César Rendueles y su historia de terror sobre el capitalismo

04/10/2015 - 12:00 am

Tras el éxito de Sociofobia, el español César Rendueles presenta una historia personal del capitalismo con forma de diario de lecturas

Rendueles Durante Su Conferencia En Wikimanía En México Foto Wikimedia Commons
Rendueles Durante Su Conferencia En Wikimanía 2015 En México Foto Wikimedia Commons

Por Silvia Nanclares

Ciudad de México, 4 de octubre (SinEmbargo/ElDiario.es).- Resúmenes hilarantes de clásicos como Moby Dick o Robinson Crusoe, anécdotas de amigos, experiencias personales, un retrato juvenil muy amargo de la generación nacida en los primeros años de la democracia, fragmentos de obras de culto mezclados con pasajes del Diario de Adrian Mole o Danny, campeón del mundo, avisos contra la docilidad y la inercia y un manual ameno que explica la evolución del capitalismo como forma de vida, nuestra forma de vida. Todo esto está dentro de Capitalismo Canalla.

César Rendueles (1975) traza una genealogía literaria para entender cómo hemos llegado hasta aquí. Una suerte de El mundo de Sofía de la economía política moderna o un Ética para Amador del mundo del trabajo, Capitalismo Canalla nos lleva de visita guiada por este “supermercado en ruinas” que es nuestra sociedad. Una historia de terror para todos los públicos de cómo el capitalismo se nos metió, contada con el gancho de un cuento para antes de irse a dormir.

Con ganas de exprimir el libro y abrir muchos de los melones que contiene, charlamos con su autor. Rendueles está cansado, promoción desgasta, pero, sobre todo, el madrugón que uno de sus hijos le ha impuesto esta mañana.

– El libro utiliza una metodología muy didáctica: ilustrar las ideas con fragmentos literarios. Podría ser un libro para ser utilizado en clase.

– Para la gente a la que nos importan los libros, que son una parte de nuestra vida, las lecturas se van sedimentando, y acabamos teniendo nuestra propia trayectoria idiosincrásica que se cruza hasta cierto punto, solo hasta cierto punto, con la de otras personas. Mi experiencia dando clase me ha animado a animar a la gente a leer literatura y un tipo de ensayo menos teórico. Antes era línea dura, y es verdad que algunos fragmentos literarios ayudan a contar cosas más sesudas. No lo pensé a la hora de escribirlo pero seguro que mi experiencia pedagógica está ahí…

– Has optado por escribir una “historia personal”. ¿Cómo has llevado ser en parte protagonista de un libro? ¿No te da pudor la posible exposición?

– Pudor se queda bastante corto, pavor se acerca bastante más a lo que siento. En un principio, la idea de una historia personal hacía referencia sencillamente a que la elección de los textos literarios que uso es bastante caprichosa, no tiene una justificación teórica rigurosa ni nada que se le parezca. Lo que pasa es que los libros en general y esos libros en particular son una parte muy importante de mi vida, así que se fueron colando algunas cosas que más o menos me han pasado, reformuladas y deformadas tanto por el paso del tiempo como por las necesidades de la argumentación.

– Y el adjetivo canalla, ¿cómo llegas hasta él? Suena a Joaquín Sabina.

– Era el título de unos de los capítulos del libro y fue la editorial la que lo propuso. Yo tenía otro título: Junto a los ríos de Babilonia que suena a Boney M. Así que, casi mejor Joaquín Sabina. Lo que es cierto es que normalmente asociamos el capitalismo a serios hombres de corbata, pero lo cool y lo guay, lo que nos remite a lo canalla, eso está presente desde los inicios del capitalismo: buscavidas, mercaderes de esclavos, medio piratas. Que además representan un truco político muy frecuente: nos están vendiendo una cosa y nos colocan la otra. Parece que llegan los hombres de orden a ayudarnos y luego nos desvalijan. Quería jugar con esa ambigüedad, la de una aparente normalidad en la que, en realidad, nos están desvalijando.

– El libro también muestra cómo nos hemos encanallado, cómo el capitalismo se nos ha ido metiendo dentro.

– Creo que es una vivencia generalizada de nuestra generación, al menos en mi círculo, en los últimos años estamos empezando a cuestionarnos, sin conseguirlo del todo, y a darnos cuenta de que la vida que hemos llevado es una mierda, o una parte de ella, lo que creías, tus objetivos laborales los ves en términos de fracaso, dentro del éxito incluso. Y eso para mí es muy positivo de los últimos años, sobre todo desde 2011. Aún siendo duro. Cuestionarte lo que te has dicho a ti mismo, lo que eres.

Foto Elena Blancoeldiarioes
en El ámbito Laboral Por Ejemplo Es Espeluznante El Grado De Alienación Al Que Hemos Llegado Foto Elena Blancoeldiarioes

– Hay una anécdota del libro en que un niño pregunta si es obligatorio coger un merchandising que le están ofreciendo. Creo que ilustra bastante bien esa creencia inoculada de que “no hay alternativa”, de que el capitalismo es obligatorio. ¿Crees que podemos sacarnos de encima esa certeza?

– Sí, pero cuesta mucho. En el ámbito laboral, por ejemplo, es espeluznante el grado de alienación al que hemos llegado. O la desaparición de cualquier instrumento de mediación para cuestionarlo de forma colectiva, solo somos capaces de hacerlo individualmente, con muchísimo sufrimiento, además. Sobre todo para mi generación, la primera generación educada en el hiperconsumismo, es una experiencia muy desoladora. Se nos decía constantemente que teníamos vidas exitosas, que habíamos conseguido nosecuántos pasos más allá que nuestros padres. Ahora tenemos que ver si somos capaces de cuestionarnos.

