Es inquietante que existan flores tan antiguas que, sin embrago, renacen en cada estación. Y un día, por primera vez, nos asombren. Uno de los misterios de la continuidad de la vida se agita en las flores y en los estremecimientos que nos comunican. Imagen fiel de nuestra posición en el mundo, las flores salvajes, su fugacidad y su tenacidad sirven algunas veces para describir a los amantes. Cada paisaje, cada flor extraña es una historia de pasiones a punto de desencadenarse. Paisaje es deseo. Y el paisaje de Aubrac, en el centro de una Francia inesperada, agita mil y una especies de flores salvajes y elocuentes.
Por Alberto Ruy-Sánchez