Promulgada el 5 de febrero de 1917, la nueva Constitución -vigente hasta nuestros días- recogió las demandas sociales, políticas y económicas que habían dado sustento ideológico a la lucha armada iniciada por Madero en 1910.
Ciudad de México, 6 de febrero (SinEmbargo/WikiMéxico).- Los artículos sobre la educación (3°), el derecho a la tierra y la reivindicación del suelo y del subsuelo como propiedad originaria de la nación (27), la cuestión obrera (123) y la relación iglesia-estado (130), mostraban una legislación nacionalista, moderna y vanguardista en cuestión social. Los mexicanos atestiguaron así, el nacimiento del estado revolucionario.
Sin embargo, en su discusión, la carta magna fue excluyente. Los constituyentes de 1917 defendieron y debatieron con libertad posiciones que transitaban del más férreo radicalismo hasta cierto grado de conservadurismo -el propio don Venustiano Carranza guardó una posición moderada frente a las grandes reformas sociales-.
Pero cualquiera que fuese la posición política, entre los hombres que asistieron a Querétaro había un punto fundamental de comunión: todos eran leales a Carranza. Sus enemigos habían quedado excluidos. Y todos aquellos que a lo largo de la lucha habían criticado sus ideas, fueron llamados «reaccionarios» por oponerse al avance firme y victorioso de la revolución.
En la opinión de Carranza, los reaccionarios no eran solamente «las clases elevadas de toda la República y los próceres del Capital», ya en 1917 también lo eran todos los revolucionarios derrotados: villistas, convencionistas, magonistas y hasta los viejos maderistas que nunca lo apoyaron.
De la lucha zapatista no tenía mejor opinión, ni siquiera merecían el epíteto: «el zapatismo no es reacción ni es nada». Carranza quiso sepultar para siempre la historia de sus enemigos y les negó una curul en el Constituyente.
Por instrucciones del Primer Jefe, los constituyentes no se permitieron escuchar las voces de los derrotados, entre quienes se encontraban algunos de los primeros opositores a la dictadura porfirista, miembros del antiguo régimen cuya visión no era desdeñable, viejos maderistas o intelectuales que se habían unido al villismo y al zapatismo.
El nuevo pacto social surgido de la Constitución se construyó únicamente con la voz de los vencedores. La Constitución se discutió y juró en el viejo teatro Iturbide -hoy de la República-, en Querétaro, sin la participación de los vencidos pero sí sobre sus restos.
A 99 años de su promulgación, sus más de 400 reformas, permiten afirmar que el país ya contaría con tres constituciones nuevas, si se considera que la Carta Magna tiene 136 artículos y 16 transitorios.
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