En las últimas semanas Coca Cola ha vivido una de las peores crisis de la empresa, bastante similar a la vivida por la industria del tabaco cuando comenzó a desnudarse su estrategia para ocultar los daños de su producto a la opinión pública y a los tomadores de decisión.
Primero fue un artículo de investigación publicado en el New York Times que expuso como de manera oculta Coca Cola había financiando a una organización de científicos que públicamente venían negando la evidencia existente sobre el impacto de las bebidas azucaradas en la salud. Esta organización llamada Global Energy Balance Network ha argumentado, como la empresa, que las bebidas azucaradas podían ser parte de una vida saludable y que el problema de la obesidad sólo es un asunto de saber balancear las calorías que se consumen con las que se gastan, no un tema del tipo de alimentos y bebidas que se consumen, centrando la atención en la actividad física.
La crisis fue de tal magnitud que tuvo que salir el CEO de Coca Cola, Muhtar Kent. Escribió una carta pública en el Wall Street Journal reconociendo que la empresa había estado financiando a expertos, instituciones y organizaciones, sin embargo, señaló que estos financiamientos estaban dirigidos a apoyar iniciativas que combatieran la obesidad. Muhtar Kent anunció que haría pública la lista de beneficiados con sus financiamientos en los Estados Unidos. Más tarde fue publicada esta lista en la página web de la empresa. La lista no incluyó a los expertos, instituciones y organizaciones que han recibido financiamiento de Coca Cola en el resto del mundo, ni a los propios expertos de los Estados Unidos que se negaron a que su nombre fuera publicado en la lista.
Previamente al artículo en el New York Times se había hecho pública información sobre una serie de estrategias seguidas por la empresa para negar la evidencia científica sobre el daño que genera el consumo de las bebidas azucaradas. A principio de año Coca Cola lanzó una campaña a través de un grupo numeroso de líderes en salud en las redes sociales. Los mensajes de todos ellos eran muy similares y coincidían en promover el consumo de bebidas de esta marca en presentaciones más pequeñas, como una buena opción, como una opción saludable. Evidentemente, ninguna de estas personas señalaba que formaba parte de una campaña de Coca Cola, presentaban sus mensajes como recomendaciones personales, no como parte de una campaña de la mayor empresa de bebidas en el mundo.
La reacción de los expertos independientes no se hizo esperar. Un nutrido grupo de reconocidos investigadores en salud pública y nutrición que laboran en las instituciones más destacadas de los Estados Unidos firmaron una carta en la que señalaron que la estrategia de esta empresa no ha estado dirigida a apoyar a quienes realizan iniciativas para prevenir el sobrepeso y la obesidad, si no que ha consistido en crear un “grupo que aparece con el objetivo de confundir a los consumidores en relación a la evidencia científica establecida que demuestra que las bebidas azucaradas son el mayor contribuidor a la obesidad, las enfermedades cardiovasculares y la diabetes”.
En la lista publicada en la página web de Coca Cola, aparecen un numeroso grupo de investigadores, de instituciones académicas y de organizaciones. Los financiamientos, a diferencia de los que declara el CEO de Coca Cola, responden claramente a una estrategia que tiene por objetivo:
- Mostrar a Coca Cola como una empresa responsable socialmente que promueve la salud de la población y cuyos productos pueden ser parte de un estilo de vida saludable y “feliz”.
- Generar incertidumbre en relación a la evidencia científica al promover y difundir investigaciones a modo que niegan lo que ya es un consenso científico internacional: que las bebidas azucaradas tienen un daño grave en la salud.
- Financiar a organizaciones que en algún momento podrían tomar un papel importante en promover regulaciones a sus productos y afectar sus ventas, desde asociaciones profesionales de médicos familiares y pediatras, hasta organizaciones de población hispana que es el grupo de mayor consumo de estas bebidas y con los mayores índices de obesidad y diabetes en los Estados Unidos.
Uno de los sectores a los que ha enfocado Coca Cola sus estrategias es a las organizaciones de profesionales de la salud financiándoles viajes, congresos y gastos de operación de sus asociaciones. Esta actividad ha generado desde hace años reacciones críticas al interior de estas asociaciones que supuestamente tendrían como objetivo el cuidado de la salud d e la población. Antes del escándalo del NYT, un grupo de médicos familiares renunció públicamente a la Asociación de Médicos Familiares de los Estados Unidos a raíz del financiamiento que su asociación recibió de Coca Cola, porque esto generaba un conflicto de interés e iba contra su ética profesional.
Hace unos días, en un hecho que marca un momento significativo de ruptura, la Asociación Americana de Pediatría, que agrupa a 64 mil miembros, renunció a sus vínculos con Coca Cola que venía financiando su página web y su conferencia nacional. El escándalo desatado en el New York Times provocó la inconformidad de los miembros de esta asociación que argumentaron que no se podrían recibir fondos de Coca Cola, simplemente, porque las bebidas azucaradas eran la principal causa de la epidemia de obesidad, especialmente entre los niños.
En relación al vínculo de Coca Cola con instituciones de investigación sirve como ejemplo el caso del financiamiento que otorgó al Centro Biomédico de Pennington de la Universidad del Estado de Luisiana. Con recursos de Coca Cola este Centro realizó un enorme estudio a escala mundial sobre la obesidad infantil y las causas de esta epidemia. El estudio concluyó que las principales causas de esta epidemia son la falta de sueño, la falta de ejercicio y el tiempo frente al televisor. A comparación del resto de los principales estudios realizados sobre este tema que concluyen que las bebidas azucaradas son la principal o una de las principales causas de la epidemia de obesidad, el estudio patrocinado por Cola Cola, como todos los demás estudios patrocinados por esta empresa, no encontró relación entre el consumo de estas bebidas y la obesidad infantil.
