Leugo de la derrota, el Atlético depende de sí mismo para abordar los octavos de final. Necesita una victoria en las dos jornadas restantes, contra el Juventus en Turín y el Lokomotiv de Moscú en el estadio Wanda Metropolitano, para lograrlo.
Por Iñaki Dufour
Redacción deportes, 6 nov (EFE).- El Atlético de Madrid ahondó en su declive con una derrota en la Liga de Campeones más incontestable en el desarrollo que en el desenlace contra el Bayer Leverkusen (2-1), que le superó entre los despropósitos defensivos, como el gol en propia puerta de Thomas Partey, y la improductividad ofensiva.
Un partido impropio de un bloque que debería ser un aspirante a todo esta temporada, pero que viaja entre dudas tan estresantes como insistentes, que ya no pertenecen a un momento puntual o a la casualidad. Ni siquiera el 2-1 final de Morata en el minuto 93 ni la ocasión final para empatar esconden el momento que sufre el equipo.
Mientras, sostiene las opciones intactas en la Liga y en la Liga de Campeones. La mejor noticia en unos tiempos sombríos. De hecho, el Atlético depende de sí mismo para abordar los octavos de final. Necesita una victoria en las dos jornadas restantes, contra el Juventus en Turín y el Lokomotiv de Moscú en el estadio Wanda Metropolitano, para lograrlo. El liderato exige más, como ganar al conjunto italiano, en la cima con tres puntos más.
Diez minutos antes de empezar el partido, a 2.400 kilómetros, Douglas Costa marcaba el gol de la victoria del Juventus en Moscú (1-2); un tanto que le presionaba al Atlético por el liderato, pero también le abría la posibilidad de la clasificación matemática antes de lo esperado, aunque pendiente de su triunfo. Ni se acercó a él.
Los hechos contradicen a las palabras en el Atlético. Por más que se habla de regularidad, de constancia y, sobre todo, de entrar a los partidos con ambición y determinación, la realidad se opone de forma indiscutible. Ni siquiera lo sucedido en Vitoria o Sevilla, los dos ejemplos más recientes en ese sentido, le han aleccionado.
No son comprensibles ya tantos primeros tiempos de nivel menor como ha ofrecido el conjunto rojiblanco ya con dieciséis partidos oficiales disputados en esta temporada. Ni menos aún cuando el foco apunta tanto a la puesta en escena del Atlético, que salió con empeño unos instantes hasta que recayó en una situación repetitiva.
Irreconocible por enésima vez en esta temporada, muy pendiente de lo que podía hacer su rival y nada de lo que podía hacer él, inadvertido e inconcreto en sus embarullados ataques -no tuvo ninguna ocasión en el primer tiempo- y sostenido por el oportunismo de Felipe o Hermoso en varios cruces, se metió él mismo el 1-0.
En la lista de virtudes el Bayer Leverkusen, aparte de la velocidad y la verticalidad al contragolpe, figuran los córner. Un verdadero problema este miércoles para el conjunto rojiblanco, que insistió en esa concesión. Le ofreció siete oportunidades desde la esquina, hasta que lo aprovechó, como tanto había avisado antes.
Eso sí, a la complejidad de los cerrados lanzamientos de su rival, le dieron aún más peligrosidad unos cuantos despejes fallidos. Uno, de Felipe, lo escupió el larguero; otro, de Thomas, fue un despropósito de tal magnitud que pareció más un remate que una acción defensiva. Fue el 1-0 en propia puerta en el minuto 41.
Entonces, los números también expresaban una evidencia que exige más que una reflexión en el Atlético. Aparte de haber concedido siete saques de esquina y no haber provocado ninguno, había completado la mitad de pases que el bloque alemán, 122 a 276, y sólo había dispuesto del balón en un 36 por ciento de los 41 minutos.
No existió el Atlético en ataque en una hora entera. Ni al contragolpe ni con la posesión. Ni en el medio ni en los metros finales. Ni en vertical ni en horizontal. Ni por arriba ni por bajo. Tampoco jugó en campo contrario todo lo que debe. Nada similar a la segunda parte del sábado en Sevilla, el mejor ejemplo a seguir.
Entregada la ventaja al Bayer Leverkusen, camino del intermedio con la certeza de que jugar peor era difícil, al Atlético le quedaba el recurso de la segunda mitad, al que se agarró contra el Alavés, contra el Sevilla… Pero este miércoles, no lo logró en Alemania, superado por un oponente que tampoco es nada del otro mundo, pero que también descubrió las carencias rojiblancas hace dos semanas.
En el minuto 55, Volland anotó el 2-0. Al centro de Karim Bellarabi no llegó Mario Hermoso, pero el control del delantero dentro del área fue demasiado cómodo, mientras Felipe aguantaba frente a él a la espera de acontecimientos; un tiro raso al que no llegaron ni él ni Oblak para agravar un encuentro inadmisible.
Hasta el minuto 60 no tiró a portería, con una falta directa centrada de Lemar, en el que pone Simeone una fe que habitualmente el francés no corresponde sobre el campo. El segundo cambio fue Vitolo, en el que el técnico no demuestra ni una mínima parte de tal confianza. Le dio desborde, creció el equipo y tuvo alguna ocasión.
Incluso marcó un gol, en el minuto 93, por medio de Álvaro Morata. El 2-1 avivó la esperanza del equipo rojiblanco de un empate milagroso. Y lo tuvo el delantero madrileño, cuya oportunidad final la repelió el portero Hradecky. Ni aun así esquivó una decepción indudable, en un retrato realista del actual Atlético.