Una de las complicaciones que pueden ofrecer los piercing orales que se colocan en la lengua es que, si estos son grandes, pueden impedir el acceso de aire por la boca, una de las vías respiratorias, y «durmiendo principalmente se pueden ocasionar problemas», advierte el odontólogo.
MADRID, 07 de julio (EuropaPress).- La Academia Dental Americana (ADA) alerta de que los piercings son una forma popular de expresión personal, que a priori pueden parecer algo atractivo, si bien el perforarse la lengua, o los labios, por ejemplo, puede interferir en el habla, en la masticación, o en la deglución.
Y es que, aunque los últimos años haya descendido esta moda, según reconoce en una entrevista con EuropaPress el secretario tesorero de la Sociedad Española de Prótesis Estomatológica y Estética (SEPES), el doctor Jaime Jiménez, sigue habiendo jóvenes que los demandan.
En concreto, el director médico de la Clínica Ciro de Madrid y responsable del área de Implantología dental de la Universidad Europea de esta misma ciudad detalla que las cuatro zonas donde los piercings orales se pueden colocar son: lengua, labio, frenillo y en los dientes.
«Es muy importante tenerlo bien controlado y el odontólogo tiene mucho que decir en estas zonas porque generan muchas veces traumatismos en los dientes. Se trata de un metal que de forma inconsciente traumatiza el diente, genera golpecitos en el mismo, lo que acaba dañándolos», subraya.
Así, el miembro de SEPES cita que los daños más frecuentes que se producen como consecuencia de los piercings orales son las microfracturas del esmalte y una «hiperemia pulpar», una inflamanción de la pulpa dentaria como consecuencia de esos traumatismos. «Esto genera en un principio molestias en el diente, que pueden evolucionar incluso en la pérdida de la pieza dentaria al dañarse el nervio del diente, de forma que éste se tenga que endodonciar y si el traumatismo se perpetúa se pierda el diente al final», explica el odontólogo.
En el caso de uno de los piercings orales más demandados últimamente, los famosos diamantes o brillantes que se pegan al diente, el doctor Jiménez señala que hay muchos factores a controlar de forma específica ya que el adorno va a adherido sobre el diente, y para ello previamente éste se debe grabar y preparar para pegar el piercings, de forma que en última instancia no se mantiene el diente en su estructura, y esto se puede modificar ya de por vida. «Generas una rugosidad con un ácido y sobre ésta pones un adhesivo para que el diamante se pegue bien», indica.
INFECCIONES
En el caso de los piercings linguales, labiales o en el frenillo, el director médico de la Clínica Ciro de Madrid subraya que es muy importante el mantenimiento en los mismos, ya que para su colocación se hace un agujero que si no se limpia asiduamente pueden surgir problemas como sensibilidad en los dientes, una mala cicatrización de la herida, que después puede ir al torrente sanguíneo general del cuerpo.
En este punto, Jiménez hace hincapié en que en la boca hay bacterias «muy nocivas», que como vayan al torrente sanguíneo son muy difíciles de controlar incluso hospitalariamente. «Por ello debemos mantener una higiene muy correcta, limpiar bien esas heridas y entender que son nocivas las bacterias», recalca.
Otra de las complicaciones que pueden ofrecer los piercings orales que se colocan en la lengua es que, si estos son grandes, pueden impedir el acceso de aire por la boca, una de las vías respiratorias, y «durmiendo principalmente se pueden ocasionar problemas», advierte el odontólogo.
«La boca es un entorno húmedo donde enormes cantidades de bacterias se reproducen, un lugar ideal para una infección. Una infección puede convertirse rápidamente en una amenaza para la vida si no se trata de inmediato. También es posible que, debido a un piercings, la lengua se inflame y la vía respiratoria pueda bloquearse», avisa por su parte la Academia Dental norteamericana.
DAÑAR A LAS ENCÍAS
Aparte, el secretario tesorero de la Sociedad Española de Prótesis Estomatológica y Estética remarca que, según donde estén localizados los piercings orales, también pueden ocasionar traumatismos o roces en la encía, cuyo grosor es muy fino, de 0,5-1mm, de forma que al final ésta puede sufrir y retraerse, así como inflamarse.
«La costumbre de morder o jugar con un piercing puede lastimar las encías y dar lugar a dientes sensibles, astillados o rayados. También puede dañar los empastes», agrega la ADA en este sentido, al mismo tiempo que recuerda que también es posible que se den reacciones alérgicas en la zona perforada o se produzcan daños en los nervios después de una perforación, llegando a afectar al sentido del gusto, o a la forma de mover la boca.
También apunta que los piercings orales pueden hacer que la persona babee en exceso ya que, según indica, una lengua perforada puede aumentar la producción de saliva, al mismo tiempo que pueden perjudicar las revisiones en el dentista, debido a que la joyería podría interferir en el cuidado dental al bloquear las radiografías.
«Es muy importante que todo el proceso de colocación de un piercing oral esté controlado por un odontólogo siempre para verificar que no haya bacterias activas en la boca, y para que durante la cicatrización un profesional sanitario prescriba pomadas médicas», sentencia el doctor Jaime Jiménez.