Miles de personas migrantes procedentes de países de Centroamérica y el Caribe buscan cada año alcanzar el sueño de una vida en Estados Unidos. En su travesía se enfrentan a la hostilidad de las autoridades, a la pobreza, las enfermedades y la inseguridad.
En México, muchas de estas personas suavizan un poco su dura realidad al recibir la solidaridad de mexicanos del sureste de México, que contrasta con la actitud fría de las autoridades.
Por Laura Barros y Mitzi Fuentes
Washington, 6 de abril (EFE).- Llegó a EU en medio de una ola migratoria y no en balsa, como muchos de sus compatriotas, pero la de Duniel no es solo la historia de un cubano que abandonó la isla sino la de miles migrantes que han convertido Suramérica en escala de una ruta que para muchos arranca en Asia o África.
Partió de su isla natal el 6 de mayo de 2016 cuando los contactos entre Washington y La Habana hacían presagiar el fin de la Ley de Ajuste Cubano, vigente desde 1966, y la política de «pies secos/pies mojados», que permitía a los cubanos que lograran tocar territorio estadounidense pedir residencia permanente un año después.
«El pasaje mío me costó mil 240 dólares», declaró Duniel a Efe, con una precisión sobre el coste del traslado a la primera parada de su viaje: Guyana.
Como Duniel, miles de cubanos empezaron a salir en ese entonces de su país hacia EU, lo que hizo que en noviembre de 2015 miles de personas se quedaran varadas en Costa Rica y Panamá tras la decisión de Nicaragua de cerrar su frontera, situación que se repitió en mayo de 2016 en Colombia, esta vez por cuenta de una medida panameña.
Pero el recorrido de los cubanos puso en evidencia no sólo su temor por perder los beneficios estadounidenses, sino el tránsito invisible que ya hacían ciudadanos de Bangladesh, Sri Lanka, Nepal, Eritrea, entre otros países, e incluso Haití hacia Sudamérica y de ahí a Centroamérica, México y EU.
Duniel, que de Guyana pasó a Venezuela y luego hacia las ciudades de Cúcuta, Medellín y Turbo, en Colombia, relató que en su trayecto se adentró por la selva del Darién junto a tres grupos de «ciento y tanto» cubanos y africanos cada uno guiados por «coyotes», como se conoce a quienes mueven a los viajeros a cambio de dinero, uno de los cuales se extravió junto a las personas que lideraba.
«Hubo que detenerse por eso», comentó Duniel, quien aseguró que en ese momento miró al cielo para pedirle a Orula y a Elegua, dioses de la religión Yoruba.
«Antes de eso, yo se lo había dicho ya:’Ustedes deciden’. Si hay que detenerse por alguna cosa es que ustedes quieren que yo regrese, ustedes no quieren que yo continúe», comentó Duniel, quien retornó a Turbo después de unas tres horas atravesando la selva.
El director ejecutivo del centro de ideas conservador Center for a Secure Free Society, Joseph Humire, recordó, en declaraciones a Efe, que el llamado tapón del Darién «era muy difícil de pasar, antes operaban las (exguerrilla de las) FARC y otros grupos armados».
No obstante, con el tiempo «se ha desarrollado más infraestructura para poder pasar migrantes», indicó.
Humire detalló que existen dos rutas principales para los extranjeros que atraviesan Sudamérica: una «larga» o «histórica» que va por Brasil, Perú, Ecuador, Colombia y Panamá; y otra que parte directamente de territorio colombiano.
Ese tránsito, aseguró Humire, ha llamado la atención del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, en inglés) que ha identificado 35 países de África, Asia y Medio Oriente con «alta presencia de grupos terroristas», de donde proceden muchos de los viajeros.
También ha atraído redes de financiación que, según Humire, se manejan desde centros financieros y bancos en Oriente Medio, que han visto la oportunidad de cobrar a quienes quieran conectarse con estas organizaciones que movilizan migrantes.
Para Duniel, quien ya es residente en EU, su itinerario lo llevó de Turbo a Panamá, luego a Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y finalmente México, desde donde alcanzó el suelo estadounidense.
Y aunque es difícil totalizar la migración desde el sur, el informe regional «Flujos de migrantes en situación migratoria irregular provenientes de África, Asia y el Caribe en las Américas» reveló en 2016 «incrementos significativos» en el movimiento de personas desde esos continentes hacia Latinoamérica, así como desde Cuba y Haití.
