Alfonso Larqué Saavedra, dos veces ganador del Premio Nacional en Ciencias y Alimentos, aseguró a EFE que los hongos que brotaron del sargazo son enteramente comestibles además de que poseen un alto valor nutricional.
«Nuestra tarea es demostrar que la ciencia puede, efectivamente, ser una palanca del desarrollo y que la mexicana tiene capacidad de dar alternativas», indicó el investigador.
Por Juan Carlos Gutiérrez
Mérida (México), 7 de febrero (EFE).– Investigadores mexicanos lograron cultivar hongos comestibles en un sustrato de sargazo para intentar demostrar que el alga que amenaza a las playas mexicanas puede también ser «una bendición», aseguró Alfonso Larqué Saavedra.
Dos veces ganador del Premio Nacional en Ciencias y Alimentos, Larqué aseguró a EFE que los hongos que brotaron del sargazo son enteramente comestibles además de que poseen un alto valor nutricional.
Desde el año pasado, el sargazo se ha convertido en un problema ecológico para las costas del caribe mexicano que puede afectar el ecosistema y el turismo y que además supone costos enormes para retirarlo.
La investigación del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY) y el Colegio de Postgraduados, sede Puebla (Colpos), probó que el sargazo puede usarse como sustrato para cultivar hongos comestibles como los champiñones.
El experto destacó que, tras el arribo de sargazo de 2018, decidieron probar si esta alga podría servir como sustrato -la superficie en la que vive una planta- y se observó una alta eficiencia ya que de una tonelada se cultivaron 800 kilogramos de champiñón, uno de los hongos de consumo habitual en México.
Aseguró que tras el éxito del cultivo buscaron divulgar que lo que es visto como una contingencia ambiental puede tener un potencial económico para la región del Caribe mexicano.
«Vamos a producir hongos comestibles con alto contenido de proteína, con muchas vitaminas y ventajas, utilizando algo no anticipado», señaló.
El experto indicó que ahora la tarea es compartir la información con el sector privado y las autoridades del estado de Quintana Roo para ver si es viable desarrollar esta agroindustria.
«Nuestra tarea es demostrar que la ciencia puede, efectivamente, ser una palanca del desarrollo y que la mexicana tiene capacidad de dar alternativas», indicó el investigador.
Larqué dijo tener la certeza de que es posible darle la vuelta al panorama de preocupación que existe respecto al sargazo, toda vez que este año se espera un arribo masivo a las costas en los próximos meses.
«Podemos capitalizar lo que la naturaleza nos está dando, porque lo más difícil y más costoso es la producción de biomasa y la biomasa (sargazo), pues, llegó a las costas mexicanas y ahora vamos a ver cómo sacamos provecho de todo eso», apostilló.
Larqué indicó que una vez completada las etapas de desarrollo y confirmación del cultivo en el sargazo de los hongos comestibles, con alto nivel proteínico y de vitaminas, ahora se puede escalar el proyecto.
«Hacerlo en dimensiones mayores para que se haga in situ, es decir en Quintana Roo, que es donde está la biomasa y que nos den las facilidades para que pueda hacerse allá y no aquí en Mérida o en otra parte del país».
Reiteró que la capacidad nutritiva de esos hongos crecidos en sargazo es buena y dijo que él mismo y sus colegas que participan en esta iniciativa los han probado y lo que es sensacional, es que no hay nada de qué preocuparse.
Estudios demuestran que es un alimento carente de metales pesados como arsénico, el que «sí está en las costas europeas, porque ahí todo lo echan al mar, y las algas y todo lo demás está lleno de metales».
El científico expresó su preocupación porque la sociedad tenga alternativas y espera que se dé cuenta de que la ciencia mexicana tiene la capacidad de atender los grandes problemas nacionales «para que no se importen soluciones de otros países, que nos vengan a decir qué hacer».
En otros sitios se usan pesticidas, transgénicos, «no sé cuántas cosas para producir los alimentos y resulta que nosotros en este laboratorio estamos realmente comprometidos en tratar de usar la biodiversidad, para producir, precisamente, alimentos sin destruir el medioambiente, o afectándolo lo menos posible», subrayó.