La impresión en tres dimensiones facilita la «personalización alimentaria» y permite «conseguir formas que no se pueden lograr de otra manera, por ejemplo, con moldes», dice Gaëtan Richard.
Por Javier Albisu
Bruselas, 5 agosto (EFE).- La impresión en tres dimensiones es una tecnología emergente que promete convertirse en un nuevo polo de innovación y que ya se ha introducido en sectores tan dispares como la fabricación de piezas para naves espaciales o la manufactura de juguetes sexuales.
Incluso en el mundo de la alimentación existen restaurantes que imprimen sus menús o máquinas diseñadas para el hogar capaces de dibujar pizzas por capas. Pero nadie se dedicaba específicamente a imprimir y vender productos chocolateros bajo demanda, hasta que a finales de 2016 nació Miam Factory.
«Hay empresas que comercializan impresoras. Pero somos los únicos que fabricamos piezas por encargo. El cliente viene a vernos con una idea en la cabeza y fabricamos el producto en chocolate. Eso no lo hace nadie más», comenta a Efe el químico Gaëtan Richard.
Francés, doctor en química y cocinero, Richard lleva diez años instalado en suelo belga y trabajando para la Universidad de Lieja, donde en 2015 se fundó el Smart Laboratory Lab, un departamento multidisciplinar dedicado a la innovación culinaria a través de las nuevas tecnologías.
«Bélgica es el país del chocolate», resume Richard sobre un territorio donde la industria del cacao se remonta al siglo XVII, factura anualmente 4 mil millones de euros y emplea a unas 7 mil 600 personas.
Y fruto de la colaboración de Richard con François Chasseur, un «maker» encargado de modificar impresoras 3D para plástico y hacerlas aptas para trabajar con cacao líquido, en Bélgica surgió la «start up» Miam Factory.
«El objetivo es ofrecer a los chocolateros y pasteleros la posibilidad de hacer otras cosas y ampliar su creatividad con piezas que hasta ahora no podían hacer», prosigue Richard, que no considera su proyecto empresarial una amenaza para los tradicionales maestros del cacao, sino todo lo contrario.
Actualmente dispone de siete dispositivos que generan capas de dos milímetros de altura de chocolate blanco, negro, con leche y rubio (a base de almendra caramelizada), tratados previamente para conseguir la temperatura y consistencia precisa porque «cada tipo de chocolate requiere unos parámetros específicos».
La impresión en tres dimensiones facilita la «personalización alimentaria» y permite «conseguir formas que no se pueden lograr de otra manera, por ejemplo, con moldes», dice Richard.
El resultado de sus productos, prosigue el químico y emprendedor, es de mayor calidad que el que se puede obtener con las impresoras 3D disponibles en el mercado, como la CocoJet de 3D Systems o la Choc Creator V1 de la Universidad de Exeter.
«Tenemos clientes que vienen de todas partes. Pueden ser particulares, industriales, empresas que quieren un producto para un evento particular y nos piden, por ejemplo, un logotipo (de chocolate) para regalarle a sus empleados o clientes», explica.
En su medio año de vida, Miam Factory ha trabajado para clientes como la multinacional química Solvay, el fabricante de ron Bacardi, o la eléctrica Elia, pero también para particulares que quieren sorprender en una boda o un cumpleaños.
«El gusto del chocolate es el mismo, pero la percepción puede ser diferente», según la textura y la forma en la que se presente, agrega Richard, cuyas piezas arrancan en los 12 euros por un logotipo de chocolate sencillo y pequeño y alcanzan los 120 para creaciones más complejas y de mayor tamaño.
«El problema es que las piezas son muy frágiles y resisten mal la temperatura», por lo que resulta complicado atender pedidos solicitados desde la lontananza.
Así que la idea de Miam Factory es mudarse pronto a un almacén expresamente diseñado para sus creaciones chocolateras, con la temperatura adecuada, unas 30 impresoras y máquinas para el empaquetado de los productos. Y después, si el negocio funciona, reproducir el modelo en otras partes del mundo.