La historia secreta del cuento femenino es que nunca se han ocupado de ellas. Tanto Luis Leal como Emmanuel Carballo han hecho bibliografías sin incluirlas, a pesar de que estaban ahí. Liliana Pedroza es una justiciera apasionada y nos obliga a pensar seriamente en el tema.
Ciudad de México, 3 de noviembre (SinEmbargo).- Liliana Pedroza (Chihuahua, 1976) no sabe si es primero feminista o escritora. Lo que es cierto es que toda su visión de género se refiere a su mirada sobre las letras escritas en su país.
Tiene una historia con Elena Garro (1916-1998), de quien se considera experta, que cuando cumplió el centenario (hace dos años) tenía un proyecto para hacer una investigación y publicación en la revista Tierra Adentro.
Sucede que cambiaron las autoridades y su proyecto se vio empequeñecido y la portada de Elena Garro (al cabo que cumplía 100 años), iba a ser reemplazado por un mapa de Latinoamérica, que ese año iba a ser invitada a la FIL Guadalajara.
Tuvo que ir a los medios para denunciar este hecho, que al principio resulta mínimo en un mar de letras y escritores, pero que comprueba lo retrasada que están las mujeres en ese canon de la literatura mexicana impuesta por varones.
Liliana Pedroza ha publicado, entre otros libros, Andamos huyendo, Elena (Tierra Adentro, 2007) y Vida en otra parte (Ficticia, 2009) y recientemente ha dado a conocer Historia secreta del cuento mexicano 1910-2017 (Universidad Autónoma de Nuevo León), para el cual investigó en México y quiso enfrentar la Bibliografía del cuento mexicano (1958), de Luis Leal y la Bibliografía del cuento mexicano de Emmanuel Carballo.
“El canon de Luis Leal, por ejemplo, trae a doce escritoras, cuando en realidad había ochenta”, dice con voz firme una autora que camina todo México en busca de difundir sus ideas y de dar justicia a varias escritoras que se han difuminado con el tiempo y el olvido.
Liliana Pedroza ha investigado en 108 años, reuniendo a 512 autoras, 856 libros y 312 antologías.
–¿Eres escritora o dirigente feminista?
–Soy las dos cosas. Soy feminista antes de nombrarme a mí misma como feminista. Las causas que he llevado a través de la academia, de la literatura o de acciones sociales tienen mucho que ver con esta restitución de justicia hacia un grupo oprimido que somos las mujeres
–Emiliano Monge me decía la semana pasada que el feminismo debería ser mucho más radical
–Yo creo que los cambios sociales históricamente en Latinoamérica no se han conseguido por la vía pacífica. ¿Por qué tendríamos que ser condescendientes con todos los mecanismos de opresión hacia las mujeres? Tendríamos que radicalizarnos porque si no nunca vamos a ser consideradas como personas.
–Tampoco pensar en si los hombres sufren o no sufren
–Es que el feminismo es una manera de liberarnos a todos, de la opresión a los hombres, el hecho de que ellos tengan que ser por fuerza cabeza de familia es una opresión hacia ellos. Cuando hablamos de radicalización y que nada más esto tiene que ver con las mujeres, eso está desde una perspectiva también sesgada. La liberación también beneficia a los hombres.
–Hiciste una investigación sobre el cuento femenino
–Esa investigación tiene 15 años. Empecé a imaginarla desde el 2000, arrancó en el 2003 cuando estaba haciendo mi posgrado en España. Viajé durante dos años por todo el país, ver en físico los libros de las mujeres que habían escrito aunque sea un libro de cuentos. No sabía en qué iba desencadenar esta investigación, pero encontré a 512 escritoras, más de 812 libros de cuentos y pues es un asunto de decir el canon no está considerando las narrativas escritas por mujeres. Está el estereotipo de que hablar de los espacios íntimos, de la maternidad, o del erotismo femenino, es una cosa aparte. El canon tiene que ver con todos los órdenes en donde están vinculados hombres. La guerra, por ejemplo. Una amiga me decía es que la poesía femenina habla de menstruación. ¿La poesía hecha por hombres no habla de semen? Está muy normalizado como lectores, como escritores, como investigadores, que los temas universales estén masculinizados. Lo extraño, lo raro, lo que no encaja, son las narrativas de las realidades de las mujeres.
–De esos libros que encontraste, ¿qué lugar tiene más libros?
–Por regiones, es el centro del país el que tiene más libros, mayor desarrollo, la ciudad de México. La distancia es enorme entre Guadalajara y Monterrey, por ejemplo. A partir de los 90, se abren publicaciones en los Estados y eso rompe un poco la estadística. Yo soy de Chihuahua, hice mi licenciatura allá y lo difícil que lleguen libros publicados en mi ciudad es muy difícil. Somos como islas y creo que como construcción cultural sólo vale la pena lo que llega a la Ciudad de México. Si las mujeres somos las menos visibles culturalmente, las que no viven en la Ciudad de México, son doblemente invisibilizadas.
–¿Quién es buenísima en las escritoras que descubriste?
–Que no se conozcan, yo me maravillé con Dolores Bolio, su publicación fue en 1917 y es una mujer muy aguda, ella estuvo en los movimientos feministas en Mérida. Ella publica en Nueva York con un nombre de hombre, Luis Avellaneda y al final del prólogo ella dice: Luis Avellaneda no existe, porque soy Dolores Bolio, la autora. Ahora vas a ser tú, lector, que te he engañado, sabrás que no es un hombre el que ha escrito. Es una estupenda escritora.
–Eres experta en Elena Garro
–Sí. Elena Garro es una gran conocedora de la cultura prehispánica y creo que en ese sentido deberíamos seguirla estudiando. Deberíamos regresar a su libro de cuentos La semana de colores, uno de los mejores libros de la literatura mexicana. Otro aspecto que no se conoce es que ella fue agente literario de Jorge Luis Borges y de Adolfo Bioy Casares. Ella hizo la adaptación de un cuento bellísimo de Bioy Casares, “En memoria de Paulina”. No se llegó a filmar, pero ahí está el guión, bellísimo.
–Los premios literarios también son muy misóginos
–Hay mujeres investigando los premios y una de las cosas que de han dado cuenta es que hay pocas mujeres en el jurado. Las mujeres nos leemos más entre nosotras, no todas tienen esas perspectiva histórica de cómo las narrativas de mujeres han sido invisibilizadas, pero poner a las mujeres en los jurados han producido un cambio de timón. Tenemos mucho que hacer respecto a eso. Yo cuento la historia de las mujeres no sólo como académica sino también como escritora. He tenido que descolonizarme, dejar de decir qué aburrido, otra mujer hablando de la cocina. No, ese es un tema y puede ser contado de manera magistral como lo hiciera Rosario Castellanos. Ha sido de manera natural hacer historia con perspectiva de mujeres. No necesariamente mis personajes son todas mujeres, pero he intentado dar una vuelta de tuercas sobre esta perspectiva.
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