El director quiere presentar Where is Anne Frank? en el Festival de Venecia de 2020, pero, inmerso de momento en la fase de producción, se muestra satisfecho con el largometraje.
Francia, 6 marzo (EFE).- Tras haber transformado en novela gráfica El diario de Ana Frank, el premiado cineasta israelí Ari Folman lleva ahora la historia de la adolescente a la gran pantalla con una cinta de animación de la que este miércoles presentó oficialmente las primeras imágenes.
En la inauguración del foro Cartoon Movie de Burdeos, el proyecto acaparó los focos tanto por la reputación del director, Globo de Oro a la Mejor Película Extranjera por Vals con Bashir (2008), como por la trascendencia de su relato, con el que se asocia de nuevo al ilustrador ucraniano David Polonsky.
Folman quiere presentar Where is Anne Frank? en el Festival de Venecia de 2020, pero, inmerso de momento en la fase de producción, se muestra ya satisfecho con un largometraje que se ha tomado como una misión personal.
«Los jóvenes ya no leen. Un diario de 360 páginas es demasiado largo. Necesitas inventar materiales más accesibles para ellos, porque la memoria del Holocausto desaparecerá cuando mueran sus supervivientes. Suena como un cliché, pero para mí es realmente un proyecto muy importante», explica a EFE.
Los padres del cineasta llegaron a las puertas del campo de exterminio de Auschwitz el mismo día que la familia Frank, en septiembre de 1944, y para él su vinculación con la historia fue determinante: «De no ser así no hubiera aceptado nunca. Son muchos años de trabajo, un desafío».
La película, al igual que la novela gráfica, cuenta con el beneplácito de la Fundación Ana Frank, que gestiona el legado de la célebre adolescente que retrató en un diario los dos años que entre 1942 y 1944 pasó escondida de los nazis en su apartamento de Ámsterdam, hasta que fue descubierta y deportada.
La fundación le dio total libertad artística y Folman (Haifa, 1962) la aprovechó para dar protagonismo a Kitty, la amiga imaginaria a la que Ana se dirigía en su diario, que cobra vida milagrosamente en un Ámsterdam actual y, sin saber dónde está su «alter ego», se lanza en su búsqueda.
El director mezcla realidad y ficción y a través de Kitty cuenta qué fue de Ana en sus últimos siete meses de vida, algo que en su novela gráfica no sucedía porque esta acababa cuando la joven dejó de escribir.
La capital holandesa, inundada de refugiados, se ilustra con tonos más apagados y monocromáticos, mientras que el pasado, el tiempo que ambas compartieron a través de las páginas del diario, aparece mucho más vívido y colorido.
Su filme, con un presupuesto de 16 millones de euros (18 millones de dólares), está dirigido a un público familiar y no es el único que en este Cartoon Movie saca partido del poder de la animación para que las nuevas generaciones no olviden periodos históricos.
Es igualmente el caso de la alemana Fritzi – A revolutionary tale, que está también en fase de producción y a través de la mirada de una niña de 12 años refleja la revolución que llevó a la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989.
«Ese periodo es un buen ejemplo para mostrar que es posible conseguir un cambio de manera pacífica», señala uno de sus productores, Ralf Kukula, mientras que para otro de los implicados en el proyecto, Richard Lutterbeck, permite transmitir el mensaje de que «no es hora de construir nuevos muros, sino de romperlos».
Aunque las comedias familiares copan 44 de los 66 proyectos presentados esta edición, que se clausura mañana, la animación demuestra con esos filmes su capacidad de hacer calar un mensaje de forma más amable, concluye Alexandre Cornu, productor de No dogs or italians allowed, centrada en su caso en el fascismo.
Los distintos largometrajes buscan en este foro financiación, socios de coproducción o distribución. Desde su creación en 1999 y gracias a inversión europea, Cartoon Movie ha permitido encontrar fondos a 333 películas, con un presupuesto global de 2 mil 200 millones de euros.