– La radiografía que haces de esta primera generación crecida en democracia es demoledora, en lo que respecta especialmente a la evolución de nuestras condiciones laborales y cómo eso afecta a nuestros modos de vida.

– Si piensas en los años 90 y te pones hacer un repaso es terrible. En los últimos años no paramos de hablar de política, casi hasta la extenuación, y, curiosamente, del ámbito de lo laboral se sigue sin hablar. Por ejemplo, la desaparición de los sindicatos es una ausencia tan clamorosa que ni la vemos. Antes eran agentes públicos de relevancia y ahora han desaparecido del mapa, y parece que no nos importa. Sí, hablamos de precariedad, de la ausencia de empleo pero no de la posibilidad de la democratización del ámbito laboral, que, al fin y al cabo, es nuestro día a día.

– Conozco a muy poca gente que quiera ser sindicalista.

– Pero si pensamos en una entidad mediadora, como podría ser la PAH, que se ha demostrado eficaz, nos ayudaría imaginar algo parecido en el ámbito del trabajo. Reinventar la experiencia del apoyo mutuo. Hasta que no consigamos llevar ese debate político a lo laboral va a estar cojo todo lo que hagamos.

– Propones dos salidas de emergencia a “este supermercado en ruinas”, la primera pasa por redescubrir la potencia de la vida en común y sus instrumentos democráticos, ¿estás esperanzado con la nueva institucionalidad de los nuevos ayuntamientos o te paraliza más el escepticismo?

– No, escepticismo ninguno. Están pasando muchas cosas y los cambios son mucho más caóticos de lo que nos imaginamos. Normalmente somos muy miopes para evaluar las transformaciones del presente. Los nuevos ayuntamientos forman parte de un proceso de cambio muy convulso, y, sí, tengo esperanza. En todo caso soy más escéptico con los relatos triunfalistas, sobre todo con los relatos “movimientistas”. Hay un hilo del relato de los movimientos sociales que, en términos éticos, comparto plenamente, pero que creo que no corresponde con la realidad sociológica española. Francamente, dudo que existan movimientos sociales propiamente dichos en España, del mismo modo que creo que existan sindicatos, porque esa es la peor herencia del neoliberalismo y la socialdemocracia de este país. Esa es una limitación muy grande. También me preocupa la poca sociología de quienes participamos en esos movimientos, en general, somos pocos y muy parecidos, nos movemos en los mismos círculos.

– Igual por eso en los últimos capítulos, en los que hablan de nuestro presente, el tono es más amargo, casi con un punto de autoensañamiento.

– Es que creo que, además de crear instituciones y modos de intervenir, nos va a costar  mucho cuestionarnos quiénes somos. Por ejemplo, a mí me llama la atención lo poco que se critica la educación concertada en nuestro país. Y eso es así porque mucha gente de la izquierda lleva a sus hijos a la escuela concertada. O lo poco que se ha hablado de la exclusión de los migrantes en las últimas municipales. Y esto es un espejo de las limitaciones y los desafíos que tenemos por delante. Nos faltan estructuras, instituciones de apoyo mutuo, somos un país desvertebrado socialmente. Hablamos de la crisis económica, política, pero no hablamos de la crisis social.

– Como segunda salida propones la experiencia del cuidar y ser cuidado. Pero hablar del cuidado sin problematizarlo, puede ser peligroso.

– Yo quería contar lo idiota que me sentí, creo que como parte de mi generación, al descubrir el cuidado como algo maravilloso e increíble, cuando ha sido la normalidad de tantas generaciones y personas. Pero sí, desde luego, hay que problematizarlo también.

– Me ha sorprendido, como me sorprendió en Sociofobia, la omisión de las luchas feministas. El libro está llena de héroes y parias del capitalismo pero se echa en falta personajes de la retaguardia, de la ficción doméstica, por ejemplo.

– Es una antología muy personal y muy generacional pero, sí, tienes toda la razón. En Sociofobia lo hice de forma consciente porque notaba un rechazo a ciertas etiquetas, en este caso, la del feminismo, que bloquean las discusiones y que creo que nos deberían llevar a pensar lenguajes que no provocasen tanto rechazo. Pero aquí no, me he dejado llevar, por lo que  es una crítica justa lo que señalas.

– Si alguien aplicara la metodología del libro para contar nuestro presente dentro de algunos años, ¿qué obras literarias crees que nos están contando ahora?¿Qué tipo de narrativas nos podrán contar o cuáles necesitamos? En el libro nombras a Rodrigo García e Isaac Rosa.

– A veces las ausencias son más elocuentes que las presencias. Por ejemplo, desde los noventa vemos una ausencia clamorosa de las clases populares en la ficción literaria. Yo echo de menos las experiencias de las personas mayores, los trabajadores migrantes, personas que cuidan a ancianos… Me faltan muchas voces.

– Tú eres tomado hoy como una voz de referencia. Después del éxito de Sociofobia y ahora con este lanzamiento, ¿cómo te sientes con el apelativo «intelectual de izquierda»? ¿No te da miedo la posibilidad de ser formateado en una suerte la neo-CT (Cultura de la Transición)?

– Te puedes imaginar… Por supuesto, lo vivo como una conspiración para sacarme de mis casillas… Más en serio, no me siento nada reconocido en ese apelativo y, sí, me da terror acabar en el lado oscuro de la opinología, difundiendo mi cosmovisión como si fuera la verdad revelada. Intento evitarlo aunque la verdad es que la sobredosis de debate político de los últimos años no es precisamente una ayuda.

 

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