Tradicionalmente, el esoterismo narco en países como México y Colombia ha sido una mezcla entre las creencias y rituales de la brujería y las tradiciones propias de la religión católica. Estos sincretismos están presentes tanto en la adoración a los santos apócrifos y las constantes referencias a personajes e historias bíblicas en los rituales que se llevan a cabo, como en los elementos propios de cultos como la santería.
Por Lara Loaiza
Ciudad de México, 3 de noviembre (InSightCrime).– Una operación en contra de un importante cártel en México dejó al descubierto las prácticas esotéricas que utilizan algunos narcotraficantes para realizar sus actividades, muchas de las cuales también se han visto en Colombia.
Durante el operativo que realizó la Secretaría de Seguridad Ciudadana contra el grupo La Unión de Tepito en Ciudad de México el pasado 22 de octubre, las autoridades descubrieron, además de armas y drogas, una serie de cráneos y huesos alrededor de lo parecía ser un altar a la Santa Muerte, en donde, según vecinos, se hacían rituales de santería.
De acuerdo con la fuerza pública, en el altar también se encontraron imágenes religiosas, cuchillos y otros restos humanos que habrían sido utilizados en rituales que pertenecen a la variante Palo Mayombe de la religión yoruba africana.
Omar García Harfuch, Secretario de Seguridad Ciudadana de México, señaló al portal La República que los vecinos de la zona afirmaron que el altar era utilizado por los miembros de la Unión de Tepito para asegurar el éxito de sus actividades y volverse inmunes a las balas.
Una situación similar ocurrió el 26 de septiembre durante una operación dirigida por el Ejército en contra de “Los Urabeños”, en el departamento de Chocó al noroccidente de Colombia cuando las autoridades encontraron un cuaderno con conjuros y embrujos hechos para proteger a los miembros de ese grupo criminal.
Entre sus páginas se encontraron incluso hechizos para evitar ser mordidos por culebras, detener hemorragias y curar dolencias.
ANÁLISIS DE INSIGHT CRIME
Si bien este no es un fenómeno nuevo, estos dos casos ponen de relieve cómo prácticas religiosas alternativas, desde la devoción a la Santa Muerte, continúan penetrado la cultura del narcotráfico en América Latina.
Tradicionalmente, el esoterismo narco en países como México y Colombia ha sido una mezcla entre las creencias y rituales de la brujería y las tradiciones propias de la religión católica. Estos sincretismos están presentes tanto en la adoración a los santos apócrifos y las constantes referencias a personajes e historias bíblicas en los rituales que se llevan a cabo, como en los elementos propios de cultos como la santería.
En México, el culto a la Santa Muerte tiene miles de seguidores en todo el país. Además de los altares encontrado en el Centro Histórico de la Ciudad de México, ciudades como Ecatepec se han convertido en el bastión de esta práctica que atrae a criminales que buscan protección espiritual por fuera de la Iglesia Católica.
Otro famoso culto en el país azteca se ha dado alrededor de Jesús Malverde, un santo declarado apócrifo por la Iglesia Católica y conocido como el santo de los narcos. Este santo cuenta con su propio templo en la ciudad de Culiacán, en el estado de Sinaloa, por donde han pasado varios narcos conocidos como Rafael Caro Quintero y hasta Joaquín “El Chapo” Guzmán.
En Colombia, el grupo de los Urabeños es bastante conocido por sus prácticas esotéricas. En el pasado, las autoridades han incautado amuletos con rezos para protección de varios cabecillas. Uno de los más conocidos fue el operativo en el que murió Roberto Vargas, alias “Gavilán”, segundo al mando de los Urabeños, y a quien se le encontraron dos garras disecadas de un gavilán que usaba como amuleto de protección.
También se ha conocido que sicarios de distintos grupos criminales le rezan a San Judas Tadeo para consagrar sus balas antes de cometer un asesinato. Este santo es conocido por ser el protector de las causas justas o imposibles y se consolidó como uno de los santos de los criminales colombianos durante la época de la bonanza marimbera y el inicio del narcotráfico en los años ochenta en Colombia.