Roberto Sosa hace de Gustavo Díaz Ordaz en la serie de la UNAM, Verano del 68. Cuenta que lo encaró humanamente. Fue un encanto para el actor de tanta experiencia ejercer a un personaje de tantos claroscuros, con la dirección «crítica y juiciosa» de Carlos Bolado.
Ciudad de México, 6 de agosto (SinEmbargo).- “Ay, ¿por qué me llaman, si yo estoy tan feo cómo ese”, fue la primera reacción del actor Roberto Sosa cuando Carlos Bolado le ofreció ejercer el papel de Gustavo Díaz Ordaz (1911-979) para su serie y película Verano del 68.
Encarnar al político poblano no debía caer en la caricatura y eso es algo que hablaron mucho el director y Roberto. Cuenta que cuando tenía que hacer escenas en el Comité Olímpico el equipo medio en broma, medio en serio, le abría paso diciéndole: Pase, señor Presidente.
La serie, la película, Carlos Bolado, todos estuvieron censurados durante el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Ahora, con los nuevos tiempos, se levanta la caja de Pandora para poder ver obras que de otra manera no podríamos haber visto. Durante todos estos años, fue mucho más la autocensura que la censura en sí, pero no deja de llamar la atención productos como estos, donde veremos una amplia crítica al Partido que ya dejamos atrás.
Todos los miércoles y los viernes se podrá ver por las pantallas de la Dirección General de Televisión Universitaria la serie Verano del 68, una producción inspirada en hechos reales ocurridos durante el Movimiento Estudiantil de 1968, que enfrentó a alumnos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Instituto Politécnico Nacional (IPN), entre otros actores sociales, directamente con el gobierno de la República.
Se trata del estreno de la serie en las pantallas nacionales de esta producción y la transmisión se da en el marco del programa M68 de la UNAM, conformado por más de un centenar de actividades que tendrán lugar este año en diversas sedes para recordar que ese movimiento social, político y cultural fue punto de partida para la generación de las ciudadanías en México.
Verano del 68 está protagonizada por Christian Vázquez, Cassandra Ciangherotti, Juan Manuel Bernal, Rodrigo Murray, Armando Hernández y Roberto Sosa interpretando a Gustavo Díaz Ordaz.
La serie consta de 12 capítulos de 25 minutos cada uno, que se transmiten los miércoles y viernes a las 21 horas y son presentados por el periodista y académico Ricardo Raphael.
–¿Qué se siente interpretar al hombre probablemente más odiado de México?
–Muy bien. Creo que es un privilegio poder interpretar a esos personajes. Como actor tienes la obligación de defender a tu personaje tanto como el político a sus ideas, como el perro a su dueño. De pronto ha habido por ahí comentarios de cómo interpretaste a un hombre tan malquerido, con tantos claroscuros, y creo que justamente interpretar a un personaje que ya la historia en sí mismo se encarga de juzgarlo, por sus malas hazañas, pero también es un personaje sumamente culto, buen orador, es un alguien muy contrastado, malquerido por muchos. Lo complicado es hacerlo desde el lado humano, no para justificarlo sino para tratar de entenderlo en el punto en el cual le tocó a él ser Presidente de la República. Un momento que tenía los ojos internacionales puestos encima, con unos Juegos Olímpicos a punto de realizarse en el país y en donde efectivamente toma una decisión que lo marcaría para el resto de su vida y sería recordado por ello. Por ser una herida que en México no ha terminado de sanar.
–¿Qué significa para ti el ’68?
–Bueno, el ’68 es un parteaguas en México. Yo nací dos años después. Aparece como una respuesta a lo que está sucediendo en el mundo, hay manifestaciones en Francia, en Rusia, en Checoslovaquia, en todo el mundo hay como un movimiento social, universitario y juvenil. ¿Qué significa para mí? Mis padres se conocen en 1968, forman parte de la generación del teatro de la escuela del INBA y me toca crecer con todas esas anécdotas, esas vivencias de mis padres. 1968 ha estado presente en mis más de 40 años de vida, ha sido eso: algo que no ha terminado de sanar, algo que no ha terminado de ocurrir, en el sentido de que no ha terminado el movimiento, que inició antes de 1968, que venía de mucho más atrás. Los ferrocarrileros, los trabajadores de las minas, fueron la consecuencia de un descontento constante que ha existido socialmente hablando en el desarrollo de este país.
–¿En este momento sientes que hay más posibilidades de mostrar el trabajo? La serie fue censurada
–Mira, la edición que se hizo para cine, para la película Tlatelolco: Verano del 68, dista mucho de la visión que ahora se plantea en la serie, donde se ve la mano crítica y juiciosa de Carlos Bolado, donde mucho del material que no se pudo quedar en el filme, ahora se puede ver. Yo espero y tengo la plena confianza de que sí, de que ahora se pueda hablar de todo. Un país que no tiene memoria histórica, de la historia reciente, un país que no tiene crítica hacia lo ocurrido, es muy difícil que sea nación que pueda madurar socialmente hablando. El hecho de que en una serie como esta se pueda analizar, criticar, argumentar, plantear, plasmar, un ojo más de lo sucedido hace años, es necesario. Espero que sí se pueda hablar mucho más libremente de todos los temas, desde el ’68 hasta los feminicidios, las desapariciones forzadas, el maltrato a periodistas, la represión a jóvenes, en fin, son cosas que ya sucedían hace 50 años y que son cosas y temas que no han dejado de ocurrir. Para entender por qué hemos llegado a este momento actual, tenemos que hacer un recuento a nuestro pasado reciente, para analizar qué hemos hecho mal, lamentablemente no hemos podido librar, sanar y resarcir muchas cosas que nos siguen doliendo.
–¿Cómo fue la filmación? ¿Sigues siendo amigo de Carlos Bolado?
–Sí, claro. Para mí fue sorpresivamente grato. Cuando Carlos me llamó para ofrecerme ejercer el papel de Díaz Ordaz, evidentemente hubo un golpe al ego: yo no soy tan feo como ese cabrón, soy más bonito…Me encanta que Carlos Bolado haya tenido la agudeza de ver con una caracterización, con un trabajo de maquillaje, de análisis del personaje, de estudio a fondo tanto en fotografías, en videos, de audios, veía sus movimientos, cómo gesticulaba, me pareció un dulce interpretativamente hablando. Era un estereotipo muy ubicado, cuando haces un personaje donde no hay una referencia física eres mucho más libre en lo actoral para poder crearlo, pero cuando hay una referencia tan presente en el imaginario popular, lo que nos preocupaba era no caer en la caracterización. Ya se ha caricaturizado mucho. Nuestra intención era hacerlo cercano al ser humano, lo más posible. Fue un disfrute, entrar en la Universidad, entrar al Estadio Olímpico, ambientado en los años 60, con los peinados, el vestuario, el maquillaje, el arte creado y diseñado para ese momento, y reconstruirla es muy divertido. Mis amigos y compañeros del staff me decían, a quienes conozco de toda la vida porque trabajo en esto desde hace más de 40 años, me vieran así y me dijeran: Señor Presidente, pase usted, un poco en chacota, un poco divirtiéndonos pero haciendo también una referencia a ¡Qué bien te ves! Eso era muy escalofriante porque siempre insisto: Tanto en la vida como en la ficción, debes hacer el trabajo sucio. En la historia reciente, a Díaz Ordaz le tocó hacer el trabajo sucio y a mí como actor me tocó hacer este personaje, que es un trabajo sucio. Me encantó.