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Más de 300 mil cabras son sacrificadas cada año en La Saline, en el extremo de un barrio pobre del mismo nombre que forma parte de la expansión de la capital, Puerto Príncipe.
Por Chery Dieu Nalio
Haití, 5 diciembre (AP).- El matadero de La Saline es un escenario de pesadilla con sangre animal, trozos de carne y residuos. Es además una parte esencial de la economía de la capital haitiana, del que sale la carne para los restaurantes, los vendedores ambulantes y las tiendas.
El fotógrafo de The Associated Press Chery Dieu Nalio pasó cerca de un mes documentando las condiciones del mercado y las vidas de las más de 100 personas que trabajan allí. Se topó con una lucha constante por sobrevivir en condiciones antihigiénicas, con regulación deficiente y violencia letal.
Más de 300 mil cabras son sacrificadas cada año en La Saline, en el extremo de un barrio pobre del mismo nombre que forma parte de la expansión de la capital, Puerto Príncipe. El mercado es básicamente un patio de tierra con unas cuantas chozas elaboradas con chapas metálicas desgastadas, madera y tela. Los trozos de carne cruza se colocan sobre mesas para que los compradores puedan adquirirlas. Los restos de los animales se arrojan a un canal a la entrada, provocando un olor nauseabundo e inundaciones en el vecindario.
En el exterior está el vecindario de La Saline, tan violento que los trabajadores del mercado y los compradores suelen tener que tirarse sobre el piso para esquivar las balas perdidas.
Clientes, vecinos e incluso trabajadores dicen que las autoridades haitianas no toman medidas para mejorar las condiciones del mercado.
Los carniceros reciben entre 10 y 20 dólares por cada cabra de matan para compradores individuales y no cobran nada de los mayoristas, aunque se quedan con algunas partes del animal para venderlas al menudeo.
Otros trabajadores despellejan a los animales, los limpian y transportan y se los venden a los clientes. Etty Felix, de 50 años, y Monise Jironer, de 54, sacan los restos de los intestinos de las cabras, los desinfectan en agua hirviendo y se los venden a quienes se dedican a preparar caldo. Reciben 16 centavos de dólar por tripa.
El propietario del negocio, Polynice Amboise, de 65 años, dijo que el mercado fue trasladado en varias ocasiones por las administraciones haitianas, desde el interior de la barriada a una ubicación próxima al mar, y viceversa.
Desde el devastador sismo de 2010, que mató a unas 300 mil personas y dejó al gobierno sumido en una profunda crisis, no paga impuestos por el mercado y las autoridades no han tomado medidas para mejorado sus condiciones, agregó.
«Las autoridades no vienen. Llevé todos mis papeles al ayuntamiento pero nunca me responden”, señaló Amboise. «No estoy contento con la situación del mercado. Los trabajadores tampoco están contentos».
El alcalde de Puerto Príncipe, Youri Chevry, dijo que la situación se complica por un problema más amplio de anarquía que apuntó que se está solventando. Una misión de paz de Naciones Unidas abandonó el país recientemente y se está restableciendo el ejército, una fuerza que se dedicará a mantener el orden dentro de sus fronteras.
«Todo el mundo sabe que esta zona es una zona sin ley, una zona roja con personas armadas que crean muchos problemas”, apuntó Chevry. «Paso a paso, la paz está regresando a la zona. Paso a paso, controlaremos el matadero».