Jesús Robles Maloof
04/08/2016 - 12:00 am
Temporada de ladies y lores
El hecho de documentar y difundir estos momentos ha derrotado cualquier pretensión de legitimidad de quién cree que en México todo se puede. Las torpes disculpas de algunos de estos personajes demuestran esta conquista.
Es México güey, capta
Lord Audi
Desde 2011 con la publicación del video sobre las «Ladies de Polanco», las redes sociales se han poblado de actores involuntarios protagonistas de la prepotencia y el abuso. Del fenómeno me interesan dos aspectos. Estos episodios son pequeños laboratorios de la cultura política dominante en México y dibujan una de las respuestas sociales emergentes ante el abuso, la que es mediada por la apropiación tecnológica y el ejercicio del derecho a la información en una sociedad autoritaria.
Resulta interesante que el primer video de esta zaga no fuera una escena sobre la actuación de un político. Por el contrario, un grupo de policías parten de un encuentro con dos mujeres que de manera violenta y peyorativa les llamaban “asalariados”. Solo los policías conocen la razón para decidir grabar un video en lugar de infraccionar o detener a dos personas que presuntamente infringían el reglamento de tránsito. Es precisamente esta decisión la que dibuja de manera clara la cultura política en México, donde no importa la ley sino qué lugar ocupas dentro de la sociedad en la escala de poder.
Es posible que al difundir el video sus autores no imaginaban la implicación que ello tendría. La apropiación que cada vez más personas hacen de la información que fluye en internet logra que un determinado producto sea moldeado colectivamente por las audiencias, al grado de convertirlo en una categoría política condenatoria y una técnica de denuncia.
Célebres frases de quienes añoran la monarquía son: “ustedes no saben quién soy” expresada por «Lady Profeco»; también escuchamos a «Lady Senadora» que en su deseo por subir a un avión que ya había cerrado sus puertas dijo “hay una flexibilidad… la gente piensa, es una representante de nosotras ante el Senado, la ayudamos”. En un país en el que el dinero compra voluntades, el “pinches indios… pago 30 mil pesos para que estos gatos hagan lo que yo les digo” de Miguel Sacal, mientras golpeaba a un guardia de seguridad, al contundente “es México güey, capta” de Lord Audi dan cuenta de los valores implícitos de una clase que considera que su posición social y las relaciones políticas permiten todo, incluso el castigo físico a quienes pertenecen a una clase inferior.
Esto es así entre muchos factores históricos y culturales por razones mucho más inmediatas. Si quien ocupa la presidencia puede pasar por alto las reglas formales y políticas de una sociedad y pensar en la función pública como patrimonio propio, entonces se interpreta que ese es el camino a seguir, es la conducta exitosa sin más. Con la actual clase gobernante la normas no explícitas se han transformado en normas cada vez más claras, el enriquecimiento ilegítimo no se disimula se presume, y si Angélica Rivera aparece con toda la familia en una casa, fruto de un tráfico de influencias, el parámetro está fijado para miles que como Lady Gucci emulan el molde.
Maite Azuela atinó al escribir “el desprecio social puede ser alto, sin ninguna consecuencia sobre los responsables”. Al ser la impunidad y no la Constitución el pacto fundamental de los políticos mexicanos de todos colores, las responsabilidades legales no son la pauta. Sin embargo, hay un aspecto a destacar de la respuesta ciudadana a la aristocracia mexicana. La apropiación tecnológica y el uso de los medios sociales han retirado toda legitimidad a las convicciones clasistas y prepotentes.
El hecho de documentar y difundir estos momentos ha derrotado cualquier pretensión de legitimidad de quién cree que en México todo se puede. Las torpes disculpas de algunos de estos personajes demuestran esta conquista.
En 2012, apenas el 39 por ciento de la población tenía acceso a Internet y para 2016 dicha cifra solo ha subido al 59 por ciento, con una politíca digital que en lugar de garantizar un derecho constitucional, regala televisores como dádiva electoral. No obstante lo anterior, en este periodo la evidente transición de los usuarios de internet de computadoras de escritorio a los de dispositivos móviles conectados, amplía las posibilidades de grabar y difundir actos prepotentes, aún con una conexión deficiente o sin ella, estos dispositivos tienen en su amplia mayoría una cámara. Por lo que podemos prever que la temporada de ladies y lores continúe.
Ya en Detenido por encender una cámara y en la Guía ciudadana para documentar abusos de autoridades reflexionábamos sobre los contornos del derecho a documentar en México. Entiendo que el documentar y difundir en acción a ladies y a lores podría parecer insuficiente y un ejercicio catártico, pero quitarles el acceso a la legitimidad es indispensable y siempre he pensado en los derechos, no como letras en libros, sino como músculos democráticos, que en regímenes autoritarios, es preciso mantener en forma.
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