Jorge Alberto Gudiño Hernández
07/01/2017 - 12:00 am
Saber decir
El inicio del año no es bueno. Las palabras con las que el gobierno justifica sus actos tampoco lo son.
México inicia este año con noticias francamente malas.
Aun cuando es sensato ponderar en torno al incremento del precio de la gasolina, lo cierto es que esto disparará la inflación. Eso no quiere decir, por fuerza, que la decisión haya sido incorrecta pero no hay duda de que afecta a todos los mexicanos.
El anuncio de Ford de que suspenderá la construcción de su planta en San Luis Potosí, es uno más de los mandobles de la administración Trump a nuestro país. Una administración que, sobra decir, aún no ha comenzado. Se han perdido millones de dólares y miles de trabajos en apenas unos días. Eso nunca puede ser una buena noticia.
El presidente ha nombrado a Luis Videgaray como su nuevo Secretario de relaciones exteriores. Un cargo para el que, sin duda, no está capacitado. Su mayor mérito para estar ahí ha sido el haber contribuido, de manera harto fortuita, a que Trump llegara al poder. Es decir, se ha designado como canciller a alguien que cometió un error diplomático de tal envergadura que tuvo que ser despedido.
Y a todos esos problemas que nos abruman a apenas una semana de iniciado el año, se suma la incapacidad de decir del gobierno federal. Es probable que yo haya visto muchas series de televisión norteamericanas que giran en torno a la política y a la Casa Blanca. En todas ellas siempre ha habido responsables de la comunicación y, más aún, escritores oficiales de los discursos presidenciales. Ignoro si en México existe ese puesto (supongo que debería). De ser así, me queda más o menos claro que tampoco fue asignada la persona por sus competencias.
Los ejemplos son claros.
Videgaray acepta su designación como canciller y asegura que no sabe nada de diplomacia pero que está dispuesto a aprender. La frase ha provocado decenas de burlas y críticas. Más allá de ellas, no se comprende por qué razón la dijo. No pudo ser un arrebato de sinceridad: sí, es sabido que poco sabe de diplomacia, ya lo había demostrado en su única oportunidad. ¿Por qué recalcarlo entonces? ¿En verdad es mera torpeza? ¿Improvisación, falta de tacto, burla a sus interlocutores, a los mexicanos? Claro está que el problema real estriba en que nunca se debió designar a alguien sin experiencia diplomática para ser titular de la cancillería en uno de los momentos más álgidos de las relaciones internacionales de nuestro país. Pero ni siquiera nos intentaron convencer de que la decisión era buena. Es, casi, como si con esa declaración de Videgaray se estuviera curando en salud: las cosas van a salir mal pero él avisó que no tenía experiencia. En una de ésas no fue tan torpe su sinceridad.
Respecto al gasolinazo, el presidente se tomó su tiempo dando explicaciones. Es probable que la primera de ellas sea cierta: el gobierno de Calderón gastó una verdadera fortuna subsidiando la gasolina. Al margen de la discusión en torno a los subsidios gubernamentales y a la relación que puede tener el costo del combustible con los salarios promedio del país, aceptemos que es cierto: el error es del gobierno anterior. Por eso resulta inconcebible que el actual Secretario de Hacienda sea justo el mismo que el del sexenio pasado. ¿Es en serio? La crítica de Peña Nieto era, sin duda, para Calderón pero incluía, también sin duda, a Meade. El mismo que ahora lleva las riendas de esa misma Secretaría. ¿Esquizofrenia? Quizá. O, en una de ésas, resulta que este Secretario ya tuvo tiempo de aprender.
Lo más asombroso en el asunto del decir es el “¿ustedes qué harían?”. Un presidente no se puede dirigir así a sus gobernados. Sobre todo, porque se supone que él sabe cosas que nosotros no. Además, la pregunta es retórica, como para convencernos de que nosotros haríamos lo mismo. Y quizá sí, quizá frente al asunto puntual del subsidio a las gasolinas haríamos lo mismo. El problema es que, ya que nos preguntó, también podemos responder en otros sentidos. Yo, por ejemplo, habría renunciado de inmediato al conocerse el asunto de la «casa blanca». Otros lo habrían hecho en algún otro de los tantos momentos desafortunados de este gobierno. Aunque, ahora que lo pienso, también contrataría de inmediato a un escritor de discursos que no me comprometiera como el del presidente lo hace. Las cosas ya están bastante mal como para permitirse ese tipo de deslices.
El inicio del año no es bueno. No en términos generales para los mexicanos. Las palabras con las que el gobierno justifica sus actos tampoco lo son. Y, aunque es algo mucho menos grave que los problemas en sí, me quedo con la sensación de que no estoy tratando con gente seria. Lo que acrecienta mi sospecha de que ni siquiera hay una intención real de solucionar nada. Ojalá me equivoque.
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