Las cifras oficiales demuestran que, en promedio, más de 10 mujeres son asesinadas al día en México, lo que lo convierte en uno de los países más peligrosos en el mundo para mujeres y niñas. Tan sólo en 2017, siete mujeres eran asesinadas a diario en México.
Por Amy Guthrie
CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Las protestas contra la violencia de género en México se han intensificado en años recientes conforme han aumentado los homicidios de mujeres y niñas. Por lo general, los feminicidios van acompañados de abuso sexual y, en ocasiones, de grotescas mutilaciones. Se anticipa que las mujeres expresen su indignación durante una marcha en la Ciudad de México el domingo, el Día Internacional de la Mujer. Manifestaciones más pequeñas se llevarán a cabo en el resto del país. También se prevé que mujeres y niñas protesten el lunes. Se está pidiendo que las mexicanas no asistan a clases, eviten labores domésticas y no vayan a trabajar para demostrarle al país lo que sería un día sin ellas.
¿POR QUÉ MARCHAN?
Las cifras oficiales demuestran que, en promedio, más de 10 mujeres son asesinadas al día en México, lo que lo convierte en uno de los países más peligrosos en el mundo para mujeres y niñas. Tan sólo en 2017, siete mujeres eran asesinadas a diario en México.
“El contexto de la violencia contra las mujeres y contra las niñas en México es especialmente grave”, dice Nira Cárdenas, coordinadora de la unidad de género en la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México.
Además de que la mitad de la población corre un elevado riesgo de violencia, la impunidad es un enorme problema. Pocos de los crímenes que son reportados en México resultan en condenas.
Se prevé que la participación en la marcha anual del domingo sea mayor a las manifestaciones debido a que un sector más extenso de la sociedad se unirá a los familiares de mujeres asesinadas y desaparecidas, quienes salen frecuentemente a las calles, acompañadas de feministas y activistas.
¿QUIÉNES SON LAS VÍCTIMAS?
Una serie de homicidios recientes de gran cobertura mediática en México han provocado más debates y llamados a protestar contra la violencia de género.
La ex esposa de un influyente empresario del sector tecnológico fue asesinada a balazos en noviembre después de testificar en un caso de custodia infantil. Una joven fue desollada y destripada, supuestamente por su novio, en febrero. Días después, una niña de siete años fue secuestrada afuera de su escuela y abusada sexualmente, el cuerpo de la pequeña fue encontrado dentro de una bolsa de plástico en un terreno baldío.
Las víctimas comparten una historia de abuso en sus familias y de fracasos por parte de las autoridades mexicanas.
Un contingente de madres de víctimas marchará el domingo en una demostración de sororidad y llanto.
“Queremos dar un abrazo, no sólo a las que ya no están físicamente con nosotras, sino a todas y cada una de esas mujeres que, de pronto, se convierten también en parte de nuestra familia” de víctimas, dijo Araceli Osorio, madre de Lesvy Berlín, que en 2017 fue asesinada por su novio en el campus de la Universidad Nacional Autónoma de México, la más grande de Latinoamérica.
¿QUÉ HACE MÉXICO POR EL PROBLEMA?
México tiene una ley para castigar crímenes violentos contra mujeres. El problema está en la aplicación de la ley.
“México es el país de derechos en papel”, dijo Ana Pecova, directora del grupo defensor EQUIS Justicia para las Mujeres.
Desde 2011, los homicidios de mujeres en México con señales de odio por género, como la mutilación, conllevan una sentencia mínima más severa que otros homicidios.
En febrero, el Congreso intensificó nuevamente la sentencia contra los feminicidios a 65 años, y aprobó una enmienda constitucional el año pasado que permite la detención preventiva de aquellos acusados de violencia doméstica por segunda ocasión. La mayoría de las mujeres asesinadas en México son atacadas por sus propias parejas.
Las autoridades carecen frecuentemente de herramientas, motivación y capacidad para investigar los crímenes, lo que lleva a los familiares de las víctimas a investigar ellos mismos los casos. Varias madres se quejan de que inicialmente les dijeron que sus hijas desparecidas habían huido de casa y sus asesinatos fueron catalogados erróneamente como suicidios.
ALGUNAS PROTESTAS SE VUELVEN DESTRUCTIVAS, ¿POR QUÉ?
Una protesta de mujeres en febrero causó destrozos, al igual que varias manifestaciones de descontento previas. Una manifestante enmascarada intentó incendiar una puerta de madera en el Palacio Nacional, mientras otras la rayaban con pintura roja.
La destrucción de propiedad pública se ha convertido en un pilar de las protestas feministas en Ciudad de México desde que en agosto pasado un grupo destruyó una estación de metrobús, un recinto policial e intervino monumentos debido a la molestia por el mal manejo de las autoridades de la ciudad por la supuesta violación de un policía a una adolescente.
Los actos vandálicos fueron fuertemente criticados y, quienes lo cometieron, argumentan que las mujeres son más importantes que las estatuas o ventanas rotas, que pueden ser reparadas. Una mujer cuya vida es arrebatada por la violencia nunca regresa, afirman.
“Nos preguntamos todo el tiempo, ¿qué nos falta por hacer?”, dijo Cárdenas.
¿QUÉ SIGUE?
El movimiento base para la huelga nacional de mujeres del lunes se inspiró en parte en las acciones similares tomadas en países como Argentina y Chile.
“Tenemos que decir un ‘ya basta’”, dice María de la Luz Estrada, coordinadora del Observatorio Nacional del Feminicidio. “El llamado que hacemos es: ‘vamos a hacer funcionar el estado de derecho’. Nos tienen que garantizar la integridad de la vida de todas y todos”.
Los principales bancos, medios de comunicación y despachos de abogados se han unido al llamado de las mujeres de volverse “invisibles” por un día. El grupo comercial Coparmex motivó a sus más de 36 mil miembros en todo el país a participar y calculó que el paro de un día le costará cientos de miles de dólares a la economía.
La Secretaría de Educación apoyó de último momento la iniciativa, consciente de que las escuelas dependen en gran parte del personal femenino.
Los participantes esperan que el diálogo nacional motive un cambio. Las familias en donde los hombres comparten labores, señalan, tienen menores incidencias de abuso doméstico. La prevención es la clave, pero también las consecuencias. Las autoridades necesitan más financiamiento para investigar los casos y la instrucción sobre cómo hacerlo de una forma oportuna y empática.