Elizabeth Roberts, antropóloga de la Universidad de Michigan (EU) e investigadora sobre salud y desigualdad en México, dice en un artículo publicado hoy en Firmas de EFE (cuyo texto completo te presentamos aquí) que tanto el agua del grifo como la embotellada puede albergar bacterias dañinas, motivo por el que los mexicanos “confían en los refrescos”, y muy especialmente la clase trabajadora.
“La soda está en todas partes; en casi todas las comidas, en todas las tiendas de la esquina, en los mercados, en los puestos de comida, en las celebraciones. Y a menudo no hay agua de grifo…”
Por Elizabeth F.S. Roberts,
profesora asociada de Antropología en la Universidad de Michigan y directora de un proyecto de investigación sobre salud y desigualdad en México
Madrid, 6 nov (EFE).- La falta de confianza en el agua del grifo, e incluso embotellada, en México ha llevado especialmente a las clases sociales menos favorecidas a consumir de forma masiva bebidas gaseosas y azucaradas, con nefastas consecuencias para la salud de los ciudadanos mientras empresas productoras de ese tipo de bebidas obtienen grandes ganancias.
Así lo advierte la antropóloga de la Universidad de Michigan (EU) e investigadora sobre salud y desigualdad en México Elizabeth Roberts en un artículo publicado hoy en Firmas de EFE (texto completo abajo), en el que llama la atención por lo que considera un gran problema social, que ha creado incluso adición entre la población.
«México es el mayor consumidor de Coca Cola en el mundo, representa el 11 por ciento del mercado global de Coke» y también «la nación industrial más gorda del mundo, donde las enfermedades cardiovasculares y la diabetes aumentan con desenfreno», advierte Roberts, para determinar que hay intereses enfocados a no garantizar agua saludable y a hacer crecer la desconfianza en su consumo.
La antropóloga reconoce que el problema social se agrava con los recientes mensajes de los organismos de salud que prohíben el consumo de gaseosas en las escuelas, pues las madres envían a sus hijos a estudiar con este tipo de bebidas camufladas en sus mochilas y loncheras.
Según la investigadora, tanto el agua del grifo como la embotellada puede albergar bacterias dañinas, motivo por el que los mexicanos «confían en los refrescos», y muy especialmente la clase trabajadora: «la soda está en todas partes; en casi todas las comidas, en todas las tiendas de la esquina, en los mercados, en los puestos de comida, en las celebraciones. Y a menudo no hay agua de grifo».
«Restaurar la confianza es difícil. Los jóvenes en México no tienen memoria de beber agua del grifo. La desconfianza comenzó después del terremoto de 1985», indica Roberts para concluir que «la confianza no se pierde de forma natural, sino que «empresas, como Coke (Coca-Cola), se aseguraron de que así fuera».
ENVÍAN A ESCONDIDAS REFRESCO A MENORES
Mi amiga Alma en la Ciudad de México envía clandestinamente soda (refresco) en una botella de agua en la lonchera escolar de su hija. Las autoridades sanitarias en México han prohibido las bebidas gaseosas en las escuelas. Cuando Alma, junto con otras madres, fue sorprendida enviando la soda, simplemente se rió. Solo estaba haciendo lo que sabía que era mejor para sus hijos. La soda es confiable. Es barata. ¡Y sabe tan bien! En la ciudad de México, la soda es saludable.
En la Ciudad de México, pocos confían en el agua del grifo. Tampoco en el agua comprada. En ambos casos podría albergar bacterias dañinas. Sin embargo, puedes confiar en los refrescos. Y la clase trabajadora confía con determinación en estas bebidas. La soda está en todas partes; en casi todas las comidas, en todas las tiendas de la esquina, en los mercados, en los puestos de comida, en las celebraciones. A menudo no hay agua de grifo.
Cuando hay agua corriente solo unos días a la semana o llega en camión, la necesitas para otras cosas, como lavar la ropa o ducharte. No es de extrañar que México sea el mayor consumidor de Coca Cola en el mundo, representa el 11 por ciento del mercado global de Coke. México también es la nación industrial más gorda del mundo, donde las enfermedades cardiovasculares y la diabetes aumentan con desenfreno.
