Francisco Ortiz Pinchetti
03/09/2021 - 12:04 am
Julito
A raíz de las elecciones de 2006, Julito se acercó a López Obrador y empezó a trabajar con él como asesor en cuestiones legales.
Dijo Andrés Manuel que Julio Scherer Ibarra, que renunció a la Consejería Jurídica de Presidencia, “es como mi hermano” y pidió para él un aplauso durante su conferencia matutina de este jueves en Palacio Nacional.
El 9 noviembre de 2018, en vísperas de que López Obrador asumiera la Presidencia de la República, publiqué en este mismo espacio un texto en el que contrastaba las personalidades y las trayectorias del periodista Julio Scherer García, fundador del semanario Proceso, y de su hijo, Julio Scherer Ibarra, que acababa de ser designado por el tabasqueño como su futuro Consejero Jurídico.
Tras repasar rasgos distintivos de la visión periodística y la personalidad de Scherer García, que personalmente constaté durante nuestra convivencia profesional de 24 años en Proceso, me referí a la trayectoria de Scherer Ibarra en los términos que enseguida resumo:
Julio Scherer Ibarra, el hijo, es esencialmente distinto. Julito, como se le conoce en el medio, tuvo una larga trayectoria al amparo siempre del poder priista, el mismo sistema corrupto y antidemocrático al que desde Proceso Scherer García fustigaba implacable y despiadado. Mientras el padre golpeaba a los políticos del régimen, el junior ligaba uno tras otro cargos públicos gracias a los amigos de papá, como Eduardo “El Gordo” Pesqueira Olea, Everardo Espino o Javier García Paniagua, de quien fue secretario particular cuando ocupó la presidencia nacional del PRI. Trabajó también en la gerencia del ingenio Yautepec, y luego pasó a Nutrimex, de la Secretaría de Agricultura, cuando Pesqueira Olea era el titular. También trabajó en Almacenes Nacionales de Depósito y fue efímero director de Ruta 100, en el Gobierno cardenista de la capital.
Al amparo de sus relaciones políticas, Julito incursionó también en el sector privado. Con la recomendación del salinista Pedro Aspe Armella, fue director de la empresa Consorcio Azucarero Escorpión (Caze), propiedad del magnate refresquero Enrique Molina Sobrino y se vio involucrado en 1999 un escándalo derivado de las “exportaciones virtuales”, falsas, de más de 114 mil toneladas de azúcar.
En las elecciones presidenciales del año 2000, Julito se convirtió en asesor del candidato del PRI, Francisco Labastida Ochoa. Como “consejero político” del sinaloense, Scherer Ibarra, abogado por la UNAM, se dedicaba en especial a cuestiones relacionadas con la información, con los medios, en mancuerna con Marco Bucio, alineados siempre con Emilio Gamboa Patrón. Llamaba, visitaba, trataba de persuadir a los columnistas que hacían críticas al candidato priista. Estaba presente en entrevistas que concedía Labastida Ochoa, intervenía para cuidar el tono, el sentido de las preguntas de los reporteros. Utilizaba el nombre de su padre, el prestigio de Proceso –como lo hizo siempre— para dar mayor fuerza a sus intervenciones.
Derrotado Labastida Ochoa, caído en desgracia el PRI, Julito buscó entonces cobijo –con una congruencia que lo describe de cuerpo entero– ¡en el equipo de Vicente Fox! Efectivamente, Scherer Ibarra intentó colarse al área de comunicación social del futuro Gobierno federal panista. Se atrevió inclusive a presentar un “hermoso” proyecto sobre el tema. Y al mismo tiempo la buscó por el lado del sector agropecuario, y hasta logró ser mencionado en algún medio como integrante del equipo foxista. Hasta que Martha Sahagún lo paró en seco…. Tiempo después, a raíz de las elecciones de 2006, Julito se acercó a López Obrador y empezó a trabajar con él como asesor en cuestiones legales.
Hasta aquí mi auto cita. La historia la completa el propio Scherer Ibarra con su carta de renuncia publicada por Proceso tras su salida de la Consejería Jurídica presidencial:
Presidente:
Nuestro andar juntos tiene más de veinte años. La simpatía, la sinceridad y el afecto nos fueron acercando; los valores y la convicción acabaron por hacer de nosotros dos amigos que verdaderamente se quieren.
Seguía cada quien una ruta distinta que finalmente nos conduciría a un destino común: usted desde su posición de político; yo desde la mía en un despacho de abogados.
Con sus pasos reconocí en usted gestos de mi padre con los que me comprometí ineludiblemente: el pleno respeto a los derechos humanos y su lucha contra la corrupción y la desigualdad como prioridad.
Rumbo a la campaña presidencial de 2006 me ofreció ganar o perder a su lado y yo decidí acompañarle. Estos años fui testigo en primera línea de su honestidad, su compromiso con los más desprotegidos y la esperanza que en ellos despierta.
Desde el inicio del proyecto ambos supimos que nuestro desempeño como parte del Gobierno tendría un tiempo límite: para usted los seis años que marca la Constitución para el encargo de ejecutivo federal; para mí la realización de las reformas legales necesarias para alcanzar la justicia social que usted persigue.
Agradezco la confianza y el apoyo que como Consejero Jurídico de la Presidencia me manifestó en todo momento, pero sobre todo la oportunidad de contribuir al desarrollo de la cuarta transformación de México que, tengo la certeza, va cristalizándose paulatinamente.
Cumplida la encomienda pactada, mi ciclo se completó y es tiempo para retomar las actividades que dejé en pausa para formar parte de un proyecto de Nación, encabezado por usted, en el que creí y en el que creo.
Fueron incontables nuestros encuentros; muy pocos los desencuentros. Nos marcaron miles de conversaciones, confidencias, consejos, desahogos, planes, proyectos, dudas, frustraciones, luchas, celebraciones y fracasos.
Usted devolvió el respeto y la admiración por la investidura presidencial en millones de mexicanos entre los que yo me cuento. De los amigos uno nunca se despide. Por eso, ni mi compromiso personal con el amigo ni con el Presidente de la República están concluidos.
Nada que agregar. Válgame.
DE LA LIBRE-TA
LO MEJOR DEL NO INFORME. Momento culminante del enésimo “informe” de López Obrador fue su alusión a la satisfacción del deber cumplido en los siguientes términos: «Podría dejar ahora mismo la Presidencia sin sentirme mal con mi conciencia… Falta lo que diga la naturaleza, la ciencia y el creador… No dejaremos ningún pendiente… Cuando esté entregando la banda presidencial (en 2024) diré a los cuatros vientos: misión cumplida, me voy a Palenque y les dejo mi corazón».
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