El reporte hecho público por Coca Cola sobre los financiamientos otorgados en los Estados Unidos no incluye el reporte de las inversiones realizadas en cabildeo en los propios Estados Unidos para bloquear una serie de políticas que amenazan sus ventas, como el establecimiento de impuestos a sus productos y de etiquetados frontales que den información sencilla a los consumidores sobre el alto contenido de azúcar en sus bebidas.
Un reporte del Center for Science in the Public Interest (CSPI) informa que de 2009 a la fecha Coca Cola ha gastado más de 100 millones de dólares en cabildeo en los Estados Unidos para bloquear las políticas públicas que pudieran reducir el consumo de sus bebidas. El CSPI señala que la cantidad debe ser mucho mayor ya que sólo se contó con información de 10 de las 23 jurisdicciones en las que se promovieron políticas encaminadas a reducir el consumo de bebidas azucaradas.
Coca Cola gastó alrededor de 9 millones de dólares para combatir la propuesta de un impuesto a las bebidas azucaradas en San Francisco, una población de poco más de 800 mil habitantes. Nos podremos imaginar cuánto está invirtiendo en México para atacar el impuesto a sus bebidas azucaradas, para decir que el impuesto no funciona y esparcir esta mentira en las naciones donde esta iniciativa se discute en este momento, como en Colombia, Nueva Zelanda, Reino Unido, etc. Por lo pronto hemos documentado cómo a través del International Lifescience Institute (con financiamiento de Coca Cola y dirigido por un funcionario de Coca Cola) trajo recientemente a México a un grupo de expertos (financiados por Coca Cola) para participar en un foro donde negaron el vínculo de las bebidas azucaradas con la obesidad y la diabetes y donde negaron que el impuesto a estos productos pueda ser útil.
Como lo señalamos en este espacio, el líder de este grupo de expertos que vino a México a apoyar la estrategia de Coca Cola, el Dr. James Ripp ha recibido apoyo de Coca Cola y 10 millones de dólares de parte de los refinadores de maíz que producen el jarabe de maíz de alta fructuosa, un tipo de azúcar con el que se endulza la mayor parte de las bebidas azucaradas, para realizar una investigación sobre la relación entre el consumo de bebidas azucaradas y las enfermedades cardiovasculares. Por supuesto que no encontró relación entre las bebidas azucaradas y las enfermedades azucaradas. Sus resultados contrastan con los de la Dra. Kimber Standhope de la Universidad de California, que recibió apoyo de un millón de dólares por parte de los Institutos Nacionales de Salud de los EUA, encontrando una muy fuerte relación entre el consumo de estas bebidas con las enfermedades cardiovasculares. Los resultados del estudio clínico de la Dra. Standhope coinciden con diversos estudios epidemiológicos que han encontrado que las personas que consumen regularmente bebidas azucaradas tienen un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Como lo describe otro artículo publicado el pasado 2 de octubre en el propio New York Times, titulado «The Decline of Big Soda», por más que haga esta industria, utilizando todas sus estrategias, estos productos no tienen futuro y lo que veremos es una caída en su consumo. No es un tema de elección para los gobiernos si ponen o no medidas para bajar el consumo de estas bebidas, tienen que hacerlo si quieren mantener más o menos estables sus sistemas de salud pública. En los Estados Unidos ha caído un 25 por ciento el consumo de bebidas azucaradas desde 1990 a la fecha y lo que está subiendo es el consumo de agua embotellada. A pesar de esa caída, el consumo en EUA sigue siendo alto y los gobiernos avanzarán en las regulaciones, las empresas trataran de retardarlas para mantener sus ganancias por el mayor tiempo posible, pero las medidas terminarán por imponerse. La pregunta es cuántos casos más de diabetes, enfermedades cardiovasculares y muertes asociadas al consumo de estas bebidas debemos esperar para que se tomen las políticas efectivas para reducir su consumo.
En México, la industria refresquera ha negado el efecto del impuesto en la reducción en el consumo de bebidas azucaradas, a pesar de los datos del Instituto Nacional de Salud Pública y del Centro de Población de la Universidad de Carolina del Norte que han realizado un estudio al respecto encontrando que ha sido efectivo, como lo reportan también los datos del INEGI. Esta negación de que el impuesto funciona, aunque debería ser del doble para ser más efectivo, es parte de la estrategia de la industria refresquera que niega los daños de sus bebidas, que compra expertos a modo, que financia asociaciones para silenciarlas, que cabildea para bloquear las políticas públicas que buscan reducir el consumo de sus bebidas azucaradas.
Hay que recordar que estas grandes empresas tienen muchas otras bebidas sin azúcar, que no tienen impuestos, las mismas que publicitan como opciones más saludables, sin calorías. Sin embargo, esas bebidas no generan el nivel adictivo que sus bebidas clásicas azucaradas. Las bebidas light no son del gusto de un gran porcentaje de consumidores y el creciente consumo de agua embotellada de las marcas de estas mismas empresas no genera la fidelidad del consumidor al producto. Si requiere beber agua embotellada, usted puede beber Ciel hoy y mañana Epura o Bonafont, la marca no importa. No es éste el caso en los refrescos, si usted bebe Coca Cola no beberá Pepsi Cola, y viceversa.
Es la ganancia lo que buscan todas estas estrategias, en el camino queda atropellada la salud, a menos que el interés público, que la salud pública se imponga sobre los intereses privados de las grandes corporaciones que han propagado, como mosquitos, esta epidemia.