La actriz y dramaturgo protagoniza la obra que le hizo ganar el Primer Premio Nacional de Dramaturgia, Cuando había granadas en noviembre, una mirada sobre el secuestro, dictada por la violencia reinante en un país azotado por la impunidad.
Ciudad de México, 5 de octubre (SinEmbargo).- Se ríe con dulce sorna la conocida actriz Leticia Huijara cuando comenta que por una razón que no alcanza a comprender todos los premios de dramaturgia que ha ganado han sido fruto de presentarse con seudónimo.
“Curioso”, afirma. Y no dice más. En un mundo tan especializado como la escritura de guiones y de obras de teatro, la intérprete ha tenido que sortear el lugar importante que ocupa en la lista de las principales actrices de nuestro país.
Lejos de amilanarse, vive con orgullo su doble vida y el próximo 13 de octubre presentará en el Teatro Galeón del Centro Cultural del Bosque su obra Cuando había granadas en noviembre, un texto que pone en jaque la indiferencia nacional frente a la violencia en general y al secuestro en particular y que Huijara expresará en el escenario junto a su colega Raúl Briones.
Ganadora del premio de dramaturgia Víctor Hugo Rascón Banda 2014, la pieza fue publicada por Conaculta y la Universidad Autónoma de Nuevo León y trata sobre una mujer que visita la cárcel para entrevistar a un hombre acusado de secuestro y asesinato. Ella ha prometido pagar por esas sesiones para que la esposa y la hija del condenado puedan irse del país. A cambio, sin embargo, la mujer quiere conocer –casi con desesperación– los detalles de la convivencia del reo con el hombre al que secuestró.
El sentenciado se rebela ante el morbo de su entrevistadora. Durante el tiempo que duran estas visitas, se desarrolla una tensa y complicada relación que llevará a cada uno de los personajes a desnudar sus personalidades, reencontrarse con sus respectivas pérdidas y a reconocerse como víctimas de un país en el que la violencia extrema se ha salido del ámbito criminal para invadir la intimidad de todos lo que lo habitamos.
El montaje está dirigido por Mario Espinosa.
–¿Qué valor tiene el arte para transformar la violencia?
–Me gusta pensar que tiene mucho valor y que en momentos oscuros como los que atravesamos, de pronto el pensar en la transformación de lo que es tan definitivamente horrendo, puede ser una luz que nos mueva de donde estamos parados.
–Estar parados aquí es algo impensado. En el 2000 iniciaba la democracia y parecía que todo iba a ir bien.
–Sí, pero ya entonces había muchas señales de alarma. Ya entonces nos decían que nos estábamos “colombianizando” y nuestra respuesta era que estábamos lejísimos de esa realidad. Afortunadamente, Colombia inició un camino de regreso de ese horror en el que la sumió el narcotráfico. Hay una voluntad y un hartazgo absoluto de la población van a lograr la paz en Colombia. En México hay casi como una negación, no comprendemos que estamos metidos en un lugar muy tremendo. Hay unos órganos de impartir justicia que son totalmente omisos.
–Los crímenes en México parecen ser dobles, porque la impunidad causa efectos aún mayores.
–Exacto. De pronto saber que puedes ser sujeto de un crimen violento y que probablemente te vayas a sumar a esas listas pendientes de justicia. Lo de Atenco cumplía ayer 15 años o algo así, se suman los 43… es un estado de muchas sumas y ninguna resta.
–¿Todos estos pensamientos te llevaron a escribir Cuando había granadas en noviembre?
–Fíjate que no. Originalmente quería escribir una historia de dos personajes que no tuvieran nada que ver entre sí y que lograran en un momento conectarse para luego volver cada uno a su camino. Esa era la estructura que imaginaba. Una historia que significara retos actores. ¿Cómo vas a poder acercarte a alguien del que desconoces todo y cómo esa persona va a poder tocarte sin saber nada de ti? Pero la realidad te muestra que están unos de un lado del espectro y del otro lado está la víctima ideal para que esto suceda, el país, si tienes abiertos los ojos, te condiciona. Leo todos los días el periódico y todos los días es visible cómo este crecimiento de la violencia y de la impunidad se da a pasos agigantados. La obra se permeó con lo que había afuera y así es como surgió el tema del secuestro.
–Casi como si México te la hubiera dictado
–Sí, un poco sí. Estos momentos de oscuridad finalmente están en la historia.
–Decimos secuestro con una facilidad pasmosa. Desde pequeña esa palabra me estremece y todavía hoy
–Sí, hacen lo que quieren con tu vida y con la de tu familia. Es una tragedia que alcanza a un montón de gente, no sólo al secuestrado. No podemos hacer melodrama con esto. Tiene que ser tragedia. Es una aporía que te pone en un lugar en el que tienes que darte cuenta qué tanto eres responsable, aunque sea por omisión, de que esto suceda. Un secuestro debería ser algo excepcional y no lo es. Leía el otro día que sólo en Ciudad de México se producen 85 secuestros diarios. Los datos duros son tremendos. Las cosas son: Ah, uno más; Bendito sea Dios: la liberaron; Ah, no, qué horror: la mataron, con esta indiferencia con la que casi comentamos el alza de los precios. Mi historia empieza cuando el secuestro ya pasó, cuando las personas que lo llevaron a cabo están en la cárcel y las víctimas ya pasaron por la parte más tremenda del suceso.
–¿No se corre el riesgo de humanizar a los criminales?
–Lo que se busca es derrumbar una serie de preconceptos acerca del otro, pero de ninguna manera justificar el crimen echándole la culpa a una sociedad injusta. No, no es eso. No sé si descubrí algo metiéndome en la mente de un asesino, pero sí indagué mucho acerca de cómo puedes estar de pronto involucrado en un hecho de violencia y no era eso lo que te habías planteado. Es parte de la observación de este país. No sólo están las víctimas evidentes, sino también todas estas otras víctimas que son orilladas poco a poco a estar en una banda delictiva o a participar de un hecho violento. Porque algo muy preocupante que sucede en México es notar cómo en este país se ha vuelto tan fácil delinquir. Ah, aquí hay una banda que te puede pagar 15 mil mensuales, aquí hay un familiar que te dice que fácilmente te puedes ganar una lana extra…
–Como pasó con León Serment…
–Sí, ese caso, imagínate que por 100 mil pesos un hombre recibe 52 puñaladas. Es el ejemplo y no, porque 100 mil pesos no es lo habitual, sabemos de cifras muy menores por el mismo crimen. Esa búsqueda de entender qué pasa con eso, no de manera lastimera ni justificando nada, originó la obra. No es un panfleto de “pobres los pobres”. Si cometiste un crimen, debes hacerte responsable y pagar.