No eligió 10, eligió 8, pero sus tesoros bien valen la pena. El escritor de Las bestias negras hace un balance de sus lecturas para nuestro suplemento.
por Jaime Mesa
Ciudad de México, 7 de enero (SinEmbargo).-La novela Las bestias negras, del escritor Jaime Mesa, le ha valido un estatus de escritor a tiempo completo, por considerarse la novela más política del autor. En 2008 publicó Rabia, consolidándose como una de las voces más personales y profundas de la nueva narrativa mexicana. Los predilectos en (2013) fue su primer intento de escritor profesional y como tal realizó colaboraciones en los blogs de Nexos, Letras Libres y Crítica. Además, también ha coordinado varios talleres literarios, tanto de cuento como de novela. Actualmente dirige la Escuela de Escritura Puebla.
Estos son sus libros favoritos del 2016.
Domingo de Revolución, de Wendy Guerra. Anagrama
Desde Todos se van sigo muy de cerca a Wendy Guerra. Acá una joven poeta que vive en La Habana, Cleo, gana un premio literario y su vida cambia. Sin embargo, descubre que sólo es otra capa del mismo sistema en el que ha vivido. En el que ella se ha quedado. Desde una primera persona íntima y llena de imágenes nostálgicas y bellas, Wendy Guerra logra una atmósfera que parece de papel de China y que está a punto de rasgarse en cada página. Es un libro que me llevaría a un viaje sin regreso.
Patas de perro, de Carlos Droguett. Malpaso
Este es uno de esos secretos guardados que te asaltan sin advertencia y te dejan tumbado en la lona. “Escribo para olvidar…”, nos dice el salvaje y rotundo narrador al principio de esta novela mítica en Chile y recientemente reeditada. Y esta sentencia, opuesta a todo lo que sabíamos de la escritura, es un huracán en playa ajena, un rapto violento del que no puedes reponerte tan fácil. Hay autores que se toman su tiempo para escribir y hay otros, como Carlos Droguett, que son tan incontenibles que deben decirlo todo de una vez y de la manera que sea. Si la anécdota va de un tipo que adopta a un niño que es mitad perro, es en el estilo, desbordado, a veces desenfocado, y en sus hallazgos en la orilla de la existencia, en donde encontramos su dimensión verdadera.
El punto ciego, de Javier Cercas. Literatura Random House
Desde Soldados de Salamina le había perdido un poco la pista a Cercas. Sus temas y sus formas me habían parecido lejanos y poco interesantes. En este libro, basado en las conferencias que dio para la cátedra Weidenfeld de Oxford, que vio a personalidades como Steiner, Vargas Llosa o Eco, Javier Cercas “explica” su personal manera de leer y escribir y logra, además de clarificarme sus propuestas literarias, desglosar los libros más importantes que se han escrito y sus secretos. Cercas hizo que desempolvara mi ejemplar de Moby Dick y, por poner un ejemplo, lo leyera pensando en la ambivalencia de las grandes obras: la ballena blanca representando el bien y el mal. Sus conceptos sobre “escritura comprometida” y las revelaciones del “punto ciego” ponen al día nociones sobre la novela en este siglo XXI.
Cero K, de Don DeLillo. Seix Barral
Los grandes autores suelen pisar zonas inexploradas y, a veces, equivocarse. Después de sus obras mayores, Don DeLillo navegó en aguas profundas: el “no decir” como en Body Art, o enfrentamientos con lo inmediato como en El hombre del salto de las que no salió triunfante. Su relación con la nostalgia y el pasado de su país; o el presente, pero no el de los acontecimientos históricos si no el del tedio, son armas poderosas pero muy celosas. Pero en su nueva novela DeLillo propone un futuro cercano en el que alguien sano (y millonario) decide morir para acompañar a su joven esposa, enferma terminal, que será criogenizada. Situaciones nuevas para un mundo nuevo. Escrita con una prosa fantasmal y llena de poesía, frase a frase, bloque a bloque, DeLillo a sus 80 años consigue una parábola hipnótica sobre el miedo a la vida. Es la novela que me llevaría a un viaje a Marte.
El espíritu de la ciencia-ficción, de Roberto Bolaño. Alfaguara
A mi parecer falta mucho para que sepamos cómo leer a Roberto Bolaño. Mientras tanto, Alfaguara nos enfrenta a una novela fechada en 1984 que nos descubre a un Bolaño joven pero con las mismas obsesiones que años después se potenciarían. Pero no es ésta una novela menor, sus juegos literarios, las cartas a los santones de la ciencia-ficción, su manejo de los escenarios marginales donde, también, se construye lo humano o de los festivos y recurrentes como los cafés y los bares en donde se pactan las amistades eternas, son trampolines para preguntarnos cuándo dejamos de ser inocentes y nos volvimos cínicos con lo literario. Este es un libro que me llevaría a la sala de espera del dentista.
Imposible salir de la tierra, de Alejandra Costamagna. Editorial Almadía
Este libro de cuentos se ubica en una orilla en donde la frustración y la desilusión son hijas naturales de la realidad. Fiel a la anécdota, Costamagna revisa la marginalidad, nunca con una mirada tremendista, para volverla un añadido casi tierno a la realidad de sus personajes. El poder de sus personajes, casi siempre femeninos, proviene de sus preguntas: “¿Por qué no tenemos fe una vez aunque sea?”. Me gusta que lo latinoamericano en Costamagna sea una duda recurrente, pero no planteada, y que la potencia de la imaginación me haya hecho no soltar el libro. Acá hay, como dice la autora, “puros finales tristes y demasiado reales…”. Este es un libro que me llevaría a un café.
La composición de la sal, de Magela Baudoin. Editorial Almadía
Para Magela Baudoin lo cotidiano, esas nimias proezas que hacemos todos los días, parecen la amenaza. No por temiblemente salvajes o poderosas, sino porque el fluir de la vida te las va anudando entre los dedos. Sus cuentos redondos y bien construidos son insinuaciones con muchas preguntas y pocas respuestas. Vamos, como debe serlo la gran literatura. Los cuentos de Baudoin se resuelven en conversaciones, en contar historias, en acciones ausentes que presagian algo más. Esa discontinuidad vuelve estos cuentos pasajes sin dictamen, elaboraciones de una realidad que nunca tiene fin.
Las situaciones familiares están todo el tiempo al frente o tras bambalinas. “Solo una madre puede convertir en ternura las maldades de su hijo”, dice en el cuento: “Algo para cenar”. Lo familiar reúne varios requisitos y casi siempre terminan en una sentencia: “esta es una historia de la que nunca más hablamos”. Este es un libro que me llevaría a un asado.
Árboles de largo invierno, de L. M. Oliveira. Editorial Almadía
Libro necesario para entendernos como sociedad y como individuos. En esta historia del pensamiento, Oliveira recorre y hace una síntesis a través de los elementos que han permitido, casi, de manera natural que hoy en día en un estadio de futbol seamos capaces de gritar-jugando algo como: “eehhh, puto…”. Las explicaciones que enlaza Oliveira rozan casi todas las zonas de conocimiento humano y lo resuelven como uno de esos autores eruditos y diáfanos que hacen posible al Otro porque su pensamiento no invade, más bien alumbra.