Soy una antropóloga que colabora con científicos de salud ambiental e ingenieros ambientales para entender la confianza en el agua en la Ciudad de México. Parte de mi trabajo consiste en ayudar al equipo a comprender por qué un comportamiento tan extraño como el de esconder la gaseosa en los almuerzos de los niños tiene sentido cuando «todos» saben que la gaseosa es mala.
Otra parte de mi trabajo es poner esos comportamientos en contexto. ¿Cuál es la historia de la distribución del agua en México? ¿Quién se beneficia cuando nadie confía en el agua del grifo? ¿Cuáles son los efectos de las campañas de salud pública que les dicen a las madres que no den soda a sus hijos cuando no hay agua para beber?
Esos mensajes sobre la salud dividen aún más a la gente flaca y acomodada, con sus caros filtros de agua domésticos, de la gente trabajadora y pobre que comparten gaseosas. Parte de los esfuerzos de nuestro equipo para comprender la confianza en el agua implica determinar qué se necesitaría para restaurar la confianza en el agua, por ejemplo, el desarrollo de sensores de calidad del agua en el vecindario o en el hogar.
Restaurar la confianza es difícil. Los jóvenes en México no tienen memoria de beber agua del grifo. La desconfianza comenzó después del terremoto de 1985. Las personas de mediana edad en adelante recuerdan que antes de aquel suceso abrían el grifo y bebían libremente. Inmediatamente después se les dijo que dejaran de hacerlo temporalmente y nunca más volvieron a probar el agua del grifo. Mis amigos en la Ciudad de México no son tontos. No creen que hayan perdido la confianza «naturalmente», saben con certeza que empresas, como Coke, se aseguraron de que así fuera.
Se podría pensar en una teoría de conspiración. Una búsqueda rápida en Google demuestra el dominio de Coke (Coca-Cola) en México, con subsidios gubernamentales, nuevas plantas embotelladoras y acceso a los acuíferos tanto para los refrescos como para sus diversas marcas de agua embotellada. Ese dominio fue posible gracias a la apertura de la economía, del TLCAN y a la reorganización del panorama legal de la «Guerra contra las Drogas», lo que hizo a México más seguro para la inversión extranjera.
Los efectos entrelazados del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de Norteamérica -EU, Canadá y México-) y la Guerra contra las Drogas también han generado inseguridad en México, después de que el acuerdo dejara a dos millones de agricultores sin trabajo, provocando la migración forzosa a los EU y la caída de la financiación de los servicios sociales; mientras la Guerra contra las Drogas sumara 120.000 víctimas y 27.000 desaparecidos. Todos piensan que el Estado se acuesta con los narcos, por lo que si las autoridades prometieran que el agua es segura, ¿por qué iban a confiar? Especialmente cuando existe una alternativa abundantemente disponible y barata como la gaseosa.
Para cualquier persona que se sienta insegura o ansiosa, el azúcar y la grasa son un bálsamo. Sentado en la mesa familiar, en Ciudad de México, Mateo recuerda cuando de niño bebía agua del grifo, y me asegura que a eso ya no puede regresar. Se ríe mientras señala su botella de Coca-Cola, y declara:»¡Esto es más adictivo que lo que los narcos venden!
En unos años, sabremos más sobre cómo restaurar la confianza en el agua. Pero, por ahora, los mensajes de las autoridades de la salud que avergüenzan a las personas por lo que beben hacen poco, mientras los ricos se burlan de los pobres por su descontrolado consumo de gaseosas. Las vallas anti-soda que cubren los paisajes urbanos no sirven de mucho cuando en tiempos precarios compartir el placer tiene mucho sentido y hay pocas alternativas. Coca-Cola lo sabe muy bien.
NOTA: Este artículo forma parte del servicio de firmas de la Agencia EFE al que contribuyen diversas personalidades, cuyos trabajos reflejan exclusivamente las opiniones y puntos de vista de sus autores.