Ana Ortega, directora de The Humane League en México ejemplifica con la indignación que el maltrato a los «mejores amigos del hombre» y su sacrificio levanta en las redes sociales, mientras que otros animales, como los de granja son ignorados.
«Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo».
León Tólstoi
Ciudad de México, 4 de marzo (SinEmbargo).– Desde el 2010 se celebra cada año el festival de la carne de perro en Yulin, Guangxi, China, más de 10 mil perros son sacrificados durante esta celebración “no oficial”, de acuerdo con el gobierno de Guangxi, en donde también se puede comer carne de gato.
Comer carne de perro no es ilegal en China, de hecho, se estima que 20 millones de perros son consumidos cada año, así que aunque el festival es bastante nuevo, la tradición tiene cientos de años de arraigo entre los chinos. La indignación no se hace esperar en las redes sociales ante imágenes de perros sufriendo al ser transportados para su sacrificio, amontonados en jaulas en donde apenas se pueden mover, ya no digamos dar vuelta. Sí, la vida de una gallina ponedora de huevo sucede en la misma miseria que la que vemos en los perros en Yulin, y en occidente no mostramos la misma irritación al verlas enjauladas y hacinadas durante un promedio de dos años. Nuestro ojo está tan acostumbrado a ver a las gallinas vivir en pequeñas jaulas en donde no pueden siquiera abrir sus alas, que creemos que eso es normal. O peor aún, muchos ignoran que estas condiciones de producción y de confinamiento intensivo no sólo es legal, sino que es una práctica estándar en la industria de huevo.
En el sistema de confinamiento de jaulas en batería, el más utilizado en México, las gallinas ponedoras permanecen ahí durante 24 meses de su vida productiva, lo que provoca un alto grado de estrés en las aves, limitando su movimiento al grado en que les resulta imposible extender sus alas. Cada jaula mide 30 x 40 cm de base y 40 cm de altura, en ese espacio se apiñan de tres a cinco gallinas.
La capacidad de sufrir de un perro y una gallina no son tan diferentes, de hecho estudios recientes sobre psicología y cognición han descubierto que las gallinas, a pesar de lo que comúnmente podemos pensar, son animales capaces de sentir aburrimiento, frustración o alegría. Si los 10 mil perros del festival de Yulin nos ponen los pelos de punta porque nos imaginamos a nuestro adorado Fido en una jaula sucia, amontonado y aterrorizado junto con otros canes, que son transportados para consumo humano, este número palidece ante los casi 600 millones de gallinas ponedoras que en México viven durante años en sufrimiento constante.
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