Cuando los duraznos de la tarde se vuelven pardos
turbios sabores se desprenden de su aire candoroso
te miran asombrados ángeles de alas truncas
Cuando el tiempo de las paredes escurre sus dolencias
encajes renegridos en el soplo del ocaso
los ropajes de la gente se deshilan y muestran sus tendones
cárdenos de los días que se han desbarrancado
Cuando una gasa de tristeza se posa en tu pecho
una perra sepia brinca y te alarga su hocico brusco
una gata te mira profundo y deja una huella de luna en tu alma
la gente que te quiere te regala un bolso franco de cariños
Cuando en el borde de los párpados hay polen de arañas
desde tu corazón que late sutilezas
saltan instantes de broma bienvenida
una mano interior te palpa el alma triste
como si le diera vitalidad a tu volátil cabellera
y dejara que tus pies caminaran firmes hacia la puerta
donde una luz selecta te dará la bienvenida
hacia cosas sencillas como una cacerola abollada
un montón de tenedores muestran una estrella metálica
dura y refulgente para que salgas al paso nuevo
aunque otro día quiera llevarte a las nubes pardas
el canto de una voz recóndita en los años de tus labios
te alienta a que tomes los frutos frescos de mis ramas
Camina por el arroyo claro de tus deseos leales
lleva a tus labios un higo que dibuje ondas en tu vientre
toma uno de los dátiles que caen allá cerca del Nilo
deja que los juncos te digan su canto secreto
que las voces del río levanten tu rostro y mires
de frente esta tornadiza experiencia de colores vivos