Alma Delia Murillo
05/09/2015 - 12:01 am
Números brutos, palabras obscenas
A veces esto de escribir una columna semanal es una patada en los riñones, en los ovarios, en el alma. A menudo me planteo escribir sobre un tema gozoso, guiñarle un ojo a la contentura de la vida, a la alegría ordinaria de ser. Pero el país, el mundo, la miserable humanidad siempre está ahí, […]
A veces esto de escribir una columna semanal es una patada en los riñones, en los ovarios, en el alma.
A menudo me planteo escribir sobre un tema gozoso, guiñarle un ojo a la contentura de la vida, a la alegría ordinaria de ser. Pero el país, el mundo, la miserable humanidad siempre está ahí, escupiendo a borbotones tragedias vergonzantes. Y una se siente ave de mal agüero, nigromante, pitonisa de la calamidad, vocera de la desesperanza.
Esta mañana, por ejemplo, estaba dispuesta a narrar aquí la experiencia de haber corrido mi primer maratón, contarles del estado de conciencia tan agudo que parece una alucinación cuando el cuerpo ha corrido 38, 40, 42 kilómetros.
Las ganas de llorar que vienen porque sí, por cansancio, por pura necesidad metabólica de desahogo y la honra, el orgullo, el regodeo de saber que éramos 30,000 corredores en la ruta. Treinta mil mexicanos, en su mayoría, haciendo un esfuerzo extraordinario. Carajo. ¿Cómo no sentir orgullo cuando se sabe del dolor, la disciplina, las privaciones, la soledad autoimpuesta y todas las exigencias que implica entrenar para correr un maratón y correrlo?
Pero por estúpida, por terca y por maníaca abrí primero los portales periodísticos y apareció la imagen del niño sirio Aylan Kurdi, su cuerpecito muerto en esa playa turca porque no pudo escapar de la guerra junto a su familia para llegar a Grecia y ponerse a salvo. Habían pasado por Damasco, Estambul y habían intentado ser recibidos como refugiados en Canadá. Entonces la esperanza era Europa.
La imagen es grosera pero es que vivimos tiempos obscenos, es que no hay manera de referirnos a ciertas cosas que pasan en el mundo sin ser insultantes, rústicos, insolentes, asquerosamente insensibles.
Mi buena noticia sobre el maratón se fue haciendo pequeñita en mi interior.
Pensé en la guerra.
Pensé en la guerra como una prostituta milenaria, como la gran ramera apocalíptica disfrazada de Gran Madre Civilización.
La Humanidad es obscena, bárbara, grotesca. No hay manera de describir con suavidad ni elegancia nuestros actos.
¿Qué hace Europa por los niños de las guerras que son considerados ciudadanos de segunda, los que no ostentan en su pasaporte una nacionalidad de las favoritas, de las Premium, de las grandes potencias con impresionante Producto Interno Bruto?
El cadáver de ese niño es un golpe en el estómago que deberían cobrar mandatarios, militares y sí, también los ciudadanos indolentes al permitir que ocurra, los ciudadanos del mundo entero.
Pienso en la guerra y la palabra deja de tener sentido junto a la palabra democracia, entonces la palabra paz ya no significa nada, absolutamente nada.
Yo vivo en un país en paz, aquí no hay dictadura ni guerra pero reviso estos datos y de nuevo, esas palabras son una necedad, una herejía.
Muertos y desaparecidos en la dictadura española. 150,000
Muertos y desaparecidos en la dictadura argentina. 30,000
Muertos y desaparecidos en la dictadura chilena. 40,000
Muertos en tres años de democracia mexicana. 57,000
Desaparecidos en tres años de estado pacífico mexicano. 24,000
No, nosotros no estamos en guerra, hay que insistir y repetirlo, es muy importante que quede claro que México es una nación pacífica y democrática. El problema es explicar cómo en democracia y en paz contabilizamos en tres años, más de 57, 000 asesinatos; 24,000 desaparecidos; por qué hay más de 13,000 niños y niñas en situación de calle en el DF; por qué hay más de 20,000 niños y niñas víctimas de trata, por qué los estudiantes y los periodistas son asesinados o eliminados de la escena pública.
México es una nación democrática y pacífica. Un Estado protector para sus ciudadanos.
Lo voy a repetir, a ver si le encuentro el sentido: México es una nación democrática y pacífica.
No. La frase es un disparate, un desvarío, una locura.
Todos somos culpables en mayor o menor grado, lo sé, algunos responsables tienen nombre y apellido; sé que no es lo mismo ser culpable por omisión que por firmar una orden de asesinatos o por disparar el arma.
La guerra en Siria es una afrenta universal, la guerra que no se llama guerra en México también lo es.
Qué terrible desgracia, la Humanidad somos todos.
Mierda. He vuelto a ser ave de mal agüero, contadora de tragedias. Es que mi buena noticia no alcanza, y miren que es buena: 30,000 mexicanos –o casi todos mexicanos- corrimos un maratón el domingo pasado.
Pero es que no, seré obscena y realista, mi buena noticia no me alcanza.
*Fuentes:
SEGOB, RNPED, World Vision México, ESANUT 2012.
@AlmaDeliaMC
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