En este libro, Oráculo, las fotografías de Silvia Andrade y los poemas de Arturo González Cosío nos invitan a reflexionar sobre la filosofía y el lenguaje que constituyen el Libro de las mutaciones. Más que develarnos el futuro, o un plan de acción en específico, nos ayudan a comprender las correspondencias entre lo diminuto con el macrocosmos de lo eterno, el instante con la infinitud del tiempo.
Ciudad de México, 5 de mayo (SinEmbargo).- Para hablar sobre Oráculo, es necesario que nos acerquemos lo más posible al I Ching o Libro de las mutaciones. Explicarlo de manera sintética y clara es una pretensión que excede a esta. Podemos decir algunas cuestiones para conectar de mejor manera con el libro del que hablaremos a continuación. En este libro, Oráculo, las fotografías de Silvia Andrade y los poemas de Arturo González Cosío nos invitan a reflexionar sobre la filosofía y el lenguaje que constituyen el Libro de las mutaciones. Más que develarnos el futuro, o un plan de acción en específico, nos ayudan a comprender las correspondencias entre lo diminuto con el macrocosmos de lo eterno, el instante con la infinitud del tiempo.
El I Ching es mucho más que un método de adivinación. Parte de la idea de que quien hace las preguntas puede conectar con las energías del universo, con el cambio perpetuo, y por esa misma conexión inevitable, recibir una ayuda en cuanto a su situación actual. Ya sea con varillas o con monedas, cada “lanzamiento” devela una línea del hexagrama. Una vez completo, se puede leer el juicio, la imagen y las distintas posibilidades de la lectura. Para interpretarlo, es necesario conocer el lenguaje simbólico. La imagen del hexagrama generalmente tiene que ver con aspectos de la naturaleza, de ahí que el exterior conecte con el interior, para explicarse mutuamente. El proceso de adivinación es, de muchas maneras, un acceso al inconsciente, un proceso de auto-reconocimiento e introspección, que al mismo tiempo, se relaciona con la realidad circundante.
Las fotografías de Andrade son parte de una (auto)exploración a partir de lo microscópico. Sus reflexiones en torno al Libro de las mutaciones desembocan en una fotografía por cada uno de los 64 hexagramas posibles. Son resultado de sus observaciones en el Jardín Botánico Regional Roger Orellana. Nos habla de la conexión del mundo exterior con el mundo interior. Los close ups que hace de un plano que no podemos ver a simple vista tienen relación con el esfuerzo de sumergirse en uno mismo para entender las lecturas del oráculo. Las fotografías microscópicas proliferan, nos muestran acumulaciones de vida, repeticiones de patrones que forman un organismo cuya apariencia exterior desconocemos. Son muchas texturas, laberintos, formas ondulantes y abigarradas que dan la impresión de movimiento continuo. Y el movimiento, hay que recordarlo, reconecta con el cambio perpetuo, la mutación que hace posibles las distintas lecturas del mundo y del I Ching.
Cada fotografía tiene el título de uno de los hexagramas. Vemos una imagen natural de “la fuerza domesticadora de lo pequeño”, “el trabajo en lo echado a perder”. Cada fotografía es “la mordedura tajante” del cambio. Tenemos, por ejemplo, el hexagrama 36 Ming, “el obscurecimiento de la luz”. En el Libro de las mutaciones se lee la siguiente imagen: “La luz se ha hundido en la tierra: la imagen del oscurecimiento de la luz. Entonces el hombre noble vive con la gran multitud ocultando su apariencia y permaneciendo brillante” (Versión de Richard Wilhelm, I Ching, p. 111). El consejo se transmuta en el claroscuro de la captura de Andrade. Aquí la forma de la fotografía nos ilustra sobre las posibles interpretaciones de este resultado. Hay distintas dimensiones de la oscuridad, en donde la luz de las formas ondulantes contrasta con el centro que apenas y podemos atisbar. El corazón de la imagen se difumina, pero ciertas ondas de luz permanecen.
