Al igual que las dos películas de Gunn de Guardians of the Galaxy (Guardianes de la galaxia), The Suicide Squad es una inversión caótica y libre de lo que se espera en una película de cómics.
Por Jake Coyle
Estados Unidos, 6 de agosto (AP).- Un pequeño artículo separa The Suicide Squad (El escuadrón suicida) de James Gunn de Suicide Squad (Escuadrón suicida) de David Ayer. ¡Pero qué diferencia puede hacer una palabra!
Apenas cinco años después del desastre que llevó a Warner Bros. a reestructurar su universo de DC Comics, la reedición casi total de James Gunn existe en una galaxia cinematográfica completamente diferente. The Suicide Squad puede considerarse uno de los segundos intentos más grandes y rápidos en el mundo de los taquillazos.
Al igual que las dos películas de Gunn de Guardians of the Galaxy (Guardianes de la galaxia), The Suicide Squad es una inversión caótica y libre de lo que se espera en una película de cómics. Aquí, los héroes mueren (muchos de ellos). La mayoría en realidad no son héroes. Algunos ni siquiera son humanos. Pero han salido de la cárcel para una misión kamikaze en nombre del gobierno estadounidense. En este grupo nadie tiene nada como un escudo elegante o un traje limpio con capa.
Gunn llegó a The Suicide Squad (que se estrenó el 5 de agosto en cines y HBO Max) gracias a una pequeña ventana abierta por un escándalo en redes sociales. Disney lo despidió de Marvel por algunos viejos tuits desenterrados, sólo para contratarlo nuevamente tras las protestas del elenco de Guardians para dirigir Guardians of the Galaxy Vol. 3. Mientras tanto, Warner y D.C. se robaron al guionista y director, uno de los pocos cineastas del género con el valor y el talento para no oponerse exactamente al sistema sino deconstruirlo, y convertir el mito de los superhéroes en una farsa.
Gunn ha dicho que inicialmente le ofrecieron la oportunidad de dirigir una película de Superman, y es revelador que haya rechazado la joya de DC por personajes como Polka-Dot Man, Ratcatcher 2 (que se comunica con roedores) y Nanaue, un caricaturesco tiburón que camina en pijama.
Pero si la mayoría de las películas de superhéroes en última instancia exaltan ideales estadounidenses como la justicia, el individualismo y el poder, Gunn hace exactamente lo contrario. The Suicide Squad es el anti-Superman, una alocada réplica del Capitán América. En manos de Gunn, el superhéroe norteamericano es grotesco, brutal y ridículo. Al igual que sus cintas anteriores, The Suicide Squad usa canciones populares como parte de su banda sonora (Hey de los Pixies, I Ain’t Got Nobody de Louis Armstrong), pero omite quizás la más adecuada: This Is America de Childish Gambino.
Al principio de The Suicide Squad tenemos la sensación de que la misión es dudosa. Amanda Waller (Viola Davis) convoca a un grupo de prisioneros para el programa Task Force X. Saber exactamente quiénes serán los personajes principales y quién tiene la cabeza a punto de ser cortada requiere de concentración. Pero en una parodia de cinta de superhéroes, el protagonista más central es Bloodsport (Idris Elba), un mercenario que sólo se convence de unirse al equipo cuando Waller amenaza con mandar a su hija adolescente (Storm Reid en una muy buena actuación) a prisión o algo peor.
Con él están Ratcatcher 2 (una destacada Daniela Melchior), una millennial lacónica y de buen corazón con una rata de mascota muy educada llamada Sebastian en su hombro. Las habilidades de Polka-Dot Man (David Dastmalchian) son inicialmente difíciles de descifrar, pero el tímido y atrofiado Abner demuestra ser sorprendentemente capaz, incluso si él mismo se disculpa avergonzado por tener un poder tan “extravagante”.
También está el Peacemaker de John Cena, una especie de imitación del Capitán América y fácilmente el más patriota del grupo. Lo que cada miembro del escuadrón siente sobre su país de origen y su papel en los remansos internacionales es un tema preeminente en The Suicide Squad. La pandilla es enviada a una isla suramericana controlada por un dictador en medio de un levantamiento populista para mantener a salvo una especie alienígena secreta alojada en una torre de concreto. Este es el lado invisible y siniestro de la gloria estadounidense; una monstruosa estrella de mar extraterrestre recogida en una misión espacial aparentemente triunfante. No está claro si el grupo está allí para prevenir una amenaza apocalíptica o encubrir un dudoso experimento en alta mar en Estados Unidos.
Pero también hay otros. Nanaue (interpretado con perfección monosilábica por Sylvester Stallone), es un digno heredero de Groot de Guardians of the Galaxy y un recordatorio de lo cerca que está la película de Gunn a los dibujos animados. El líder más serio y capacitado del grupo, Joel Kinnaman como Rick Flag, es una especie de hombre recto para la excéntrica pandilla, del mismo modo en que actores dramáticos que cantaban baladas actuaban junto a los hermanos Marx.
También está la Harley Quinn de Margot Robbie. Es su tercera película en ese personaje, y la mejor hasta ahora al capturar la manía alegre de Quinn. Un enamorado fugaz le dice que la adora por simbolizar el fervor antiamericano. En cuestión de minutos, yace muerto en el suelo.
¿Es exagerada The Suicide Squad? Por supuesto. Es un poco absurdo incluso preguntar eso sobre una película con un tiburón parlante que desgarra cuerpos por la mitad y debates intersticiales sobre, por ejemplo, si la frase “tighty whities” (que literalmente quiere decir ‘blancos apretados’ pero se refiere a la ropa interior masculina) es racista. Gunn a veces sacrifica la profundidad (las historias de fondo son conmovedoras pero débiles) por el ingenio y la idiosincrasia.
Pero así de exagerado y no apto para niños como es The Suicide Squad, no es nihilista. Quizás sea un argumento cuestionable para una película que incluye un primer plano de una daga perforando un corazón latiente en el interior del cuerpo. Pero por mucho que Gunn lleve sus películas al caos, tienen un sorprendente amor y consideración hacia ellas.
The Suicide Squad no es sólo una negociación con el poder estadounidense, y su representación en películas de cómics, sino una vitrina sincera, aunque extrema, de almas dañadas. Es una especie de espectáculo de monstruos verdaderamente tierno. La ventaja de seleccionar personajes de DC menos relevantes es que Gunn tiene libertad de moldearlos como quiera. Y, como en “Guardians”, todos los poderes extraños de sus sus héroes derivan del trauma emocional. Son parias, raros, hazmerreír y como sea que quieran llamar a Nanaue. Eso hace que The Suicide Squad — tan ridículo como es decir esto sobre una película con sangre a chorros combinados con flores pajaritos animados — sea algo hermoso y divertido.
The Suicide Squad, un estreno de Warner Bros., tiene una clasificación R (que requiere que los menores de 17 años la vean acompañados de un padre o tutor) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por violencia y sangre, lenguaje soez, algunas referencias sexuales, uso de drogas y desnudez breve. Duración: 132 minutos. Tres estrellas de cuatro.