Adrián López Ortiz
05/05/2016 - 12:02 am
Helsinki: retos para el periodismo mexicano
Finlandia, este país tan peculiar, lidera el ranking de libertad de expresión en el mundo. Cuando uno pasea por las calles de Helsinki entiende por qué: todo funciona.
Finlandia, este país tan peculiar, lidera el ranking de libertad de expresión en el mundo. Cuando uno pasea por las calles de Helsinki entiende por qué: todo funciona. Respetan la ley, aprovechan los espacios, cuidan los recursos, el gobierno está cerca de sus ciudadanos y viceversa. Vamos, ¡hasta los políticos tienen sentido del humor!
No son el paraíso, pero creen firmemente que pueden mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos a través del diseño. Así lo dijo el Alcalde Jussi Pahunen al inaugurar el “Día Mundial de la Libertad de Prensa 2016” en el Finlandia Hall (#WPFD2016), un magnífico centro de convenciones construido por Alvar Aalto, arquitecto emblemático del diseño escandinavo.
Nos reunimos hasta acá periodistas y defensores de derechos humanos para discutir las amenazas y los retos que enfrenta el periodismo frente al futuro y en función de dos derechos fundamentales: el acceso a la información y la libertad de prensa como dos caras de la libertad de expresión.
El diagnóstico general es sui generis. No podemos establecer conclusiones contundentes, pero si algunos patrones visibles de carácter regional como la emergencia digital global aunque a diferentes velocidades y manifestaciones, la construcción de redes de colaboración entre periodistas… la constante del gobierno como el principal agresor.
Debo confesar que cierro este evento con el sabor amargo que produce ver la imaginación de los poderosos para ejercer la censura. Los mecanismos que utilizan quienes ejercen el poder (político, económico o criminal) para silenciar la crítica y esconder la corrupción son tan variados como ingeniosos alrededor del mundo.
Mientras que en Ecuador el Presidente Correa legisla para coartar la libertad e independencia de medios y periodistas, en Colombia los grupos económicos dueños de los medios se dejan influenciar por su amistad con el Presidente Santos. En Egipto la situación es tan grave que los medios no se atreven a firmar contratos con sus periodistas y en ciertos países de Asia los periodistas pueden portar armas para defenderse.
En esa complejidad México vuelve a figurar como el tercer país más peligroso para la prensa en el mundo con 120 asesinatos de 1990 a 2015, solo por debajo de Irak y Filipinas. También la organización Freedom House nos vuelve a ubicar como un país «no libre» para ejercer la libertad de expresión. Algo no está bien cuando una compañera colombiana me dice: “me da mucha tristeza México”.
Las posiciones en los rankings y los números duros de las evaluaciones rigurosas contrastan radicalmente con el discurso del Presidente Enrique Peña Nieto, quien instalado en la burbuja que brinda la silla presidencial ha decidido que los mexicanos no estamos mal, sino solo de “mal humor”.
No dudo que buena parte de nuestra élite politico-empresarial estuvo de acuerdo con el Presidente, sin importarles mucho las reiteradas críticas y recomendaciones de organismos internacionales como la CIDH y la ONU. Qué mala leche la de los medios y periodistas a quienes se nos ocurre comunicar las razones de ese estado de ánimo: violencia, inseguridad, corrupción e impunidad como problemas estructurales y generalizados.
Documentar esa realidad implica siempre el riesgo de vivirla. Por eso no es casualidad que a nuestros periodistas los asesine, intimide o censure el poder político o el crimen organizado. Pueden hacerlo porque callar a un medio o un periodista en México no es barato sino gratuito. La impunidad en todos los casos de agresiones a periodistas en este país evidencia la disfuncionalidad de nuestro sistema de justicia y su desinterés e incomprensión por la importancia estratégica del periodismo.
Quienes asistimos a Helsinki decidimos suscribir la “Declaración de Finlandia (3 Mayo 2016)”. Un documento que afirma, reconoce, recomienda y exige en torno al derecho de acceso a la información y las libertades fundamentales. Incluye perspectivas de género, enfoque en la seguridad de los periodistas y la inclusión de la nueva realidad digital de los medios y el trabajo periodístico.
Al final, el Premio nobel de la Paz y ex Presidente de la República de Finlandia, Martti Ahttisaari, se refirió al rol decisivo que unos medios de comunicación libres y responsables pueden jugar en la contrucción democrática de sus comunidades.
Pero me quedo con las palabras de cierre del Director General de Al Jazeera, Mostefa Souag, quien criticó con absoluta claridad y precisión la ausencia de ejecutivos y dueños de los medios del mundo en el encuentro. Los propietarios de los medios tienen una reponsabilidad ineludible con el periodismo de investigación, la seguridad de sus periodistas y la construcción de instituciones de medios libres y fuertes.
Vale su reflexión para la industria mediática mexicana que vive el momento histórico de la refundación digital global cooptada por los presupuestos de publicidad oficial, asediada por la censura directa y la autocensura de los poderes fácticos y, como obvia consecuencia, golpeada por una poderosa desconfianza y pérdida de credibilidad entre la sociedad.
No son las condiciones ideales en momentos en que nuestra incipiente democracia exige del periodismo convertirse en un agente poderoso para la construcción de paz, combate a la corrupción y desarrollo de libertades.
Es cierto que hay mucho por mejorar en las condiciones externas para ejercer el periodismo en México, pero hay mucho también de autocrítica que hace falta si queremos transitar de la “crisis digital” a una verdadera “oportunidad digital”. Si queremos seguir haciendo periodismo (lo poco que existe) o dedicarnos a la comunicación oficial de Presidentes y Gobernadores. Si queremos trabajar con miedo o con satisfacción.
Es urgente empezar a discutir tópicos como la legislación y el ejercicio de la publicidad oficial, los derechos de las audiencias y figuras intermedias como consejos para la regulación de la industria. Todo con un enfoque de transparencia, rendición de cuentas y libertad de expresión.
No es poco lo que se juega el periodismo mexicano en este momento, es obligatorio involucrar a todos los responsables: dueños, ejecutivos, periodistas, proveedores, organizaciones de la sociedad civil y hasta al mismo gobierno.
Ignoro cuál será el resultado de esa discusión, pero el periodismo mexicano tiene una responsabilidad urgente con sus ciudadanos. No podemos decir que no.
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