El mero hecho de elegir este lugar para su mayor acto público pone un incómodo foco en la incapacidad de las autoridades por solucionar problemas como la desigualdad, la delincuencia, la corrupción de la policía o la falta de servicios dignos pese al empeño del presidente Enrique Peña Nieto por mostrar al mundo un México moderno, próspero y reformador, dice la agencia Associated Press.
Por María Verza
ECATEPEC, México, 8 de febrero, AP.- Una tarde de septiembre de 2014, Mariana Yáñez, de 18 años, salió de su casa en un suburbio de Ciudad de México a hacer unas copias. Nunca más se supo de ella.
Las autoridades primero pensaron que podía estar en Veracruz, víctima de trata de personas. Cuatro meses más tarde dijeron a su madre que habían encontrado la cabeza y los muslos de su hija dentro de un saco en el Río de los Remedios, un canal de aguas negras.
No hubo más explicaciones.
La desaparición de Mariana no es algo excepcional. Es el pan de cada día de demasiadas familias mexicanas, muchas de Ecatepec, donde el domingo el Papa Francisco tendrá el acto más multitudinario de su viaje a México: una misa en un terreno baldío de un centro de estudios, a solo unos kilómetros del Río de los Remedios.
«Y no es solo una hija», dice Guadalupe Reyes, madre de la estudiante. «Son miles».
Francisco ya ha arremetido contra la violencia, la corrupción y el crimen organizado y se espera que lo haga de nuevo en Ecatepec, un suburbio de 1.6 millones de habitantes al noreste de la capital, crisol de los principales males del país.
El mero hecho de elegir este lugar para su mayor acto público pone un incómodo foco en la incapacidad de las autoridades por solucionar problemas como la desigualdad, la delincuencia, la corrupción de la policía o la falta de servicios dignos pese al empeño del presidente Enrique Peña Nieto por mostrar al mundo un México moderno, próspero y reformador.
«Su Santidad estará en lugares violentos, pobres y miserables del país, y los gobernantes no pueden tapar el sol con un dedo», decía un reciente editorial del semanario Desde la Fe, de la arquidiócesis capitalina. «La basura permanece debajo de la alfombra roja y Francisco no vendrá al relumbrón de limpieza y pulcritud de ocasión, ni por los papelitos de colores o la retórica estéril… Los mexicanos queremos paz, necesitamos la verdad, no la burocracia numérica. La misión no está cumplida».
Conocido por su trabajo en los suburbios de su Buenos Aires natal, Francisco no es ajeno a estas realidades y siempre ha enfatizado su interés por la «periferia», por lo olvidado.
Ecatepec es el municipio más poblado del país. Forma parte del Estado de México, cuna y trampolín político de Peña Nieto (2005-2011), y uno de los pocos estados donde no ha habido transición política: el Partido Revolucionario Institucional (PRI) leva anquilosado en el poder desde 1920.
Olvidada por las instituciones —salvo cuando los políticos están en campaña y ansían votos— los analistas coinciden en que Ecatepec es sinónimo de corrupción, violencia, impunidad y clientelismo. También de un desarrollo urbano desordenado que se ha comido los cerros y ha creado preocupantes bolsas de pobreza frente a zonas prósperas y área industriales que, junto al resto del estado, aportan casi el 10 por ciento del PIB del país.
El investigador Víctor Manuel Sánchez asegura que en 2014 llegaron a convivir aquí cinco cárteles. Y la delincuencia ordinaria saca provecho de la falta de oportunidades para los jóvenes y de la corrupción de la policía, que en 2015 llevó a que prohibieran temporalmente a los agentes poner multas para controlar las extorsiones.
México sigue entre los países más corruptos, según Transparencia Internacional, y es el segundo con más impunidad, de acuerdo a la Universidad de las Américas de Puebla. En 2015 los homicidios crecieron un 9 por ciento pero en algunos puntos acosados por los cárteles se dispararon al nivel de Honduras o El Salvador.
Las mujeres son uno de los grupos más vulnerables. Según el Observatorio Nacional del Feminicidio, al menos mil 554 están desaparecidas desde 2005 solo en el Estado de México, cifras que hicieron que el gobierno federal lanzara un alerta por estos crímenes en 11 localidades del estado.
