En 1975, el ilustrador Hans Hillmann convirtió un pequeño relato casi desconocido de uno de los padres del hard boiled en una obra de arte: Matamoscas, escrito Dashiell Hammett, llega ahora a nuestras librerías de la mano de Libros del Zorro Rojo.
Ciudad de México, 7 de julio (SinEmbargo).-Aunque el noir se llame noir, en realidad siempre fue metafóricamente la exploración de los grises. La imagen mental del género nos lleva directamente a pensar en el gris heredado del expresionismo y traducido a la Norteamérica de la primera mitad del siglo XX, pero meditado, también nos puede guiar por el oscuro y amplio terreno gris de la moral.
Así lo debió pensar Dashiell Hammett, uno de los padres del noir, cuando leía a Edgar Allan Poe y Agatha Christie entre los ratos que le dejaba el trabajo en la granja de su familia y sus estudios. A la tempranísima edad de trece años, Hammett dejó la escuela para ganarse la vida en trabajos de poca monta hasta que se incorporó a la Agencia de Detectives Pinkerton, germen del FBI.
Empezó a publicar, como otros tantos, en la revista Black Mask, donde consiguió cierta popularidad gracias al revés oscuro que la novela policíaca tomó en su prosa: sucia, violenta y, a veces, brutal. Por ello se le consideraría el creador del hard boiled, aunque no fuesen sus relatos pulp los que le granjearían la posteridad, sino un detective ficticio llamado Sam Spade, protagonista de su novela El halcón maltés (1930) e inmortalizada una década después con la película homónima de John Huston con un Bogart más Bogart que nunca en el papel del cínico investigador.
Poco después de alcanzar la fama, Hammett empezó a dejar de lado su labor literaria para plantar cara a la caza de brujas de McCarthy, que terminó llevándole a prisión por no delatar a miembros del partido comunista. Tuberculoso y cansado, salió de prisión con pocos amigos y muchas deudas, que le hicieron pasar el resto de su vida en el anonimato. Murió de cáncer de pulmón en 1961 aunque, según Josephine Hammett, su hija, “no dejó de escribir hasta el final de su vida, lo que dejó de hacer fue acabar lo que escribía”.
Llega Matamoscas, una exploración gráfica del noir a medio camino entre el cine clásico y las nocturnidades de la pintura de Edward Hopper, auspiciado por un relato olvidado de Dashiell Hammett.
Años después, un diseñador gráfico alemán que trabajaba en el cartelismo cinematográfico desde los años cincuenta, rescató una obra del olvido una de aquellas obras de Hammett. Se llamaba Hans Hillmann y, aunque la historia no lo ha tratado tan bien como a su coetáneo Saul Bass, firmó más de un centenar de pósters en la época en la que el cartelismo cinematográfico llegaba a su edad adulta. En busca de proyectos más personales dio con un texto que le atrajo porque en él, “todo lucía desgastado y miserable, casi como la vida real de aquella época“. Era un relato llamado Matamoscas (1929).
En él seguimos los pasos de un detective cansado y cínico que investiga el caso de una joven de familia rica llamada Sue Hambleton. Tras una reyerta en un bar, ella y un expresidiario irlandés llamado Babe McCloor habían desaparecido en extrañas circunstancias. Lo que empezó siendo un proyecto personal, para el que Hillmann tenía pensado hacer noventa diseños, se convirtió en una odisea que le llevó siete años completar, con más de doscientas acuarelas pintadas en la más amplia y fascinante gama de grises imaginable.
Matamoscas se revindica hoy, publicado por Libros del Zorro Rojo, como un relato olvidado de un escritor olvidado que, en manos de Hammett, se convierte en una obra absolutamente fascinante. En lo narrativo, una historia de prosa sencilla pero fondo oscuro que bucea entre tótems clásicos de amoralidad, celos, violencia, corrupción y muerte, abundante muerte. Pero en lo pictórico alcanza otro nivel, desvelándose, años más tarde, como una de las exploraciones ilustradas más alucinantes del noir. Un cruce entre el cine de pesadillas fatalistas de los años cuarenta y las nocturnidades de la pintura de Edward Hopper.
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