Por su parte, los poemas de Arturo González Cosío enfrentan la posibilidad de atrapar un instante con el uso de la palabra. Las imágenes presentan el fluir del tiempo, la captura de un momento que nos habla del cambio perpetuo que acompaña a toda existencia natural. Para el hexagrama 38, el poeta escribe:
“Fluye el manantial,
inmóviles las garzas
forman cascada”
La forma poética se amolda a las necesidades del instante. El autor hace uso de su experiencia en el haiku para complementar esta experiencia de la búsqueda de la síntesis de los contrarios, el fluir de lo eterno se condensa en el momento fugaz. Las imágenes naturales, que también suenan a hechizo, complementan la exploración del interior del Libro de las mutaciones. También se habla del viaje, como una manera de hacer alusión a la transformación perpetua. Abundan las imágenes acuáticas, el agua como símbolo natural de todo lo que fluye. Como en el hexagrama 59 Huan, los elementos que lo conforman son “Lo suave”, es decir, el viento; y “El Abismo”, el agua (p. 173). Así, el poema de González Cosío utiliza ambos elementos, los cuales ejercen su poder de disolución sobre el ser humano:
“Viento sobre las aguas,
boga el barquero
con la nostalgia”.
Poema y fotografía no dialogan necesariamente, sino que se complementan, enseñan formas individuales, expansivas, de acercarnos a la lectura de los hexagramas. Podrían ser los trigramas que en conjunción otorgan una visión más extensa de la respuesta del oráculo. O mejor aún, son dos visiones de subjetividades distintas a las nuestras que encontraron la manera de universalizar su exploración a partir del lenguaje artístico. Entender el I Ching tiene que ver con comprender símbolos. Qué mejor manera de acercarse a la expresión simbólica que a través del arte. No tenemos respuestas concretas, claro está, la comunicación con el oráculo es conflictiva, hermética, pero no por ello menos disfrutable estéticamente.
La filosofía que acompaña el Libro de las mutaciones tiene que ver con considerar todas las partes del universo como una armonía siempre cambiante. Somos parte del todo-cosmos, nada queda excluido en la red de correspondencias. Por ello, el arte de la adivinación tiene mucho que ver con las imágenes de la naturaleza. Exterior e interior, instante y eternidad, micro y macro están interconectados, de manera que lo que hace el libro es ayudarnos a entender esas relaciones inmanentes. Más que una lectura del futuro, el oráculo que aquí se devela es una forma de entender las mutaciones, la experiencia fluida de habitar el cosmos. Sin duda es un reto, sobre todo para nuestra mente occidental. De ahí que se aprecie de tal manera un intermediario, como lo es este ensayo fotográfico y la colección de poemas.
Para finalizar me gustaría reflexionar un poco sobre el significado del oráculo. Por un lado, es la sentencia en sí misma. El oráculo es esa respuesta que nos habla del futuro de quien se acerca a preguntar. Ya dijimos que el I Ching devuelve nuestro reflejo en la energía del cosmos, y es partir de ello que se hace una lectura. Oráculo también es aquella persona, pitonisa o sacerdote, que puede darnos estas respuestas. He aquí los dos artistas que se reúnen en el libro que nos ocupa, que fungen como intermediarios para ofrecernos lecturas de las mutaciones; reflexiones propias que en la interconexión universal responden nuestras preguntas. Oráculo es también el lugar sagrado en el que podemos acceder a este nivel de sabiduría, ese lugar es el propio libro. Por último, en las acepciones de la palabra resalta el oráculo del campo, es decir, la flor de la manzanilla. Esto puede sonar alejado de nuestro tema, pero tiene todo que ver con la fuerza del lenguaje. A veces, cuando estamos en la disposición de espíritu para encontrar los vínculos secretos, para leer el I Ching, y por lo tanto, el Oráculo del que hablamos en esta ocasión, las palabras nos pueden llevar por lugares inesperados, pero que hacen sentido. El oráculo puede ser una pequeña parte de la naturaleza, esto no es más que la metonimia de todas las redes de interconexiones del cosmos. La manzanilla es el ejemplo de cómo podría funcionar la lectura de las mutaciones, igual que las plantas microscópicas de Andrade, y los elementos del instante de González Cosío.
La muestra fotográfica y la palabra poética son una lectura particular de los hexagramas, los cuales develan sus lecturas a partir de imágenes de la naturaleza. El microscopio de Silvia Andrade captura el movimiento de lo diminuto, mientras Arturo González escribe del instante. Este libro, como oráculo en distintas dimensiones, presenta otra lectura posible de las adivinaciones del I Ching. Nos ayuda un poco a su comprensión y nos invita, en última instancia, a acercarnos al origen. Preparado nuestro espíritu con el arte fotográfico y poético, quizá encontremos más respuestas de las interconexiones entre nuestro interior y el funcionamiento del todo.
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