Un nuevo estudio de la Universidad de Florida Central defiende la conexión emergente entre el autismo y el microbioma humano, poniendo el foco sobre el peligro del consumo de procesados en la dieta de la madre.
Ciudad de México, 07 de julio (TICbeat).– Una nueva investigación que ha visto la luz en la revista Scientific Reports abre la posibilidad a que el autismo tenga relación con el microbioma intestinal y con el consumo de determinados alimentos por parte de la madre. En concreto, los altos niveles de ácido propiónico (PPA), que se utilizan en los alimentos procesados para prolongar su vida útil e inhibir el crecimiento de moho, parecen reducir el desarrollo neuronal en los cerebros fetales.
Como escribe el equipo de Latifa S. Abdelli, Aseela Samsam y Saleh A. Naser, el trastorno del espectro autista (TEA) está marcado por la neuroinflamación y los síntomas gastrointestinales. El espectro incluye diversos niveles de comunicación social deficiente, así como comportamientos repetitivos que impiden el progreso del aprendizaje de un niño y la capacidad de relacionarse con los demás.
Por el momento no se conoce qué origina el autismo, con el que se asocian miles de genes. Por ahora la ciencia estima que se trata una interacción entre las fuerzas genéticas y ambientales, incidiendo factores diversos, desde la edad avanzada del padre a la presencia de altos niveles de contaminación.
La reciente investigación, llevada a cabo en la Universidad de Florida Central, se centró en las anomalías del sistema inmunitario materno. Naser, quien se especializa en la investigación de gastroenterología, se centró en la PPA, ya que previamente había observado altos niveles de este ácido carboxílico en muestras de heces de niños con autismo.
El exceso de PPA -ácido que se produce de forma natural en el microbioma humano pero que si se consume por las madres mediante la ingesta de alimentos procesados- reduce la cantidad de neuronas en el cerebro y, al mismo tiempo, produce en exceso la producción de células gliales, lo que propicia inflamación, uno de los marcadores de autismo.
El descubrimiento del PPA se remonta a 1844, momento en el que fue descubierto por el químico austriaco Johann Gottlieb. Este componente está presente productos como granos, productos horneados y queso. Su uso está aprobado en la Unión Europea, Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda.
Investigaciones anteriores han relacionado demasiada PPA con irritaciones de nariz y garganta, defectos de nacimiento y cáncer -en investigaciones con ratas-. Aunque generalmente se considera de baja toxicidad si se ingiere, este estudio de UCF sugiere que sus efectos en el microbioma materno son mucho mayores de lo que se imaginó anteriormente. “Esta investigación es solo el primer paso hacia una mejor comprensión del trastorno del espectro autista“, apuntan sus autores, que esperan continuar ampliando las investigaciones al respecto.