A partir de mañana voy a empezar a tomar durante un par de meses un medicamento que me impedirá consumir alcohol de manera regular, o cuando menos frecuente, porque es difícil de metabolizar por parte del hígado. Me refiero al medicamento y me refiero, por supuesto, al alcohol. Así que brindaré conmigo mismo por última vez en un par de meses. ¿Lo voy a extrañar? Sí, un poco. ¿Por qué? Porque me ayuda a paliar la ansiedad. Pero no demasiado, porque creo que mi abuelo tenía razón cuando decía: “Si tiene remedio, ¿para qué te preocupas? Si no tiene remedio, ¿para qué te preocupas?”.
Por Nicolás Alvarado