La mayoría de las personas tienen alguna ropa que no usan. Se estima que alrededor de tres de cada diez prendas del closet no serán usadas ni una sola vez en todo el año. Todo lo que vestimos tiene un impacto negativo en el planeta, por eso aquí te damos unos consejos para un consumo responsable.
Por Eva San Martín
España, 3 de noviembre (ElDiario.es).– Cada día parece más difícil encontrar ropa que no tenga algún tipo de impacto negativo en el planeta. Los fabricantes de textiles utilizan una mezcla compleja de químicos y procesos industriales para producir las prendas que vestimos: desde el algodón hasta las fibras sintéticas. Y aunque las consecuencias que tiene lo que vestimos en el medio ambiente no parecen del todo claras, sí hay algo en lo que estamos de acuerdo: cada vez compramos más ropa low cost.
Las personas acumulamos ropa que no nos podemos nunca. De hecho, tres de cada diez prendas del armario no saldrán de los cajones ni una sola vez en todo un año.
Todo ello, dicen los expertos, fomenta la idea de que la ropa es un «bien de usar y tirar». Pero lo que vestimos, y lo que compramos sin ponernos, tiene un impacto en el planeta que nos preocupa. Dice el informe Pulso a la Industria de la Moda de 2019 que el 75 por ciento de nosotros estamos preocupados por la sostenibilidad de lo que nuestra ropa. Y aunque este estudio reconoce progresos sostenibles en la industria, aún queda por hacer: lo que vestimos deja en la atmósfera 1 mil 715 millones de toneladas de CO2.
Comprar menos resulta la forma más sencilla de marcar la diferencia para el planeta. Pero cuando necesitas comprar ropa, nos toca escoger entre cuatro tipos de fibras fundamentalmente: algodón, fibras sintéticas, lana o rayón. Aunque sus impactos reales sobre el entorno son muy complicados de seguir, hemos recopilado lo que sí sabemos, para poder escoger mejor la próxima vez la ropa que vestimos.
1. Poliéster: agrava el problema de los microplásticos
Las fibras sintéticas invaden nuestro armario: son el poliéster y el nailon, entre otras, que constituyen el 60 por ciento de la ropa que vestimos. La mayoría de estas fibras están fabricada con combustibles fósiles y, por tanto, no biodegradable. Resulta que una sola lavadora llena de ropa fabricada de poliéster puede liberar 700 mil fibras de microplásticos al medio ambiente.
De hecho, los científicos estiman que medio millón de toneladas de estos microplásticos acaban en el océano cada año, y las microfibras que contienen nuestros pantalones solo contribuyen a agravar el problema.
2. Algodón: ropa sedienta
El algodón es un tejido, en principio, natural. Pero el agua constituye, como en otras fibras, una parte importante del problema. Su uso para fabricar ropa de este tejido resulta muy intenso y buena parte del líquido acaba descargando en los canales subterráneos, cursos de ríos y océanos repleto de tóxicos, como decolorantes, ácidos y tintes.
Solo para obtener un kilo de fibra de algodón, el equivalente a lo que contiene un pantalón vaquero y una camiseta, se necesitan entre 10 mil y 20 mil litros de agua, dice el informe de la ONG Wrap de 2017. Aún así, el algodón sigue entre nuestros tejidos preferidos y conforma el 25 por ciento de la ropa que vestimos, también presente en muebles y otros textiles del hogar. Lo que tal vez no sabemos es que el algodón, cuyo cultivo intensivo además requiere pesticidas, a veces viene mezclado con otros tejidos sintéticos, por mucho que su etiqueta asegure que se trata de una camiseta 100 por ciento de algodón.
«Los fabricantes de textiles solo están obligados a informar en la etiqueta sobre aquellos elementos que superan el 30 por ciento del total de la prenda; por eso, por mucho que la etiqueta asegure que contiene algodón al 100 por ciento, no significa que no contenga parte de poliéster ni que esté libre de tóxicos», explica Nicolás Olea, catedrático de Radiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada. Siempre está la opción de escoger una prenda de algodón con certificación ecológica, pero suele ser más cara y complicada de encontrar. Y aún así, tampoco estaremos seguros de que no contiene otras fibras.
3. Viscosa o rayón
Aunque el rayón o viscosa procede de la celulosa vegetal, después es tratada con químicos como el disulfuro de carbón, un compuesto cuya exposición prolongada en humanos está relacionada con problemas de salud serios, ya que afecta al sistema nervioso y respiratorio, así como al corazón, y que suele ir a parar a ríos mares y lagos del Tercer Mundo.
El hecho de que buena parte de rayón está hecho a partir de fibras de bambú explica que muchas veces aparezca etiquetado como una fibra «sostenible» o «respetuosa con el medio ambiente». Pero esta presunción tiene sus matices: solo cuando el rayón se obtiene del bambú por medios mecánicos, en lugar de someterse a un proceso químico, resulta un tejido cuyo impacto ambiental es relativamente bajo, conocido como lino de bambú, pero su precio sube.
4. Lana: la más sostenible
La lana se obtiene de las ovejas; por lo que si usáramos prendas 100 por ciento de este material, y sin tratar, muchos expertos coinciden en que se trataría de una opción sostenible. El problema es que el ganado también tiene impactos sobre el planeta: hay estudios que sugieren que el 50 por ciento del impacto ambiental de la lana procede del metano emitido por las ovejas en sus eructos.
«Y nadie quiere ponerse un jersey 100 por ciento de lana porque sería muy rígido y además oleríamos muy fuerte», advierte el doctor Olea. De nuevo, lo normal es que este tejido también contenga otras fibras y tratamientos. Unas mezclas de tejidos que, además, dificultan el reciclaje de las prendas. Conclusión: Lo mejor que podemos hacer por el planeta es comprar menos ropa, y ponérnosla más.