«EU es marcadamente el mayor receptor de inmigrantes provenientes de Asia, África, Cuba y Haití», apuntó el estudio elaborado por la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Organización Internacional de Migraciones (OIM).
Al hacer una radiografía de los migrantes, la investigación detalló que muchos presentaban «un marcado deterioro de su salud física y psicológica, por los procesos de desarraigo, por el largo tránsito y por tener que enfrentar diariamente a autoridades nacionales y otros agentes», además de poner de relieve su «vulnerabilidad».
LA SOLIDARIDAD DE LOS MEXICANOS
Miles de migrantes, muchos de ellos africanos, suavizan su dura realidad al recibir la solidaridad de mexicanos del sureste de México, que contrasta con la actitud fría de las autoridades.
Los migrantes, se calcula que son unos 2 mil, muchos de ellos africanos o caribeños, cruzaron miles de kilómetros hasta llegar a México, donde permanecen varados esperando un visado que les permita cruzar el país y llegar a Estados Unidos.
Al menos esta es su intención, pero si lo podrán hacer o no todavía es incierto ya que las autoridades migratorias todavía no dan el permiso para que puedan continuar su recorrido.
Aunque ya se reinició el registro ante el Instituto Nacional de Migración (Inami), hasta el momento la inmensa mayoría de migrantes en Tapachula, en el suroriental estado de Chiapas, no han obtenido una respuesta favorable a su solicitud.
Es el primer oleaje de extracontinentales de este año que ha logrado cruzar al menos una decena de fronteras, y aguarda ya con desesperación tras 16 días de su llegada a la estación migratoria siglo XXI, en Tapachula, a 60 kilómetros de Suchiate, frontera con Guatemala.
Son unos 2 mil migrantes, muchos de ellos africanos llegados de Camerún o la República del Congo.
Viajan varias mujeres, algunas de ellas embarazadas o cargando sus niños en brazos, niños y niñas.
Se han establecido frente a la estación migratoria con casas de campaña de plástico.
A menudo, se escucha el llanto de los niños migrantes quienes apenas comen una vez al día.
«No hay para más», exclama consternado un joven matrimonio de la República del Congo conformado por Michee Nkumu y Sivi Paulina Neola Jpierre, con su pequeño Manasse Mpela, de 3 años de edad.
Nikumu lamentó a Efe que su situación es difícil.
La situación se complica todavía más con su mujer, con un embarazo de alto riesgo, y ya ha se ha visto afectada en su salud, desde que tuvo un accidente cuando venían por Panamá, y sufrió una caída.
Por suerte, no todo son desgracias e infortunios.
Una mexicana de buen corazón, que vive al lado de la estación migratoria siglo XXI en Tapachula, les ha brindado ayuda estos días e incluso llevó a la joven a un hospital público, aunque se le negó el servicio.
Leydi Dávila de la Rosa es la joven madre mexicana que, pese a tener muy pocos bienes, ayuda a esta pareja y al pequeño Manasse.
«Pues aquí han pasado una situación muy dura porque no les quieren dar documentos, los han estado esperando y a los africanos no les quieren dar entrada», explica la mexicana.
Denuncia que «les han cerrado el paso y han pasado una situación muy dura».
«Que les den documentos porque hay mucha gente y los tienen aquí esperando, que les den documentos y se puedan ir. Está mucha gente esperando. Me da mucha tristeza por los niños», agregó.
Entre tanto, la joven congolesa se toca el vientre, levanta su blusa y enseña su embarazo de seis meses de gestación.
Explica que los ayudaron a pasar y esperan que el Gobierno mexicano les permita seguir con su recorrido porque, además, su pequeño hijo se ha enfermado de gripe y del estómago.
De pronto, rompe en llanto porque no tienen alimentos para comer, solamente ingiere avena mezclada con agua.
Los migrantes señalaron que además de las carencias, el sufrimiento y las enfermedades que te están padeciendo, también han sido discriminados por su color y su condición de africanos.
Sin embargo, a pesar de su amarga situación y lo malo a lo que se han enfrentado en esta travesía, afortunadamente se han encontrado buenas personas que les han brindado su apoyo.
Una ayuda que se convierte en un tesoro cuando todavía están a miles de kilómetros de la frontera norte mexicana.
De llegar, estarán a un paso de pedir asilo a Estados Unidos, pero también mucho más cerca de enfrentarse a la política migratoria de la primera potencia mundial, encabezada por un Donald Trump completamente opuesto al fenómeno.