“Life, Animated” es una película que expone a modo de documental el increíble caso de Owen Suskind y su familia. Durante su infancia, Owen fue diagnosticado con autismo regresivo, una condición que le impedía comunicarse con sus seres queridos. Sin embargo, cuando parecía no haber esperanza, Owen logró volver a interactuar con las personas gracias a los personajes de las películas animadas de Disney, un caso insólito que ha llamado la atención de médicos y expertos, quienes no pueden explicar la milagrosa recuperación de Owen, quien hoy en día cuenta con 23 años de edad y es un joven sano y capaz de desenvolverse como cualquiera.
Ciudad de México, 4 de noviembre (SinEmbargo).- “Life, Animated” o “La vida animada” es una película, un documental, pero por sobretodo, el sensible relato de cómo a través de los personajes ficticios de Disney un joven de carne y hueso, Owen Suskind, pudo volver a hablar después de años sin interactuar con sus respectivos padres.
Este largometraje de 2016 mezcla la realidad con el trazo animado para contar la maravillosa e impactante historia de Owen, cuyo testimonio de vida da cuenta de los hechos fantásticos que ocurren en la vida diaria y que en muchas ocasiones superan a la ficción.
Cuando Owen tenía tres años de edad, de súbito dejó de comunicarse con su padre y con su madre, y quien otrora vez fuera un niño alegre como cualquier otro se recogió en completo silencio. Los médicos dijeron que se trataba de un caso de autismo regresivo, un trastorno por el que los niños afectados no sólo pierden la capacidad para expresarse, sino que también pierden las habilidades sociales que habían alcanzado anteriormente -por eso es “regresivo”, porque se malogran destrezas que ya se habían logrado-.
Sus padres, Ron y Cordelia, estaban devastados por la terrible noticia, ya que según los galenos, cabía la posibilidad de que su hijo no volviera a hablar nunca más.
La película comienza con un video casero en el que Ron y Owen aparecen jugando en el jardín de su casa en el estado de Massachusetts, Estados Unidos. Una época de júbilo y diversión, la memoria eternizada de un niño alegre a quien la tragedia todavía no asestaba su desgracia.
Luego nos muestran a un Owen más maduro, de 23 años de edad. Un joven que se dirige a la cámara y habla, sonríe, interactúa. Un zagal que a pesar de su condición de autismo -una “prisión” de la que se vaticinaba no podría escapar, como dijo uno de sus familiares- parecía completamente curado. Y todo gracias a una gran e inimaginable medicina: los personajes animados del mundo de Walt Disney.
Resulta que cuando Owen era niño, él y su hermano mayor, Walter, solían ver una y otra vez películas animadas como “Peter Pan” (1953), “El libro de la Selva” (1967), “Aladino” (1992), “El Jorobado de Notre Dame” (1996), entre otras muchas más. Sin querer y sin saberlo Owen, como una esponja, memorizaba los diálogos.
Tras sufrir de autismo regresivo y luego de un año de permanecer incomunicado algo maravilloso sucedió: Owen comenzó a hacer sonidos cada vez que veía una película de Disney. Sin embargo, en su momento los médicos descartaron estas expresiones y lo diagnosticaron como un caso de “ecolalia”, es decir, una repetición de sonidos que se da de manera involuntaria.
Así transcurrieron cuatro años más hasta que un día Ron, el padre de Owen, decidió tomar una marioneta de “Iago”, el ave colorada que funge como mascota y socio del mal de “Jafar”, el villano de “Aladino”. Y ¡oh, sorpresa! Owen reaccionó inmediatamente repitiendo frases de la película animada, y así lo continuó haciendo por minuto y medio.
“Esa fue la primera verdadera conversación que yo haya alguna vez tenido con mi hijo”, comenta Ron.
Hasta la fecha no hay quien sepa -ni sus padres, médicos y expertos- por qué Owen respondía únicamente a las caricaturas. Y cuando decimos que sólo a ellas es porque en verdad era lo único que funcionaba. No así las películas a computadora u otros largometrajes. Quizá sea que lo que lo salvó fue la impresión de los clásicos en su mente, que poco a poco, durante el transcurso de su infancia, pasaban del televisor a su memoria.
Según Cordelia, su madre, pudo haberse debido a que como las caricaturas no cambian el niño halló en ellas algo reconfortante, siendo que era un niño al que le daban miedo las novedades, los cambios. Otra teoría es que a Owen le agradan las expresiones faciales exageradas, que al causarle mayor impresión y confianza, le permitían interactuar.
De acuerdo con el mismísimo Owen -ya de adulto-, las películas le han enseñado cosas acerca de los problemas de la vida, siendo que al poder ligar los sucesos de fantasía con sus experiencias, no sólo encuentra paralelismos con su propia vida sino que logra identificarse, por lo que para cada situación tiene, literalmente, una línea de película.
Como sea que haya sido, la interrogante permanece. E inclusive la historia de Owen ha causado tanto revuelo entre la comunidad científica que, investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT por sus siglas en inglés), y de las universidades de Yale (EU) y Cambridge (Inglaterra) están a la expectativa de poder explicar lo que la familia Suskind encontró.
En el siguiente video uno puede observar a Owen en la actualidad, quien acompañado de sus familiares dio una entrevista en un foro realizado por la cadena de librerías estadounidenses Politics and Prose.
La película está dirigida por el director Roger Ross Williams y está basada en la obra del padre de Owen, Ron Suskind, quien además fungió como el productor ejecutivo de la película.
Ron ha sido laureado con el premio Pulitzer de periodismo y es autor de numerosos bestsellers sobre política estadounidense. Desde que Owen nació ya se destacaba como escritor en el Wall Street Journal.
Con este filme, Ron y su esposa Cordelia buscan ayudar a más familias que atraviesen por la misma circunstancia, objetivo que no sólo han logrado sino que así mismo han podido dar a conocer esta maravillosa historia que esperemos no te atrevas a dejar de ver.
“Life, Animated” sin duda es una película cautivadora y emotiva que no sólo nos recuerda la fragilidad de nuestra propia vida, misma que de un momento a otro puede cambiar, pues además es un testimonio de esperanza que rememora que no hay causa perdida hasta que se hayan descartado todos los esfuerzos posibles.