Rebeca Díaz llegó puntual a la cita. El pinchazo no se lo dieron en el Campo Militar No.1 en la Ciudad de México como cuando vacunaron al primer grupo DE médicos, sino Instituto Nacional de Perinatología (Inper), semanas después de que denunciara que el personal de primera línea no había sido inmunizado, sino las vacunas se habían aplicado a directivos del hospital.
Por Gardenia Mendoza
México, 7 de febrero (LaOpinión).- La enfermera Felisa López no atiende a sus pacientes infectados de COVID-19 con tanto temor desde el pasado miércoles porque ya le aplicaron la vacuna. Fue después de una larga pelea en el Instituto Nacional de Perinatología (Inper) porque sus jefes habían preferido vacunarse ellos mismos antes que a quienes trabajan en primera línea contra el coronavirus.
“Se siente un gran alivio”, describió poco después de recibir la primera de dos dosis de la fórmula de Pfizer. “Estamos muy agradecidas con este diario”.
A mediados de febrero, Felisa López, Rebeca Díaz, Idalia Rodríguez y un grupo de enfermeras del Inper se acercaron a La Opinión, a través de esta reportera, para revelar los abusos de autoridad que las exponía a un riesgo mortal en cada minuto de su vida laboral.
Sus nombres fueron cambiados por temor a represalias de sus superiores porque revelaron que únicamente a 60 personas de las 500 enfermeras y otros trabajadores de la salud del instituto habían sido vacunados a pesar de las políticas del Gobierno de dar prioridad a todos aquellos que estuvieran en contacto con la pandemia en los hospitales públicos.
Las inconformes se habían manifestado personalmente ante la directiva de enfermería del instituto, Alejandra Antonio, y por escrito ante la Secretaría de Salud. Tenían testimonios de vacunación a gente que jamás había visto a un enfermo de COVID en el Inper pero que había sido inmunizados por ser amigos de los jefes.
LOS JEFES TAMBIÉN SE VACUNARON
Todo ello se hizo público en La Opinión y poco después el director del hospital llamó a las enfermeras perjudicadas para darles las fechas para ser vacunadas: el 31 de enero y el 1 y 2 de febrero. Y así fue.
“Negó que él o sus amigos del sector privado hubieran sido vacunados en nuestro lugar como se rumoraba y después nos dio su palabra de que nos aplicarían pronto la primera dosis”, cuenta Rebeca Díaz. “Pero tampoco dijo, y a nosotras se nos pasó preguntarle, si habría alguna sanción contra quienes sí se vacunaron sin que les correspondiera”.
Acordaron, en cambio, formar un comité para que vigilara el cumplimiento de esa promesa. Para empezar, habría una lista con el nombre de todas las enfermeras que están diariamente en contacto con enfermos COVID porque la vez pasada no la había o no era muy precisa y el sistema para el registro se volvió un caos.
Posteriormente, a las 10 de la noche del 30 de enero fueron citadas algunas para la vacunación del día siguiente a las ocho de la mañana. “Todo fue muy rápido y no podíamos creerlo, estábamos felices”, reconoce Felisa López aún desde el anonimato porque nota que su jefa está enfadada porque ellas hablaron de tema.
OTROS PROBLEMAS
Rebeca Díaz llegó puntual a la cita. El pinchazo no se lo dieron en el Campo Militar No.1 en la Ciudad de México como cuando vacunaron al primer grupo, sino ahí mismo en el Inper. Lo primero que pasó por su cabeza fue la duda de que si le aplicarían la fórmula de Pfizer o sólo sería un placebo para que ella y las otras enfermeras dejaran de molestar.
Es que aquí, en México, todo es posible. Como aquellas dosis de agua que les dio el exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, a los bebés para no comprar las vacunas y quedarse con la plata. Todo es posible, concluye Rebeca. Luego observó que había gente de la Guardia Nacional, como en el Campo Militar No. 1 y se dijo a sí misma “ya, Rebeca, no seas paranoica”. De todos modos pidió ver el frasco antes de descubrirse el hombro. Sí, decía Pfizer
No tuvo ninguna reacción ni le dolió nada más que el brazo. Algo normal, como cuando se pone cualquier otra vacuna. Supo que una de sus compañeras tuvo una parálisis en el cuerpo durane un par de horas, supuestamente por hipertensión, pero nadie más.