Según María de la Luz Estrada, coordinadora del Observatorio y también abogada en el caso de Mariana Yáñez, el problema se concentra en Ecatepec.
La madre de Mariana dice que quiere contar su historia a Francisco. Decirle por qué no confía en las autoridades que cree coludidas con la delincuencia organizada. Transmitirle el dolor que sintió cuando un policía le dijo que encontraron «39 cuerpos, o trozos de cuerpos» al drenar el Río de los Remedios y su desesperación cuando las autoridades negaron el hallazgo y no se molestaron en averiguar a quién pertenecían todos esos restos.
«Nunca investigaron», lamenta la madre de Mariana. «Por eso quiero hablar con el Papa».
Numerosas organizaciones de víctimas, como la que apoya a esta madre, han solicitado audiencia con Francisco pero ningún encuentro está confirmado. El episcopado mexicano no descarta «sorpresas» pero insiste en que la agenda está ajustada.
El pontífice no ha sido ajeno a este tipo de sufrimiento. En marzo de 2014 participó en una vigilia con víctimas de las mafias en Roma; ha cerrado las puertas a la corrupción a la voz de «pecadores sí, corruptos no»; y se ha solidarizado ante algunos de los sucesos más dramáticos de la historia reciente de México como la desaparición de 43 estudiantes en Guerrero.
En una polémica carta privada de hace un año a un sacerdote de su país incluso alertó del peligro de una «mexicanización» de Argentina. «Estuve hablando con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror», escribió entonces.
En vísperas de su viaje, del 12 al 17 de febrero, dijo que rezará junto a los mexicanos que enfrentan «su pedacito de guerra». «El México de la violencia, de la corrupción, del tráfico de drogas, de los cárteles, no es el México que Nuestra Madre quiere».
El nuncio apostólico, Christophe Pierre, ha dejado claro que Francisco, que generalmente toca temas espinosos con gran diplomacia, no viene a resolver los problemas del país ni a hablar de política. Es un viaje pastoral.
Pero un mero mensaje de esperanza no será suficiente, dice María de la Luz Estrada.
«La esperanza pierde sentido si no se habla con la verdad y la justicia», afirma. «Espero que emita una palabra fuerte de aliento y fe pero apelando a que las autoridades asuman su responsabilidad para no seguir con demagogias y simulaciones».
Visibilizar estos problemas es el principal objetivo de las organizaciones de derechos humanos. Las autoridades quieren justo lo contrario y han blindado la ciudad para evitar sustos.
A las seis bases mixtas de la marina, el ejército, la policía federal y estatal que ya existen en Ecatepec se unirán 10 mil agentes estatales y de la guardia presidencial.
«Nos avisaron que no nos dejarán ir a la misa con mantas (carteles) o fotografías», comenta preocupada Guadalupe Fernández madre del ingeniero José Antonio Robledo, desaparecido en 2009 en el norte a manos de los Zetas. «No sé qué vamos a hacer».
Si finalmente consigue un boleto para el acto de Ecatepec, al que acudirán 300 mil personas, será la segunda vez que vea al Papa. Estuvo en la vigilia de Roma, entonces sí, con su hijo colgado del pecho y gritando: «Santo Padre, pida por que encontremos a los desaparecidos de México». Francisco retrocedió para darle un sentido apretón de manos.
Ahora espera que el Papa se pronuncie por los más de 27 mil desaparecidos y de 100 mil muertos de México desde 2006, cuando empezó la lucha frontal contra los cárteles.
Posters y grafitis con la imagen del pontífice se multiplican en la ciudad donde se terminan de acicalar los edificios y las calles del recorrido en papamóvil. La policía, denuncian los vecinos, ‘limpian’ esos mismos lugares de migrantes y vagabundos e intentan tapar todo suceso violento.
No siempre pueden.
Mientras los obreros ultimaban el lugar desde donde se oficiará la misa, a pocas cuadras aparecía un ejecutado. La prensa local dice que tenía señales de que intentaron quemarle.