Greenpeace documentó que el auge de los smartphone en el mundo ha generado contaminación ambiental, sobreexplotación de recursos naturales y daños a la salud. Su sede en México hizo un llamado a las empresasque los fabrican para que apliquen la innovación en un ciclo cerrado de producción, es decir, que los materiales sean reciclados y reutilizados; que trabajen para dar una vida útil más larga a los teléfonos; además de suprimir el uso de sustancias químicas peligrosas.
Ciudad de México, 4 de marzo (SinEmbargo).- Hace una década pocas personas contaban con un teléfono inteligente. Hoy, en todo el mundo, aproximadamente dos de cada tres personas de entre 18 y 35 años poseen smartphone, y en sólo diez años se han producido más de 7 mil millones de estos aparatos, de acuerdo con Greenpeace.
En entrevista para SinEmbargo, Angélica Simón, coordinadora de medios de Greenpeace, detalló que la producción de estos aparatos electrónicos provoca sobreexplotación y uso indiscriminado de recursos naturales. Detalló que el desecho de materiales electrónicos que no son adecuadamente procesados y que al entrar en contacto con agua, tierra y aire generan contaminación; además de que en el proceso de producción hay sustancias químicas que provocan impactos en la salud de los empleados.
Greenpeace dio a conocer, esta semana, su informe «De inteligente a sin sentido: El impacto global de diez años de teléfonos inteligentes», en donde señala que «a pesar de la tremenda innovación en la funcionalidad de los teléfonos, el diseño de productos y las decisiones de la cadena de suministro padecen del mismo modelo de fabricación lineal no tan inteligente y de la perspectiva a corto plazo basada en beneficios que han plagado al sector de las Tecnologías de la información (TI) durante años».
En México, de acuerdo con Simón, alrededor de 80 millones de habitantes son usuarios de estos aparatos. Y destacó que si todos los teléfonos inteligentes que se han fabricado continuaran en funcionamiento, habría casi los suficientes como para que todas las personas en la Tierra contaran con uno.
La producción de los aparatos, señala la organización internacional, tiene diversas implicaciones para la salud y el medio ambiente que a continuación se desglosan:
• La minería para extraer materiales como oro, aluminio y cobalto pone en riesgo la salud de los trabajadores y deja tierras inservibles. Y estos riesgos se extienden a los trabajadores de la electrónica que manejan sustancias químicas peligrosas en países como China y México.
• En China y otras partes de Asia, el aumento de la complejidad de los dispositivos implica la necesidad de mayores cantidades de energía para producir cada teléfono, lo que a su vez aumenta la demanda de carbón y otras formas de energía sucia.
• La insuficiencia de reciclaje y reutilización de los materiales contribuye a un flujo de desechos electrónicos cada vez mayor. Todo esto para un dispositivo que el consumidor promedio en los Estados Unidos usa por poco más de dos años.
• Los mineros en paisajes remotos realizan un trabajo que amenaza sus vidas: la extracción de metales preciosos para estos dispositivos, produce a menudo conflictos armados en países como la República Democrática del Congo.
El modelo actual de producción y consumo para la mayoría de los aparatos electrónicos, se lee en el análisis, continúa siendo «intrínsecamente insostenible», ya que se basa en materiales finitos, extraídos y procesados; lleva a cabo procesos químicamente intensivos, y utiliza energía sucia para fabricar productos de corta duración diseñados para la obsolescencia, es decir, hechos para que tengan un desempeño insuficiente de sus funciones en comparación con los nuevos smartphones.
Desde hace meses, Greenpeace ha denunciado reiteradamente que las empresas desarrollan los teléfonos inteligentes de tal manera que tengan una corta vida útil, además de crear constantemente nuevos modelos que convencen a los consumidores de que sus dispositivos son obsoletos para así vender a un ritmo acelerado; aunque ello signifique dañar al medio ambiente y la salud en todo el planeta debido a la basura electrónica que generan.
En México, cada habitante produce entre siete y nueve kilogramos de basura electrónica anualmente y si la cifra se multiplica por los 120 millones ciudadanos, da un resultado que ronda entre las 840 y las mil 80 toneladas, de acuerdo con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Por ello, Angélica Simón, de Greenpeace México, hizo un llamado a las empresas a fin de que apliquen la innovación en un ciclo cerrado de producción, es decir, que los materiales sean reciclados y reutilizados para evitar la sobreexplotación de recursos naturales; que trabajen para dar una vida útil más larga a los teléfonos inteligentes y sean fabricados para que la piezas inservibles puedan ser reemplazadas; además de suprimir el uso de sustancias químicas peligrosas.
Por otra parte, urgió a los usuarios a cambiar el teléfono celular únicamente cuando sea necesario y no sólo en atención a las presiones comerciales, y que ejerzan presión para que las empresas realicen un cambio en el modelo de producción.
Finalmente, la activista aclaró que Greenpeace no está en contra de la industria de la telefonía celular. «Sabemos que nos facilita la vida de una manera impresionante y nos ha cambiado la forma de trabajar, socializar y de divertirnos. Es más bien un llamado en términos positivos a este sector a que innoven y le den la vuelta al ciclo, a que reciclen, ya que menos del 16 por ciento de los residuos electrónicos son reciclados».