La principal proteína en este proceso es LIPG, una enzima localizada en la membrana que envuelve las células sin cuya actividad la célula tumoral no puede crecer.
Barcelona, 5 abr (EFE).- El cáncer de mama necesita grasa exterior para crecer, lo que podría abrir nuevas opciones terapéuticas para combatirlo, según un estudio publicado hoy en la revista Nature Communications.
El equipo, liderado por el Instituto de Investigación Biomédica (IRB) de Barcelona en colaboración con hospitales españoles y la Universidad Rovira i Virgili (URV), descubrió que las células de mama tumorales necesitan recoger grasas del exterior y trasladarlas a su interior para poder seguir proliferando.
La principal proteína en este proceso es LIPG, una enzima localizada en la membrana que envuelve las células sin cuya actividad la célula tumoral no puede crecer.
Los análisis de más de 500 muestras clínicas de pacientes con distintos tipos de tumores de mama revelan que el 85 por ciento tienen altos niveles de LIPG.
Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el mundo se diagnostican 1.38 millones de nuevos casos y produce 458 mil muertes al año.
Hasta ahora, los investigadores conocían que las células tumorales para crecer captan glucosa del exterior igual que sabían que reprograman su maquinaria interna para producir muchos más lípidos (grasas).
La novedad del descubrimiento radica en que, por primera vez, han puesto al descubierto la necesidad de las células tumorales de importar lípidos externos.
«Este nuevo conocimiento relacionado con el metabolismo podría representar un talón de Aquiles para el cáncer de mama», explicó el jefe de grupo del IRB Barcelona, Roger Gomis, co-líder del trabajo junto a Joan J. Guinovart, director del IRB y catedrático de la Universidad de Barcelona.
Los científicos demostraron en modelos de animales y en células tumorales que bloqueando la actividad de la LIPG el tumor deja de crecer.
«Lo prometedor de esta nueva diana terapéutica es que la función de la proteína LIPG no parece ser indispensable para la vida, por lo cual su inhibición generaría menos efectos adversos que otros tratamientos», puntualizó el primer firmante del trabajo, Felipe Slebe.
Guinovart precisó que, «al ser una proteína de membrana, es potencialmente más fácil conseguir una molécula farmacológica para bloquear su actividad».
LIPG tiene «muchas virtudes» como diana, aseguró Gomis, ya que «de prosperar una substancia que la anulara podría convertirse en la base de una quimioterapia más eficaz, pero menos tóxica que las actualmente».
Los científicos están buscando ahora alianzas internacionales para desarrollar inhibidores para LIPG.