Borges cuenta Buenos Aires está cruzado por imágenes de viejas casas de ladrillo con antiguas puertas y ventanas, majestuosas estaciones ferroviarias y otros edificios históricos y monumentos de la ciudad, junto a cuchillos, laberintos y felinos presentes en su universo literario.
Por Gabriela Mayer, dpa
Ciudad de México, 7 de mayo (SinEmbargo).- Jorge Luis Borges (1899-1986) funda míticamente su ciudad, la canta a través de sus poemas, la narra a través de sus cuentos, afirma su viuda María Kodama en el prólogo de Borges cuenta Buenos Aires.
A casi tres décadas de la muerte del autor de El Aleph, Kodama presentó en la 42 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires este libro que reúne 12 relatos borgeanos -entre ellos «El Sur», «El libro de arena» y «Hombre de la esquina rosada»-, acompañados por imágenes de Carlos Greco.
La esposa de Borges y heredera de su legado se muestra complacida con el acento que pone la cita editorial en recordar al escritor a través de diversas actividades. «Borges siempre era una figura familiar y cuando estaba en Buenos Aires venía siempre a la feria, así que pienso que es muy lindo esto, que la feria le rinda homenaje a los 30 años de su partida».
Kodama cree que «Borges, como los antiguos griegos, pertenecía a su ciudad. Los griegos decían por ejemplo ‘Zenón de Elea’, siempre era el lugar donde habían nacido lo que correspondería a lo que ahora es el apellido. Y pienso que con Borges y Buenos Aires se produce eso también. Nació en Buenos Aires y Buenos Aires es para él casi su propio ser», dijo a la agencia dpa.
La escritora y traductora apunta que la ciudad a orillas del Río de la Plata se encuentra desde siempre presente en la literatura borgeana. «El tema de Buenos Aires está desde Fervor de Buenos Aires, que es el primer libro que él escribe en 1923 cuando vuelve de Europa, hasta el final de su vida, es decir a través de toda su obra».
DESCUBRIMIENTO DE LA CIUDAD
La relación del autor argentino de mayor proyección universal con su metrópoli variará a lo largo de su vida. «Primero es el descubrimiento de esa ciudad cuando él vuelve y después cómo va sufriendo él el cambio que va teniendo esa ciudad. Hasta que al final dice que la ciudad que él conoció ya no existe, porque lógicamente ha sido objeto del cambio natural del tiempo y de la gente», analiza Kodama.
«Finalmente dice que todo eso no importa, porque un día el obelisco será talado, no existirá más, pero habrá un poeta que cante a esa otra ciudad que él ya no podría reconocer. Va a cantar a esa ciudad y a través de eso la ciudad es eterna», señala Kodama.
En la portada del libro de gran tamaño editado por Emecé se ve a Borges con un bastón en la mano izquierda y un puñal en la derecha. Borges cuenta Buenos Aires está cruzado por imágenes de viejas casas de ladrillo con antiguas puertas y ventanas, majestuosas estaciones ferroviarias y otros edificios históricos y monumentos de la ciudad, junto a cuchillos, laberintos y felinos presentes en su universo literario.
A la presidente de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges le agrada que no sean «imágenes convencionales», ya que el volumen muestra una Buenos Aires que no es la de los libros turísticos, «como si fuera buscando lo que es la esencia de los cuentos».
Mientras tanto, varias ciudades se sumarán a las conmemoraciones internacionales por el trigésimo aniversario de la muerte de Borges el 14 de junio de 1986 en Ginebra.
Kodama, quien conoció al escritor cuando era una joven estudiante, adelanta: «Estamos organizando junto con la embajada y la Fundación Bodmer en Ginebra el gran homenaje. Y va a haber también un homenaje que ya comenzó en España, que de Madrid va a ir a Sevilla».
«Y como cierre también organizamos con el Instituto Cervantes de Nueva York en la primera quincena de diciembre un gran homenaje, porque la biblioteca del instituto tiene el nombre de Borges. Entonces se celebran las dos cosas, los 25 años de la biblioteca y los 30 años de la partida de Borges», cuenta.
Kodama asimismo evoca sus momentos de trabajo junto al escritor, que había quedado ciego en la década del ’50 y dictaba sus textos. «Escribía cuando quería, como él decía, cuando la musa aparecía, sino no. Recuerdo una vez que un muchacho llegó y le dijo ‘maestro, estoy desesperado. Me siento todas las mañanas ante el papel en blanco y no se me ocurre nada’. Y Borges le dice: ‘¿no sería mejor esperar a que se le ocurra algo para ponerse frente al papel en blanco?'», recuerda risueña.
Si Borges pasaba un tiempo sin escribir, no lo vivía «como algo dramático». «Leíamos, nos divertimos muchísimo. Evidentemente fui el amor de su vida y el amor de mi vida fue él, sino 30 años después no voy a seguir con él, si no hubiera sido así», subraya.
A la pregunta de si el cuentista, poeta y ensayista fue consciente de la fama que alcanzó, contesta sin dudar: «Lo vivía inocentemente, no era una persona jactanciosa, ni una persona que quisiera estar en un primer plano, eso se lo daban los otros. Él decía que su obra era una equivocación».
Kodama manifiesta no extrañar a Borges: «Es una sensación rara, porque todos ustedes me ayudan a tener como ‘el milagro secreto’. Porque el hecho de que lo nombren, de que organice conferencias, de que dé conferencias, todo eso hace que yo sienta, aunque sé que él no está, que está vivo. Interiormente está en mí, es una presencia permanente».