No hay motivos serios para creer que este año los que deciden producirán cambios estructurales que generen una mayor equidad social y un país con menos injusticias.
Sin embargo, todo puede cambiar en la medida que los mexicanos entendamos que las luchas de los maestros, de los jóvenes, los derechohumanistas, familiares de las víctimas y obreros, están vinculadas por una nueva y mejor vida; cuando perdamos el miedo a decir no y ensayemos nuevas formas de lucha colectivas, como la huelga general, el boicot y los paros de brazos caídos por mejores salarios y rendición de cuentas forzosa culturalmente.
A continuación incluyo tres aspectos básicos para el bienvivir.
UN PAÍS DE DERECHOS
Nuestro sistema jurídico tiene toda una historia de favorecer a quienes tienen el poder político y económico, y apretar el cuello a los que pertenecen a los bajos estratos de la sociedad; en el país, hay alrededor de 250 mil presos, de los que el 70 por ciento lo está por delitos patrimoniales y lesiones.
Todos conocemos a alguien que violó la ley de igual manera y está, o estuvo, detenido; por otro lado, según una encuesta de percepción del IFAI, el 83 por ciento de los empleados gubernamentales indican que hay corrupción cotidiana en el ejercicio público, porque los políticos primero cumplen sus compromisos personales y luego la Ley. Conocemos a muchos funcionarios que han robado o lesionado a alguna persona, sin embargo no están detenidos, a diferencia de los civiles.
¿No es lo mismo robar un automóvil a un particular que robarse uno del Estado? ¿Es distinto que un mal trabajador cobre por los servicios de la empresa y no los reporte en la caja a que un tránsito cobre una sanción monetaria y se guarde el dinero para sí mismo?
¿No es más grave que un agente investigador golpeé a un detenido para que confiese su culpabilidad, a que un ciudadano ofendido le dé un puñetazo a un tipo en una cantina por faltarle el respeto a su madrecita santa? Pero los civiles están en la cárcel y no los servidores públicos. Según estadísticas, de cada 100 responsables de delitos detenidos, 90 son civiles y menos de 10 son funcionarios.
¿Con la legislación anticorrupción, cambiará esta relación de inequidad? No lo creo.
Aunque decir que para avanzar a un Estado de Derecho sea indispensable que vayan a prisión por igual civiles que empleados del Gobierno parece menor, no lo es. Sucede que la corrupción a nivel de piso es la que más afecta a los ciudadanos, porque la sufren millones con el solo consuelo de “pudo ser peor”.
UN PAÍS CON CALIDAD DE VIDA
Todos los mexicanos tenemos derecho a alimentación, techo, salud, educación, servicios y diversión; además debemos tener un empleo que nos proporcione los ingresos necesarios para proveerlos.
El Gobierno declara que sólo el 4.1 por ciento de los mexicanos está desempleado, o unas 900 mil familias con su jefe sin trabajo; esto da que laboran los jefes de por lo menos 21 millones de familias, de las que sólo 5 millones logran una vida de cierta calidad y otras 16 millones, pese a tener un trabajador, no logran satisfacer todas sus necesidades.
Socialmente están sucediendo cosas muy perversas, si tuviéramos datos de la situación real de las condiciones de vida durante la esclavitud en Mesopotamia, tal vez estemos más jodidos que ellos. Aún con los aumentos salariales aprobados y las reversas estructurales, no vamos a salir de este hoyo negro que es la economía mexicana.
EL DERECHO A DECIDIR
La costra de empresarios y funcionarios que pueden decidir qué y cómo será el país es terriblemente pequeña: 32 gobernadores, unos 50 funcionarios federales, 20 senadores y 20 diputados, y unos 128 empresarios.
Ellos tienen todo el poder, y si se ponen de acuerdo pueden hacer lo que quieran, como quebrar a Pemex, destruir la planta magisterial, mantener fuera del mercado a la mayoría de la población, mantener la tortura como práctica de investigación… Ellos todo lo han hecho y lo seguirán haciendo.
Los datos duros de la realidad mexicana nos dicen que hemos venido cayendo en un profundo hoyo que sepulta a más de 8 deciles de la población en la medianía o la miseria, mientras menos del uno por ciento se consolida como vencedores.
Claro está que mientras esas tres desigualdades subsistan, México será un país donde seremos felices, porque es nuestro destino ser felices en las dificultades; tenemos 500 años siendo así y seguramente 2016 se sumará a esa larga lista de anualidades donde recontamos nuestras oportunidades no aprovechadas correctamente.
Pero de nosotros depende, aunque nos lleve más de un año transformar al país. Si seguimos esperando que ellos lo hagan, y mientras sigamos siendo una sociedad sumisa y obediente, pero feliz, todo cambiará para seguir igual.
¡Qué viva México!