Yasunari Kawabata. Lo bello lo y lo triste. Emecé y John Banville. La guitarra azul. Alfaguara, en la mira de nuestro columnista, Jorge Zepeda Patterson
Ciudad de México, 5 de marzo (SinEmbargo).- Yasunari Kawabata ganó el Premio Nobel en 1968 y se suicidó tres años después sin dejar nota alguna para explicar los motivos. Dejó en cambio más de doce mil páginas en novelas y artículos, aunque es muy poco lo que podemos encontrar en español. La editorial Emecé acaba de publicar Lo bello y lo triste, una novela corta y elegante que nos permite atisbar sutilezas del amor y de la posesión con la profundidad y la delicadeza que rara vez encontramos en la literatura occidental.
La lectura de Lo bello y lo triste me hizo recordar, una y otra vez, a la pequeña joya que es Seda, la novela de Alessandro Baricco (Anagrama). Y no sólo porque el hermoso texto del italiano aborda también un romance imposible en el lejano Oriente; también por el tratamiento etéreo y sutil del erotismo, más poético que carnal, pero no por ello de menor intensidad y fuerza. A ratos, incluso, con un toque oscuro y perverso.
Como en Seda, la trama recorre las incidencias de un triángulo amoroso: tras veinte años de matrimonio un escritor recuerda, con creciente obsesión, a la amante de su juventud y decide visitarla. El hecho pone en movimiento pasiones aletargadas y celos renovados, todo ello expresado en gestos y actitudes difíciles de entender para un occidental. En ese sentido, leer a Kawabata nos exige una atención inusual, una apertura de espíritu para entender los infinitos matices de un cerezo en flor o las insondables versiones que puede asumir el amor –y el odio- apenas intuido.
Una atención similar exige la más reciente novela de John Banville, La guitarra azul, Alfaguara. La prosa de este escritor irlandés es, como la de Kawabata, un viaje estético. La fuerza de ambos no está en la trama de la novela sino en la forma que asume el relato, la increíble belleza de su escritura. A Banville se le considera el autor en inglés con el estilo más exquisito y depurado actualmente, y La guitarra azul lo demuestra.
Oliver Orme es un pintor de éxito que sufre un bloqueo y decide entregarse a su antigua pasión: robar objetos. Salvo que ahora opta por robarse a Polly, la esposa de su mejor amigo, una mujer cuyo contundente cuerpo tiene forma de chelo. Contada en primera persona, las reflexiones del pintor nos van introduciendo en los pequeños y grandes infiernos de la pasión, los celos, el engaño y, sobre todo, el desengaño de los enamoramientos cruzados de estas dos parejas (Orme está casado con la hermosa Gloria). Y sobre el desengaño: “Lo que yo añoraba nunca había existido. Con eso no pretendo negar lo que había sentido por Polly, lo que ella había significado para mí. Solo que ahora, cuando mi mente la busca no encuentra nada” (Allí estaba, ante mí, inapelablemente ella. Y ese era el asunto, que por fin era ella misma y no quien yo había inventado).
Una historia, la del cuarteto amoroso, que hemos visto con variantes en infinidad de libros y películas, es cierto, pero la pluma descarnada, a ratos cínica e implacable pero siempre hermosa de Banville nos mostrará otras cosas. Por ejemplo:
“Imagino que no haremos nada, como siempre nos sucede y como sospecho que sucede a todo el mundo; todas las decisiones se toman en retrospectiva”. Al reflexionar sobre su esposa y la posibilidad de mantenerse unidos.
O esta otra: “Tengo la habilidad de encontrar ligeros remansos de paz y secreta calma hasta en las situaciones más tensas; el hostigado corazón necesita un respiro”. Y más delante: “Yo también invoqué a Dios, aunque en silencio, rogué a su inexistencia que me rescatara de aquel trance imposible”. Y remata “Era un patético autoengaño, y tendrás razón. Pero la desesperación es la desesperación y exige medidas desesperadas”.
Banville mismo debe saber de esto. Desde hace décadas vive entre dos familias, algo de lo cual no se ufana pero tampoco oculta. Media semana la pasa con su mujer y sus hijos y la otra mitad con su amante y sus otros hijos. Un triángulo amoroso que llegó para quedarse. O como dice su personaje, “todas las decisiones se toman en retrospectiva”.
@jorgezepedap