemplo que tengo más a mano: la revista española JotDown Cultural. No hay un día en el que no me meta en la web para ver qué nuevo contenido han colgado. Sé que tú también la habrás leído y habrás notado que se trata de trabajos sin límite de extensión (a veces, uno puede echarse más de una hora haciéndole scroll down a la pantalla). Trabajos que pertenecen a un periodismo que cada vez más ha sido marginado en el papel. De hecho, podría contarte historias de escritos rechazados en medios tradicionales y que terminan entrando en JotDown con un éxito incontestable. Lo otro que siento que tienen a favor en este tipo de páginas es lo que sigue: el uso de los hipervínculos. Ahora cuando se habla de cierto color en la voz de un cantante, de una secuencia memorable o de una imagen distintiva, lo único que debes hacer es darle click al enlace y ahí comprobar si se corresponde con la descripción o epíteto que le adjudicó su autor en el escrito. De verdad, enriquece la experiencia lectora y la absorción cultural. Con ese medio, por ejemplo, me ha pasado algo un tanto ilustrativo: tengo varias de sus revistas en papel, pero prefiero irme a su versión web», dice Daniel.
De todas maneras, y retomando mi experiencia personal, creo que al principio todo fue una necesidad de los tiempos. Cuando no podía gozar de un número de Radar, de El País, de la Rolling argentina o de cualquier otro medio que me interesara, no me quedaba otro remedio que buscar su versión electrónica. Ahora mismo, como venezolano del exilio, me pasa lo mismo a la hora de leer noticias de mi país (no sólo políticas). Lo raro es que, aunque ya me he vuelto un lector de pantallas de computadoras (los nuevos papiros de la entropía), no sucede lo mismo cuando se trata de libros. Aún prefiero consumirlos en papel, y ver cómo poco a poco el lomo se va empequeñeciendo en vez de ver un número kilométrico en el kindle que parece aminorar a paso de larva. Y eso que en el ebook puedo saber el significado de una palabra sin abrir un diccionario o incluso dormirme en la noche sin hacer el esfuerzo de apagar la luz de una lámpara. Cosas veredes, amigo Sancho.
«Con respecto a la profundidad y reflexión me parece que eso suele ser más un problema del periodista o de las firmas que están saliendo ahora de las escuelas. Por ejemplo, buena parte del material de Alberto Salcedo Ramos ha sido publicado en excelentes revistas y también en páginas web. Entonces, leerlo a él en internet o en papel es lo mismo en cuanto a contenido. No obstante, algunas universidades parecen estar creando un periodista-orquestas que suelen ser rentables en términos de dinero para los medios. Es decir, ahora la apuesta parece estar enfocada en profesionales que sepan tomar fotos, tengan conocimientos de webmaster, de diseño y de mil programas audiovisuales, que ahorran la contratación de antiguos expertos en cada una de estas áreas, en favor de un redactor mil usos cuyo dominio del idioma, del conocimiento de su profesión o del oficio indagatorio sea lo de menos. Entonces, el soporte no es el anticristo como tal. La culpa podría estar, más bien, en ciertas escuelas y medios. Recomiendo que se investigue, por ejemplo, el pensum, preparación de profesores y guerras institucionales del Departamento de Periodismo de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez para que se comprueben algunos vicios in situ», concluye.
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