La literatura como testigo de los peores episodios, se encarga de no dejarlos impunes por lo menos en la memoria de sus lectores. Estos 10 libros hacen realidad la frase: «2 de octubre no se olvida».
Ciudad de México, 3 de octubre (SinEmbargo).- ¡Que vivan los estudiantes!, canta la chilena Violeta Parra en una canción legendaria, himno de la lucha estudiantil que periódicamente en todas las partes del mundo pone a los jóvenes educandos en el centro de una escena política que no suele ser precisamente benevolente ni tolerante frente a la savia joven que nace en las aulas y toma las calles con el deseo de cambiar el mundo.
“Aquí vienen los muchachos, vienen hacia mí, son muchos, ninguno lleva las manos en alto, ninguno trae los pantalones caídos entre los pies mientras los desnudan para cachearlos, no hay puñetazos sorpresivos ni macanazos, ni vejaciones, ni vómitos por las torturas, ni zapatos amontonados, respiran hondo, caminan seguros, pisando fuerte, obstinados; vienen cercando la Plaza de las Tres Culturas y se detienen junto al borde donde la Plaza cae a pico dos o tres metros para que se vean las ruinas pe-hispánicas; reanudan la marcha, son muchos, vienen hacia mí con sus manos que levantan la pancarta, manos aniñadas porque la muerte aniña las manos; todos vienen en filas apretadas…”
Las primeras líneas de La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska, siguen allí, con la misma fuerza y conmoción con que fueron escritos por la periodista, quien luego de la matanza en la Plaza de las tres Culturas, armó un testimonio colectivo con las voces de protagonistas y testigos, estudiantes, obreros, padres y madres de familia, profesores y empleados que relatan los acontecimientos en un libro de referencia siempre obligada.
“En 1968, los jóvenes de Europa, los de Estados Unidos, los de América Latina tenían mucho que reclamarle a la sociedad. ¿Qué mundo les legaban sus padres? ¿Qué harían al graduarse? ¿Qué les ofrecía la sociedad de consumo? ¿Qué les brindaba su país? ¿Deseaban realmente ser parte de un engranaje de producción masiva? Charles de Gaulle declaró que no entendía por qué los jóvenes seguían al líder judío alemán Daniel Cohn-Bendit, apodado Danny el Rojo, y al día siguiente los muchachos salieron a la calle repitiendo mientras marchaban: Nous sommes tous des juifs allemands, nous sommes tous des juifs allemands”, escribió Poniatowska en una columna publicada por El País en 2008.
“También en México, aunque solapado, se gestaba, en la Universidad y el Politécnico, un rechazo al orden establecido, al status quo, al PRI (Partido Revolucionario Institucional) y al Gobierno emanado de él. Si en Francia la falta de oportunidades fue el objetivo estudiantil, en México, los factores que detonaron las movilizaciones del 68 fueron la corrupción del poder y el autoritarismo”, afirma la también escritora, Premio Cervantes 2013.
“El ejército tomó la plaza y hombres vestidos de civil que llevaban un guante blanco o un pañuelo para identificarse desataron la balacera. La desbandada fue general y el fuego cerrado y el tableteo de las ametralladoras convirtieron el lugar en un infierno”, evoca.
“El único movimiento estudiantil en el mundo que terminó en una matanza fue el de México, en 1968. Esta tragedia resultó un parte aguas en la vida de muchos mexicanos. 1968 fue un año que nos marcó a sangre y fuego y tuvo el don de encender la llama de futuras luchas sociales. Todavía hoy, 1968 es un punto de partida”, afirma en un texto que no pierde vigencia y que en este 2015, a un año de la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, vuelve a arder con idéntica y macabra llama.
“Un estudiante nunca puede ser una amenaza”, dice Poniatowska a SinEmbargo. A sus 84 años, no cesa de clamar por el regreso de los normalistas desaparecidos de la escuela Isidro Burgos en Iguala, donde estuvo el pasado 18 de julio, junto a Juan Villoro y otros intelectuales mexicanos, para apadrinar a 117 nuevos maestros rurales que egresaron de la generación 2011-2015 de la escuela ubicada en el municipio de Tixtla, Guerrero.
Hoy como ayer, La noche de Tlatelolco, el libro señero abre sus páginas para albergar la noche de Iguala y ser todavía una referencia necesaria no sólo para honrar la memoria de los estudiantes caídos, sino también para escuchar las voces de los que pueden contar los hechos sucedidos.
Publicado en 1971, La plaza, de Luis Spota, resultó ser un documento institucional donde el autor, uno de los más prestigiosos y leídos en el siglo XX, exculpaba al Gobierno de Gustavo Díaz Ordaz por la masacre en la Plaza de las Tres Culturas (1925-1985).
Escrita con fragmentos de textos de Carlos Monsiváis, Luis González de Alba, Elena Poniatowska y otros autores mexicanos, La Plaza justificaba la represión estudiantil y llamaba enemigos del país a los estudiantes rebeldes.
Ante la molestia de los escritores citados, el libro salió de circulación y fue nuevamente publicado ya sin los textos ajenos y todavía causa polémica entre los que alaban la lucidez y la imparcialidad del autor para narrar los hechos y los que como el crítico Emmanuel Carballo lo desdeñan por su cercanía con el poder.
