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Alma Delia Murillo

04/05/2013 - 12:00 am

Ahogar, dulce ahogar

Empecemos por recordar el significado de la palabra casa. Casa.  1.- Crédito hipotecario a veinticinco años para adquirir, en condiciones de abuso absoluto, un bien inmueble. (En su acepción más aceptada). 2.- Lugar para vivir y protegerse del exterior. (Según las creencias antiguas y cada vez más en desuso).

Imagen Tomada De La Red
Imagen tomada de la red.

Empecemos por recordar el significado de la palabra casa.

Casa.

 1.- Crédito hipotecario a veinticinco años para adquirir, en condiciones de abuso absoluto, un bien inmueble. (En su acepción más aceptada).

2.- Lugar para vivir y protegerse del exterior. (Según las creencias antiguas y cada vez más en desuso).

3.- Chingadera. (Localismo, uso particular en México).

Para mí, casa significa tragedia. Y de las peores. Habito el escalón de la treintena, lo que quiere decir que no tengo pareja ni sé cómo tenerla y que estoy igual de jodida que todos los de mi generación en ese concepto mitológico del amor estable.

Con la claridad mental que me ha sido dada, descarté de inmediato la probabilidad de que algún día un marido me comprara una casa. También renuncié a la idea de que ese marido o el rol posmoderno que aplique (novio, concubino o mi güey) quisiera comprarla conmigo. Entonces decidí hacerlo sola.

La peripecia de mi búsqueda comenzó en Internet donde las imágenes mostraban hermosos parajes soleados que aparecían en el centro de una estancia, brillantes cocinas iluminadas por un resplandor maternal y baños matizados por el halo de sofisticados espíritus de la limpieza occidental.

Hice un montón de citas para visitar las propiedades que me interesaban. ¡Ay de mí que peco de avaricia y esperaba que las casas fueran tan maravillosas como las de las fotos!

Pues no: oscuras y podridas o diminutas y de plafón. Y casi todas sin lugar para estacionar el auto.

Aun así, no perdí el entusiasmo. Soy miembro honorario de la cofradía “Todo está en la actitud”. Nuestra devoción consiste en creer que con cerrar un poco los ojos para no ver bien la realidad y sonreír a diente pelado, lograremos burlar la dureza de la existencia.

Pero me encontré con esa prueba iniciática de la vida adulta que se llama presupuesto. Dicho de otra manera, no me alcanzaba el monto que el banco me había prestado para alguna de las casas que me gustaron. Puto dinero de mierda.

Enfoqué mejor mi búsqueda. Me obligué a decidir entre los nuevos y ultrapequeños departamentos de plafón o los amplios y ultraviejos departamentos de concreto. Elegí ultraviejo y de concreto.

Y he aquí que habiendo superado la prueba del presupuesto, se presentó el momento de cruzar por el Valle de los Muertos: ahora el reto se llamaba documentos.

Estos fueron los fieros monstruos a los que me enfrenté: acta de nacimiento apostillada –juro que esa cosa existe–, comprobante de ingresos, carta de mi patrón (porque tengo un patrón, ni que fuera una persona libre en pleno siglo XXI), historial crediticio, comprobante de domicilio, química sanguínea de veinticinco elementos, certificado de VIH negativo, perfil hormonal, identificación oficial y resultados de la última mamografía.

Aunque quedé desgarrada y exhausta pude alcanzar la victoria y sobrevivir a ese trance mortal, lo que me dio fuerza para continuar: una guerrera sabe que no debe detenerse después de haber pasado lo más difícil pues la recompensa está cerca.

Y así fue. Firmé con sangre, sudor y lágrimas que pagaría hasta el último centavo a la honorable institución financiera y me entregaron las llaves del departamento.

Entonces me dispuse a habitarlo. Lo habité y él a mí, y ahora somos un solo ente mimetizado: ultraviejos y podridos de humedad.

Mi vecina, también conocida como la Chupacirios y de la que ya les he hablado en otras ocasiones, tiene una fuga en su baño que queda, cual palíndromo, exactamente arriba del mío. Baño de ida vuelta. Baño sobre baño. Mierda sobre mierda.

Una mañana fui violentamente despertada por un olor de los mil diablos. ¿Se imaginan el olor de las secreciones de mil diablos? Pues eso.

Quise darme un tiro, pero recordé: “todo está en la actitud” y reuní la entereza para subir a tocar a la puerta de Chupacirios.

Están las miserias humanas y, más allá de toda miseria, ella. Ella es un culo compungido con voz y patas. La piel cetrina, el ceño fruncido y el coño fruncido. Siempre anda en bata de baño o en pijama y su casa huele a veladoras y a santos, es una histérica de antología. Una cosa espeluznante, no exagero.

«Buen día, querida Chupacirios, tu baño está goteando mierda sobre el mío», eso es lo que hubiera querido decirle pero no me atreví, ya estoy tan domesticada como todo el mundo. Una pena.

En cambio le pedí amablemente que bajara conmigo para que contemplara con sus propios y desorbitados ojos lo que estaba sucediendo.

Desde luego no fue fácil entenderme con esta señora. Me atribuyo un auténtico milagro por lograr que comprendiera su responsabilidad en el problema y por qué teníamos que resolverlo juntas. Deberían canonizarme.

El plomero que contrató mi vecina nos dio un tiempo de resolución de casi un  mes.

Yo simplemente no puedo estar en mi casa.

Acabo de arreglar con tres amigas para que cada una me permita hospedarme en su sofá durante una semana. Así las cosas.

Llevo una maleta enorme y una botella de tequila, también enorme. Decidí embriagarme hasta que mis hemisferios cerebrales intercambien su lugar y se me olvide todo.

Necesito olvidar que los intereses que pago por el préstamo del banco equivalen a tres veces el valor de mi departamento. Al final habré pagado tres propiedades y sólo tendré una pero más vieja y más podrida que cuando la compré.

Necesito olvidar que la deuda está proyectada por los próximos veinticinco años. Para entonces tendré sesenta.

Necesito dejar de hacerme preguntas. ¿Estaré viva dentro de veinticinco años? ¿Me convertiré en Chupacirios Segunda? ¿Por qué tengo un crédito hipotecario y no una casa?

Pero lo que verdaderamente necesito o más bien me urge, es un tequila. No: muchos tequilas. Brinden por mí y sean felices, ustedes que pueden.

@AlmaDeliaMC

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