Orhan Pamuk: Una sensación extraña (Literatura Random House. 636 p.) y Michel Houellebecq. Sumisión (Anagrama. 281 p.), bajo la mirada lectora y apasionada de Jorge Zepeda Patterson
Ciudad de México, 6 de febrero (Sin Embargo).- Si usted no leyó Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis, no se preocupe, ahora podrá resarcirse, y con creces, sumergiéndose en la nueva novela de Orhan Pamuk, Una sensación extraña (Literatura Random House).
El Premio Nobel de literatura 2006 ofrece en su más reciente obra la deliciosa historia de Mevlut Karatas, un humilde aldeano cuya familia emigra a la gran Estambul para mal vivir en asentamientos irregulares y padecer los abusos de los falsos gestores políticos y especuladores inmobiliarios.
En ese sentido, la novela es un crudo y fiel relato de los inframundos de la ciudad y su capacidad para triturar las esperanzas ingenuas de campesinos desprovistos de defensa ante el peor rostro de la metrópoli. Aparentemente.
Y digo aparentemente porque a medida en que penetramos en la vida de este vendedor ambulante de yogur y boza (una bebida tradicional fermentada a base de trigo, algo como nuestro tejuino de maíz) y descubrimos con sus ojos la libertad de su mundo interior, comenzamos a preguntarnos quiénes son en realidad las víctimas.
Desde luego, Mevlut no lo es. A pesar de que sus sueños y fantasías terminan malogradas una y otra vez y que todos los que lo rodean prosperan a fuerza de adaptarse a la selva urbana y a sus crueles reglas, el vendedor de boza se solaza en la fascinación que siente por las calles de la ciudad, la observación de los otros, el goce de su libertad y el profundo amor por su mujer. Sobre todo esto último, su amor por su esposa, lo cual no deja de ser paradójico porque se casó con la mujer equivocada: el día que se la robó se llevó a otra en su lugar.
Pamuk relata casi cincuenta años de la vida de Mevlut sin aspavientos ni excesos líricos, nos muestra que no hay heroicidad en la miseria, por el contrario el texto deja en claro que la ignorancia y el fanatismo religioso y político suelen hacer pedazos la vida de los más humildes. Pero también nos muestra la dignidad de un hombre capaz de conservar el gozo frente a un atardecer luminoso, la exaltación por una caricia cómplice de su esposa o el orgullo por el gesto satisfecho de un cliente al beber su boza.
Pamuk logra instalarnos en esa mirada de niño que mantiene Mevlut a lo largo de medio siglo incluso cuando el personaje deja atrás al joven para convertirse en padre y abuelo. Al terminar de leer Una sensación extraña, tuve justamente la misma sensación que experimenté con El dios de las pequeñas cosas, de Arundhati Roy o con Hijos de la medianoche, de Salman Rushdie: libros mágicos, universos paralelos a los nuestros, aparentemente tan lejanos como ajenos pero que terminan por hacernos ver la propia realidad con otros ojos.
EL USO DE ALÁ EN AMBOS SEXOS
Unos días antes había terminado la lectura de Sumisión (Anagrama), de Michel Houellebecq y no pude dejar de pensar en los distintos usos de Alá en ambos textos. En el de Pamuk el Islam es simplemente una manera de llamar al destino, una serie de rituales y costumbres que otorgan certidumbre y sosiego ante los miedos y lo desconocido, una argamasa en la construcción de identidades y pertenencias en el interior de una comunidad. En la del autor francés, en cambio, el Islam es la fuente del miedo, la religión convertida en política de Estado capaz de poner de rodillas a una sociedad moderna europea.
Sumisión describe el escenario hipotético de un triunfo político de los musulmanes en Francia en el año 2022. El personaje central, un profesor de la universidad, constatará la forma en que, con la llegada de un presidente de origen islámico al poder, las políticas públicas comienzan a transformarse para favorecer a los conversos, a las prácticas religiosas o al regreso de la mujer al ámbito de su casa. Por oportunismo o temor el profesor y sus colegas, la sociedad civil en su conjunto, terminan sometiéndose a esta conquista desde adentro. A ratos una crónica satírica (la poligamia no está nada mal, se consuela el profesor) y a ratos un relato deprimente sobre la claudicación y el conformismo, la novela termina siendo una provocación, por donde se la mire.
Llegó a librería el mismo día que el ataque a la revista Charlie Hebdo por extremistas islámicos y se agotó en noviembre pasado con las terribles ejecuciones de civiles en las calles de París. Sin decirlo, Houellebecq nos muestra que el fanatismo religioso será el motor de las guerras del siglo XXI y sustituirá al fanatismo nacionalista, impulsor de las guerras del siglo XX. Sumisión revela que ese futuro regresivo y milenarista ya ha comenzado.
@jorgezepedap