En su Carta VII, Platón habló de la necesidad de que los gobernantes fueran filósofos o, al menos, gobernaran bajo la influencia de una orden divina, pues su experiencia le había indicado que de otra forma era imposible que pudieran llevar los destinos sociales a buen puerto.
Lo mismo pensaba de todos los que tuvieran injerencia en la vida pública del Estado, entre ellos los legisladores.
Por fortuna, en la historia de las legislaturas el sueño de Platón ha llegado a cumplirse. Ahí están los casos de filósofos y hombres de letras como Solón, Cicerón, Lamartine y, ya en nuestra geografía, el eminente Andrés Bello y el mexicano Guillermo Prieto, quien también fueron ilustres legisladores.
Asimismo debemos considerar los nombres de Platón, Maquiavelo, Hobbes, Rousseau, Montesquieu, Voltaire, Locke, Kant, etcétera, por sus significativas aportaciones al campo de las leyes y la teoría política.
Todo esto, al menos en nuestro país, parece ser un asunto de otro mundo. Nuestros legisladores no sólo se duermen en las sesiones ordinarias y legislan a partir de intereses personales o de partido, sino que también carecen de cultura general y conocimiento legislativo.
La prueba de ello es que el año pasado el Senado de la República gastó casi 500 millones de pesos en servicios profesionales, consultorías, asesorías y capacitación, todo ello para que nuestros legisladores pudiera hacer su trabajo apropiadamente. Se ha desvirtuado tanto la labor del legislador, que hoy sólo representa un coto de poder para los partidos y no la verdadera oportunidad de crear leyes en beneficio de nuestra paz y justicia social.
¿Qué tiene que hacer, por ejemplo, una Ana Gabriela Guevara Espinoza en la Cámara Alta de nuestro Congreso de la Unión? Nada, porque si bien Guevara Espinoza es una indiscutible corredora, no cuenta con ninguna experiencia legislativa.
Nuestro Senado de la República, por eso mismo, es un embuste: porque está lleno de demagogos y no de verdaderos congresistas. Mejor será que los que asesoran, capacitan y hacen el trabajo de los legisladores sean los legisladores y ocupen sus escaños.
De hacerlo así, tendríamos, por lo menos, un ahorro de 500 millones de pesos por año.
@rogelioguedea