A 72 años del lanzamiento de la bomba nuclear en Hiroshima, la ciudad se ha convertido en uno de los destinos más visitados de Japón. El alcalde Kazumi Matsui considera que el turismo es una potente herramienta para transmitir la necesidad de la erradicar las bombas nucleares del planeta.
Hiroshima, 5 de agosto (EFE).- Siete décadas después de la bomba nuclear que la borró del mapa, Hiroshima ha logrado reinventarse a sí misma y colocarse entre los lugares más visitados del cada vez más turístico Japón.
La mayor parte de los visitantes observan en silencio la Cúpula de la Bomba Atómica, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y símbolo del sufrimiento al que tuvo que hacer frente Hiroshima, que este domingo conmemora el 72 aniversario del ataque.
Junto a la cúpula se sitúa, como cada día desde hace 11 años, Kosei Mito, guía voluntario y superviviente más joven de la bomba atómica, que sufrió cuando estaba aún en el útero materno.
«Es mi obligación estar aquí (…). Todo el mundo debería conocer lo que pasó realmente. Es muy importante que los supervivientes hablen sobre su experiencia», explica a Efe el que fuera profesor de un instituto de secundaria.
Durante esta última década, el «hibakusha» (nombre mediante el cual son conocidos los supervivientes de la bomba) ha compartido su historia con 66 mil personas procedentes de más 170 países, por lo que tiene materiales informativos en siete idiomas diferentes.
Más de 10 millones de personas (1,17 millones de extranjeros en 2016) visitan cada año esta ciudad del oeste nipón, una cifra que se ha triplicado durante los últimos cuatro años en el caso del turismo foráneo.
Hiroshima, junto con Tokio y la monumental Kioto, forma parte de la ruta clásica de los turistas occidentales en Japón, atraídos en el caso de esta ciudad casi en exclusiva por el llamado Parque de la Paz, que acoge los restos de la Cúpula de la Bomba y un impresionante museo sobre el impacto del ataque.
«Hay una gran necesidad de atraer a visitantes, incluyendo a turistas. Esta es una oportunidad de oro para informarles de la necesidad de la paz mundial», declara a Efe Kazumi Matsui, alcalde de la localidad, de unos 1,2 millones de habitantes.
Estados Unidos lanzó el primer ataque nuclear de la historia sobre la ciudad de Hiroshima el 6 de agosto de 1945, y tres días después lanzó una segunda bomba atómica sobre Nagasaki (suroeste), lo que condujo a la capitulación de Japón el 15 de agosto y puso fin a la II Guerra Mundial.
El Museo Memorial de la Paz de Hiroshima recoge testimonios de los supervivientes de esta tragedia, así como ropas y otros objetos pertenecientes a los fallecidos, en un intento por enseñar a los visitantes la realidad que dejó tras de sí la bomba.
«Es mi segunda vez aquí, es un lugar muy importante y esta vez tenía que traer a mis hijos», cuenta a Efe la turista neozelandesa Jayne Hibbard, de visita en este «impactante» museo.
Entre todas las piezas del museo, las miradas se fijan dos grullas de papel, unas piezas de papiroflexia con un enorme simbolismo por la paz popularizadas por Sadako Sasaki, una víctima de la bomba atómica que falleció a los 12 años a causa de la leucemia.
En particular, estas dos grullas fueron donadas al museo en mayo del pasado año por el entonces presidente estadounidense Barack Obama, el primero en su cargo en visitar Hiroshima.
El superviviente Shigeaki Mori recuerda entre lágrimas la visita y, en particular, la imagen que llenó las portadas de todo el mundo: la suya siendo abrazado por Obama, en lo que se convirtió en un símbolo de la reconciliación entre ambos países.
«Le estoy tremendamente agradecido (por el reconocimiento)», cuenta a Efe el investigador nipón de 80 años, apenas un niño cuando la bomba golpeó Hiroshima.
Jonathan Watkins, un turista de Estados Unidos (país que más visitantes extranjeros aporta a la ciudad), explica a Efe que lo «más especial» de conocer Hiroshima ha sido poder conectar con los «hibakusha», con quienes ha aprendido a hacer las simbólicas grullas de papel.
«Es desgarrador estar aquí y ver todo lo que causó la bomba. Es un recordatorio muy valioso de lo que podría significar una guerra nuclear», afirma rotundamente.
En este sentido, el turismo puede ser una potente herramienta para transmitir la necesidad de la paz y la erradicación del uso de armas nucleares, reitera el alcalde Matsui, director también de la ONG Alcaldes por la Paz, de la que forman parte 7 mil ciudades de todo el mundo (entre ellas, Madrid o Barcelona).
«Debemos asegurarnos de informarles sobre la bomba de todas las formas posibles», concluye, a lo que añade que su objetivo ahora es «aumentar aún más» el número de visitas a este -cada vez más popular- destino turístico.