Se trata de la primera novela del intelectual nacido hace 71 años en Charcas, Bolivia. Considerado de los más detallados testimonios del movimiento estudiantil de 1968, es también un diario de la movilización ciudadana a lo largo del país para protestar contra un estado de sitio no declarado: policías vestidos de civiles tiroteaban los edificios de preparatorias, vocacionales y el colegio de México, además de organizar razias para intimidar a los jóvenes; Ciudad Universitaria y diversas escuelas del Politécnico fueron tomadas por el ejército con el pretexto gubernamental de que eran incapaces de restablecer el orden por sí mismas.
La segunda novela del escritor nacido en México hace 80 años y que recibirá un homenaje en el marco de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, es el reflejo sublime del espíritu revolucionario de los jóvenes de los ’60.
Es la poética de la historia, cuando la literatura narra lo que la censura o la inmediatez de los hechos impiden contar sin metáforas.
Todos los textos escritos por Revueltas (1914-1976) —la mayor parte de ellos inéditos— durante los meses del movimiento y, más tarde, en la prisión de Lecumberri. Se trata de materiales de distinto orden: reflexiones críticas en torno a la autogestión universitaria; apuntes, notas y comentarios políticos, cartas, documentos y notas personales que, en rigor, son un diario del movimiento.
Gerardo de la Torre (Oaxaca, 1938): «Compañeros, hemos perdido una batalla pero no la guerra. Por extraño que parezca, me siento optimista aunque nos han golpeado bárbaramente. De cada derrota debemos obtener experiencias que nos conduzcan a la victoria total. Hoy, es cierto, vemos lejana esa victoria y sólo quisiéramos renunciar a la lucha revolucionaria. Sin embargo, en estas amarguras pasajeras se han forjado los momentos luminosos de la historia de la humanidad. Yo les digo, te lo digo a ti, Galdino, que combates por primera vez; a ti, Arturo, que te has enredado en esos menesteres y has sabido sobrevivir; a ti, Efrén, que en términos marítimos eres lo que podríamos llamar un viejo lobo; les digo que una y otra vez nos han asesinado y una y otra vez hemos vuelto a nacer».
La polémica periodista italiana Oriana Fallaci (1929-2006) publicó este libro en 1970 para destacar la estupidez de la guerra y convertirse al mismo tiempo en una referencia para el periodismo de conflicto.
Para la que es considerada todavía la periodista más famosa del mundo, la matanza de Tlatelolco se asemeja al horror de cualquier contienda bélica que ella haya visto en su periplo profesional.
La sociedad de dos de los mejores periodistas de nuestro país dio como resultado en 1999 un libro que se constituye todavía en una enorme pieza de la historia contemporánea nacional.
Julio Scherer (1926-2015), con documentos del general Marcelino García Barragán, escribe El tigre Marcelino, primera sección del libro.
En la segunda parte, Carlos Monsiváis (1938-2010) escribe El 68: las ceremonias del agravio y la memoria.
“¿Cómo se cocinó la magia? ¿Con qué se alimentaba la hoguera? ¿De dónde salieron los 300 mil estudiantes que llegaron al Zócalo el día de la manifestación del silencio? ¿Cómo fabrica una generación sus mitos? ¿Cuál era el menú diario en el comedor de Ciencias Políticas? ¿Qué cuestionaba el movimiento de 68? ¿De dónde salía todas las mañanas aquel autobús Juárez-Loreto? ¿Quién era ala derecha y quién izquierda en septiembre del 68? ¿Quiénes radicales y quiénes mencheviques? ¿Cómo regresan envueltos en rumores los nombres de los desertores y de los suicidas? ¿Qué poema se escuchaba por el sonido local cuando entraron los tanques? ¿De dónde salió la idea del brigadismo? ¿Cuáles son los límites de la victoria y la derrota?¿Cuándo reforma y no revolución? ¿Por qué el mejor café se tomaba en voca 5? ¿Dónde estuvo el punto de no regreso? ¿Cómo se hacía un mitin relámpago bloqueando las cuatro esquinas? ¿Cómo se guardan volantes en las bolsas del pan? ¿Qué significaba el CNH? ¿Por qué cayó Romeo a causa de una minifalda? ¿Dónde arrojaron a nuestros muertos? ¿Dónde tiraron a nuestros muertos? ¿Dónde mierdas arrojaron a nuestros muertos?»: impresionante investigación del famoso autor mexicano (1966).
Con una documentación exhaustiva e información poco conocida, Fabricio Mejía Madrid (Ciudad de México, 1968) descubre a uno de los personajes más polémicos, odiados y temidos de México, Gustavo Díaz Ordaz (1911-1979), desde el inicio de su carrera política hasta su muerte, pasando por el crucial momento de 1968. De forma paralela, traza un fiel retrato del tipo de arreglos, ideas y taras políticas que hicieron posible al presidente que actúo creyendo que la matanza era la única cara necesaria del poder y que murió exiliado de un mundo que nunca logró comprender.
Roberto Bolaño, el más mexicano de los escritores chilenos, fallecido prematuramente a los 50 años en 2003, escribe la hazaña de la uruguaya de Auxilio Lacouture, quien se oculta en los lavabos de mujeres durante la toma de la universidad por la policía, en México, en septiembre de 1968. Recluida allí por varios días, podrá avizorar los años ya vividos en México y los años por vivir.
Rememora entonces a la poetisa Lilian Serpas, que hizo el amor con el Che, y a su infortunado hijo, a los poetas españoles León Felipe y Pedro Garfias a quienes Auxilio sirvió como doméstica voluntaria, y también aparece Arturo Belano, personaje central en Los detectives salvajes, la novela cumbre de Bolaño.