De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo las más afectadas por la desigualdad son las mujeres con hijos menores de seis años quienes viven «la penalización profesional de la maternidad», que no se limita al acceso a un empleo, sino que sigue a las mujeres durante gran parte de su trayectoria profesional y obstaculiza sus posibilidades de llegar a puestos de liderazgo.
Por Isabel Saco
Ginebra, 7 de marzo (EFE).- La brecha de género en el trabajo apenas ha disminuido en los últimos 27 años y en 2018 la probabilidad de trabajar para una mujer era 26 por ciento inferior a las de un hombre, una mejora de apenas el 1.9 por ciento con respecto a 1991, reveló la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Ese resultado contrasta con un estudio reciente y que evidenció que el 70 por ciento de las mujeres prefieren tener un empleo a quedarse en casa, algo en lo que, además, el 66.5 por ciento de hombres están de acuerdo.
«Ya no se puede afirmar de manera creíble, en ninguna región ni con respecto a ningún grupo de ingresos, que las diferencias en cuanto a empleo entre hombres y mujeres obedecen a que las mujeres no quieren trabajar fuera del hogar«, dijo la jefa del Área de Género, Equidad y Diversidad de la OIT, Shauna Olney, en una rueda de prensa.
Las más afectadas por la desigualdad son las mujeres con hijos menores de seis años, que sufren lo que ha dado por llamarse «la penalización profesional de la maternidad».
Según los últimos datos, en diez años la diferencia entre las mujeres sin hijos pequeños y las mujeres con hijos menores de seis años que trabajan ha pasado del 5.3 al 7.3 por ciento, siendo la razón principal de ello que la presencia de las mujeres del primer grupo en el mercado laboral ha aumentado.
La penalización de la maternidad no se limita al acceso a un empleo, sino que sigue a las mujeres durante gran parte de su trayectoria profesional y obstaculiza sus posibilidades de llegar a puestos de liderazgo.
Lo demuestra el hecho de que sólo el 25 por ciento de gerentes con hijos menores de seis años sean mujeres, mientras que la proporción de mujeres en cargos directivos aumenta al 31 por ciento si no tienen hijos pequeños.
La OIT, además, ha establecido en un reciente informe que a nivel mundial persiste una diferencia de remuneración del 20 por ciento entre hombres y mujeres, una realidad de la que no se salvan ni los países considerados más evolucionados en la materia.
Islandia es el único que ha alcanzado plena paridad en las oportunidades de trabajo para hombres y mujeres, pero todavía no ha conseguido igualdad de remuneraciones, por lo que el Gobierno ha anunciado medidas concretas para cerrar la brecha salarial el próximo año.
Con ese fin ha tomado una serie de medidas que van desde la certificación de empresas que pagan por igual a hombres y mujeres que realizan un trabajo de valor similar al establecimiento de un sistema para que las firmas privadas rindan cuentas a este respecto.
Otro aspecto que preocupa a la OIT es que la rentabilidad de la educación que obtienen las mujeres -en términos de empleo- es menor que para los hombres, como lo evidencia el que a nivel mundial el 41.5 por ciento de mujeres con título universitario no trabajen, mientras que en el caso de los hombres sólo se trata del 17.2 por ciento.
Las diferencias de género relacionadas con el trabajo no han experimentado una mejora significativa durante 20 años, pero el camino del progreso es claro según un nuevo informe de la @OITnoticias.
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— OIT (@OITnoticias) 7 de marzo de 2019
Aparte de la «penalización» de la maternidad, la mujeres se ven perjudicadas por ser las que asumen en general el cuidado de personas dependientes, sean por vejez, enfermedad o discapacidad; así como el trabajo doméstico.
La directora del Departamento sobre Condiciones de Trabajo e Igualdad de la OIT, Manuela Tomei, dijo que para que esto cambie no es suficiente eliminar todo aquello que hace posible la discriminación y establecer reglas de cumplimiento voluntario.
Agregó que los países deben dotarse de leyes específicas que garanticen no sólo la igualdad de trato y de oportunidades, sino igualdad de resultados, elementos que también deberían estar incluidos en los convenios colectivos.
«Cuando esto se deja a la buena voluntad de las empresas, el impacto que se tiene es limitado», aseguró Tomei.